21 diciembre, 2024
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El Cuarto Candidato para el Distrito Federal

La elección en la capital del país —todos lo saben—, es la segunda más importante de México. Y las razones son muchas y muy variadas. Gobernar el Distrito Federal es —políticamente—, la antesala del gobierno presidencial; es el escalón previo a una potencial candidatura presidencial y es la experiencia de gobierno más parecida a la gestión federal.

Además, el jefe de Gobierno capitalino es uno de los dos o tres servidores públicos con la posibilidad de tener el mayor reflector y espacio mediático, lo que coloca su imagen como una de las más favorecidas por la popularidad. Es, en pocas palabras, uno de los hombres y/o mujeres mejor colocados en el llamado “populómetro”. Por si no fuera suficiente con todo lo anterior, el Distrito Federal es la segunda fuente más importante de poder, ya que se coloca —luego del Estado de México— como la segunda reserva de votos; como la segunda entidad con más representantes en la Cámara de Diputados federal; y —faltaba más— con uno de los presupuestos más abultados de todo el país.

Y, si algo se nos escapó, el DF es el último bastión político electoral que le queda a la llamada izquierda, en especial del PRD. Y por eso la dizque izquierda defenderá —al más puro estilo de López Portillo— su último bastión. Es decir, lo defenderá como perro.

Elección de Estado.

Por todo lo anterior, no le falta razón a la señora Beatriz Paredes cuando señala que su partido, el PRI, se coloca en una severa desventaja —no sólo en las encuestas— frente al partido o la tendencia política que durante los últimos 15 años ha gobernado en la capital del país. Como todos saben, la señora Paredes dice que en la capital del país habrá una “elección de Estado”, y tiene toda la razón. ¿Pero cómo se entiende una elección de Estado? Pues se trata de lo mismo que hizo el PRI durante décadas: utilizar todos los medios del Estado —recursos públicos, políticos y económicos— a favor de los candidatos del partido en el gobierno. Y las evidencias ya están a la vista de todos. Sin que el gobierno de Marcelo Ebrard diga nada; sin que el Instituto Electoral local decida abrir la boca, el equipamiento urbano de toda la ciudad ya es utilizado como espacio de propaganda electoral. Resulta que el Partido del Trabajo —propiedad de AMLO—, ha saturado las principales vialidades del DF de propaganda pagada por quién sabe quién, y que es colocada por vehículos oficiales. ¿Por qué sólo hay propaganda del PT?; ¿por qué no hay del PRD; de lo que era antes Convergencia, por qué no hay del PAN o del PRI?

Lo cierto es que para el partido de AMLO el DF es uno de los principales centros de operación política y no le importa violar la ley, saturar la ciudad de basura electoral y usar el dinero público con tal de ganar la mayoría de votos en el Distrito Federal.

El cuarto candidato.

Sin embargo, los señores Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard no debieran estar tan seguros de un triunfo holgado —y menos, amarrado— en la capital del país. ¿Por qué? Porque se equivoca aquel que crea que el resultado de las primeras encuestas —ya con los tres principales candidatos en campaña— es música para los oídos de la llamada izquierda en la capital del país. ¿De qué estamos hablando?

Pues resulta que si bien las primeras mediciones sobre la popularidad de los tres principales contendientes arrojan resultados “buenos” para el candidato de las izquierdas y el partido en el poder —el PRD— y son bastante malos los resultados del PRI y del PAN, lo cierto es que los números del cuarto candidato son los mejores de todos. Dicen los números que Miguel Ángel Mancera rebasa los 40 puntos porcentuales de preferencia, que la señora Beatriz Paredes apenas alcanza entre 18 y 20% de las simpatías y que la señora Isabel Miranda apenas supera el diez por ciento. Esos números suponen que existe un horizonte de casi 30% de indecisos, inconformes, y de quienes no quieren a ningún partido o que, de plano, no piensan votar.

¿Y qué quiere decir lo anterior?

Que la izquierda mexicana está muy cerca de una tragedia en el Distrito Federal. ¿Por qué?

1.- Porque casi 60% de los potenciales electores en la capital del país prefieren, en ese orden, abstenerse, no votar por la izquierda, o no les convence ningún partido.

2.- Porque la elección en la capital del país se podría dividir en tres tercios, en donde sólo uno de ellos sería el del partido en el poder o, si se quiere, de los partidos de la llamada izquierda. Y…

3.- Porque si se suman los indecisos que son por ahí de 30%, con los opositores a la izquierda, estarían por encima del Partido de la Revolución Democrática y de sus aliados en una relación de dos a uno.

En pocas palabras, que el porcentaje de los indecisos, de los que no quieren a ningún partido, de aquellos a los que no convence ninguna de las tres alternativas, es tan grande como el capital político de Mancera y el de las señoras Paredes y Miranda juntas.

Y ese universo de electores es el llamado cuarto candidato.

El fantasma abstencionista.

Pero la historia podría resultar peor. ¿Por qué? Porque empieza a tomar forma un fantasma que se podría convertir —en todo el país— en el cuarto candidato. Nos referimos al fantasma de la anulación o, si se quiere, del abstencionismo. Y es que hace días, el respetado líder social que rechazó vender su movimiento por un puñado de lentejas —por una diputación o una senaduría—, Javier Sicilia, dio a conocer que anulará su voto el 1 de julio próximo. De inmediato, el rey del oportunismo, el señor Andrés Manuel López Obrador, llamó a Sicilia a reconsiderar y le advirtió que anular un voto sólo favorece a la derecha. Seguramente el señor AMLO se mordió la lengua.

Lo cierto es que el poeta se pudiera convertir en el abanderado del voto de la abstención, del voto de castigo o del “voto del no”. Es decir, de un movimiento que encauce a los millones de mexicanos inconformes con todos los partidos; con la grosera partidocracia, y que al negarse a votar le digan a los partidos que quieren un cambio real, no de partido.

El voto, como todos saben, es un voto de confianza a un partido y/o un candidato. Pero cuando ya no son alternativa ninguno de esos partidos y/o candidatos, existe el voto de castigo, que puede ser el abstencionismo individual y aislado o el abstencionismo organizado y dirigido a una causa mayor, como la sanción social. Un líder como Sicilia se podría convertir en el cuarto candidato; el del voto de castigo a la partidocracia que sólo se sirve del voto para legitimar su depredación sexenal. Al tiempo. (Tomado del periódico Excélsior).