26 julio, 2024
ROTATIVO DIGITAL

Marcha por la Legalidad en La Nueva Jerusalén

Aunque usted no lo crea, son los mismos habitantes de La Nueva Jerusalén quienes ahora a través de una marcha, exigen la aplicación de la ley en esta comunidad que por casi 40 años ha existido al margen de la misma.

 

El lunes 16 de abril un grupo de más de 200 personas procedentes de La Nueva Jerusalén, partieron marchando rumbo a la ciudad de México, para exigir que se le restituya el derecho a la educación a mas de 250 alumnos que asistían a los niveles preescolar, primaria , secundaria, y a doce maestros que tampoco les permiten desarrollar su actividad académica, en virtud de que los 3 planteles educativos fueron paralizados desde el día 29 de agosto del 2011 por el grupo hegemónico que mantiene de forma autoritaria el control interno de la comunidad, con el argumento de que las escuelas Públicas son del Demonio, evitando que se puedan implementar de forma normal los Programas Educativos de la Secretaría de Educación Pública.

Tal acción surge en el marco de un conflicto que data desde el 2007; cuando por la pérdida de las facultades físicas y mentales del desaparecido líder Nabor Cárdenas Mejorada (papá Nabor), Agapito Gómez, mediante medidas coercitivas, se apoderó del control político y religioso de esa comunidad, lo que provoco una división irreconciliable con otro grupo de 10 sacerdotes liderado por Santiago Mayor, un cura que fue ordenado por papa Nabor y que consideraba que Agapito Gómez no tenia los atributos necesarios para ser un líder religioso y fiel epígono de Cárdenas Mejorada.

Luego de varios enfrentamientos verbales y abiertos conatos de violencia, el grupo de Agapito Gómez, mediante amenazas de muerte e intimidaciones, expulsó del lugar a los más de 500 seguidores de Santiago mayor, bajo el argumento de no respetar los reglamentos internos, tales como levantarse temprano, ir a misa, entre otros.

Los expulsados se instalaron alrededor de la comunidad para no alejarse tanto de esa tierra bendita y poder alcanzar las bendiciones de la Virgen del Rosario. Desde entonces, esos grupos antagónicos han permanecido en conflicto permanente que, en diferentes momentos, se ha agudizado al extremo del enfrentamiento físico.

Por primera vez en la historia de esa comunidad se conoce de un reclamo coherente y justo; el pliego petitorio de los marchantes está investido del principio más elemental de justicia: exigen un derecho al que tenemos todos los mexicanos; justamente la educación laica, gratuita y obligatoria, tal cual lo establece el Artículo Tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Los conflictos que se han generado en La Nueva Jerusalén han llamado poderosamente la atención en reiteradas ocasiones de la opinión pública y de instituciones oficiales, que aun siendo su facultad, por intereses eminentemente políticos no los han querido solucionar de fondo, y por el contrario, los han dejado crecer irresponsablemente. Instituciones públicas y partidos políticos no han querido echarse ese trompo a la uña y siempre esgrimen el mismo argumento (es un asunto de fe y de usos y costumbres); valdría la pena recordarles que nuestra Carta Magna establece en el artículo 2°, párrafo III Y IV, que “la libre determinación de los pueblos indígenas se ejercerá en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional”.

Es decir, nada ni nadie estará por encima de la Constitución; sin embargo, en ese lugar se han solapado todo tipo de transgresiones a la ley que se han cometido desde 1973, año de su fundación, cuando la Virgen del Rosario se le apareció a una anciana analfabeta de nombre Gabina Sánchez, viuda de Romero (Mama Salome), que con la asesoría de un cura católico degradado (papa Nabor), fundaron su paraíso terrenal.

Motivo es de felicitar a ese grupo de ciudadanos valientes que dan la cara y hacen escuchar su voz mediante este tipo de manifestaciones públicas, que si bien pueden no gustar a algunos sectores sociales, es el único camino que les han dejado después de 9 meses de todo tipo de reuniones sin acuerdos substanciales que destraben el conflicto.