Si tomamos la agresividad como un tipo de conducta que puede servir para evitar peligros y dificultades, considero que esta es necesaria para la supervivencia del individuo, su familia, raza, cultura, especie, como defensa legítima de sí mismo y de sus valores.
Pero no podemos negar que también puede servir para atacar y destruir, que son formas no tan saludables que se utilizan para ofender al otro, tratándolo, no como ser humano, sino como simple objeto. Para explicar su origen, algunos autores como Ericsson y Winnicott dicen que el niño necesita para vivir, un clima de amor, confianza y tolerancia, para no experimentar demasiado temor frente a sus instintos y fantasías. Si no es así, se torna demasiado ansioso y busca fuera de la casa la seguridad que no encuentra en ella, predominando la desconfianza, pesimismo, maldad y depresión.Winnicott dice que la agresividad está presente antes de la integración de la personalidad y que su origen es sinónimo de actividad y cierto potencial innato de motricidad, menciona además que tiene un valor positivo en la individuación de sí mismo y la existencia del otro. Considera que la agresión humana manifestada como odio es producto de fallas ambientales, iniciando con el familiar. Otro autor que considera la agresión necesaria para la autoafirmación y sobrevivencia biológica es Bleichmar. Este autor considera que la agresión en sus manifestaciones destructivas o autodestructivas se genera como reacciones para restablecer un narcisismo herido. El sadismo, dice, es utilizado para compensar viejas heridas narcisistas; aquí el agresor repite una conducta que, en sus inicios, él mismo no la consideraba tan saludable y que efectivamente no lo es, aunque ahora él lo haga. El abuso de poder tiene el significado de recuperar un sentimiento de superioridad sobre el otro, como una forma de afirmación narcisista, evidenciando subjetivamente una devaluación de su persona y una baja autoestima. La pelea sirve para recuperar en la fantasía el sentimiento de poderío de que se carece en realidad. Todos los seres humanos en algún momento de nuestra vida tenemos miedo o temor. Los estallidos de indignación y de rabia permiten al sujeto sentir que está en la posición justa y la descarga de este impulso rara vez permite la demora. El cultivo del resentimiento refuerza el disgusto, (no perdona) procurando placer narcisista, porque el sujeto se reafirma en su razón frente al otro y se pone en una posición superior.
Cuando la furia narcisista no se puede manifestar abiertamente, aparece en forma de negativismo, en este caso el sujeto se opone a su propio deseo para no satisfacer el del otro. La auto agresión, incluyendo el suicidio, se hace siempre por un amor patológico en oposición, “yo o el otro”, aquí el sujeto no se ve como digno de vivir, al no estar a la altura de un ideal; y el sujeto tiene placer en la autoagresión, pues mediante el ataque logra sentir que no está de acuerdo consigo mismo y que hay una parte de él que merece repudio. En relación al maternaje, se dice que si no hay un maternaje saludable (satisfacción de necesidades, sostén, atención, reconocimiento), el niño lo vive sintiéndose gobernado por padres peligrosos y crueles, lo que posibilita la inclusión en la vida del infante de sentimientos de crueldad, violencia y perversidad.
Casi siempre la persona que maltrata es porque a su vez fue maltratado y así tenemos casos de padres crueles, sádicos, que infunden en el hijo daño emocional y físico; y la respuesta del hijo es una compulsión a la repetición de esa forma de vida al identificarse con el agresor.
*Presidente de la Sociedad Médica de Tacámbaro, así como médico psicoterapeuta.
Cédula profesional 1365575