19 abril, 2025
ROTATIVO DIGITAL

¡Hasta en los perros hay clases!

Nació en una casucha abandonada de la Colonia San Lázaro como pudo haber nacido debajo del Puente de la Salamanca en el Barrio Fuerte del Cristo o en cualquier margen del Rio Guani, pero… … Realmente ¿a quién le preocupa dónde nazca un perrito con un destino incierto que lo más seguro es que su hogar será la calle?, ¡no creo que eso tenga importancia! Los seres humanos se han vuelto tan indiferentes que no sé a quién diablos se le ocurra investigar la vida de pinche perro, mas si éste es un perro de raza marca “corriente con de la calle”, sin “pedigrí” que justifique su abolengo, con orígenes inciertos en un mundo globalizado, donde también, es cierto, la mayoría de habitantes “andan de perros”.

Pues, sí, en esas condiciones nació “El Tintal”, ¡sí!, así se llamó por determinación de sus amitos, unos niños de los que se conoce como niños de la calle que se dedicaban al noble oficio de juntar papel, vidrio, aluminio, cartón y cuanta cháchara que después vendían para poder arrimar un poco de comida que mitigara el hambre de los integrantes de la familia, mismos que habitaban en calidad de arrimados en su paupérrima morada, carente de los servicios más elementales en la colonia ya referida.

Así las cosas, “El Tintal”, un animalito de ojos negros, pelo lacio, cola enroscada, color negro intenso con una mancha blanca a la altura de la nuca, mancha que se prolonga hasta circundarle el ojo derecho, chaparro y con tan mala suerte que tendrá como vecino a otro can muy parecido a él, mismo al que le apodaban “El Judas”, y que le costarán muchos escobazos por acciones cometidas por el susodicho, Así inicia su azarosa existencia , entre mil carencias… y queda claro que en esta vida la subsistencia depende de la astucia y habilidad para salir adelante…

Sus amos, en la búsqueda de desechos, un día se encontraron un hueso de esos que usan los perros de los ricos para jugar, el pobre “Tintal” no se cansaba de lamerlo, morderlo, de que el más pequeño de sus amos lo lanzara y él presto a correr tras él… pero un día que osó salir a la calle a jugar con su hueso artificial…tuvo esa sensación de libertad y cuando más contento estaba jugando, ¡se le aparece un enorme perro!, igual de corriente, pero eso sí, mucho más grande y agresivo y de una dentellada lo tiró al suelo, lo sacudió y se largó llevándose el delicioso juguete, el pobre Tintal tuvo que regresar a la humilde vivienda como pudo y seguir lamiéndose sus heridas, pensando que, cómo era posible que, siendo humilde todos y que siendo perros se practicara tanta maldad…

…Un día, al salir de su pocilga, ya no vio mas a sus amos, después escuchó que se habían a otra ciudad en busca de mejores condiciones de vida… le pesó más que nunca la pobreza y la orfandad, pero también escuchó que el lamerse las heridas y caer en la autocomplacencia son los caminos más cortos para vivir muriendo… entonces salió a la calle a enfrentarse con su cruel destino y escogió las mas disímbolas actividades que le permitieran subsistir, a veces ser “El Lazarillo” de un ciego; el acompañante de una solterona; el confidente de una prostituta; el matarratas de una cantina; en el ayudante de un merolico, donde tuvo que enseñarse a hacerse “El Muertito” para así demostrar al público de las bondades del Famoso Fosforo Vita-Cal que hacía revivir hasta los muertos…

Su primer encuentro con la muerte es un día con intensas ráfagas de aire, de lluvia pertinaz y un frio decembrino muy intenso, él iba a buscar a su ama que “trabajaba” en un prostíbulo allá por la Calle San José, rumbo al Panteón Municipal, al pasar por el mercado vio varios perros muertos, canes callejeros que se ganaban la vida visitando las carnicerías… que aprovechando un descuido de los carniceros llevarse un buen pedazo de carne que saciara su canina hambre. Vio entre los perros muertos a un viejo conocido, sí, ¡era “El Judas”! aquel quien por su culpa recibió regaños y golpes porque, dado su parecido, lo confundían con él, pero el Tintal no era rencoroso, más bien elevó una plegaria al Dios de los Perros pidiendo su perdón y un lugar en el valle donde tenían la misión de atravesar a los humanos hasta ponerlos a salvo del caudaloso rio que separa la vida y la muerte hasta su encuentro con la eternidad…

Un día que el “Tintal” andaba “marcando territorio”, en la forma que lo hacen los perros, en la Plaza Grande vio una cosa que lo dejó deslumbrado, ¡una linda perrita! Que, con grácil donaire, caminaba altiva jalada de una elegante cuerda que pendía de hermoso collar de charol negro y conducida por dos elegantes damas, que con igual altivez caminaban sobre el anillo de la señorial plaza, era de una raza que le llaman French Podle, objeto inalcanzable para las aspiraciones del feo y corriente “Tintal” que rápidamente se enamoró de ese imposible; el pobre animal investigó dónde vivía la susodicha y se convirtió desde ahora en el fiel guardián de la calle de una elegante mansión, allá por las avenida Las Américas, hoy Lázaro Cárdenas, ante el acoso constante rechazo de perros de pedigrí y vecinos de noble alcurnia que lo miraban con asco.

El “Tintal comía lo que podía, pero no cejaba en su intento de tan solo ver a su pretensa y con una mirada basta para echar a andar su imaginación y soñar en la unión de un humilde perro callejero con una perrita de rancio abolengo en un mundo donde no existieran las clases sociales que castran la oportunidad de encontrar la felicidad….Pero sucedió que un día, con un sol espléndido, por azares del destino la perrita salió a la calle, oportunidad que nuestro personaje aprovechó para invitarla a pasear… ¡formidable!, ella aceptó, se movieron sus rabos, se lamieron su pelo, se olieron sus colas; cruzaron por el Campo del Gas, subieron al Cerro Blanco…corretearon por la pradera… ¡y sucedió lo inevitable!… ya tarde la regresó a llevarla a su casa y tuvo que enfrentarse a la ira de sus amos de su querida que le dieron tremenda paliza… pero ¡todo lo soportaba a cambio de ese día inolvidable!

Varios días después regresó a las afueras de la señorial mansión, estuvo bastante rato esperando ver a “La Fifí”, que así se llamaba su gran amor, cuando de pronto escucha el clásico “qushi queshi que lo llamaban y él, actuando de buena fe, corrió hasta donde una mujer de aspecto campesino, que era la sirvienta, le arrojó un buen trozo de carne suculento y jugoso, el Tintal pensó que era aceptado por esa elegante gente y comenzó a comer con avidez, …a los pocos minutos sintió que traía fuego en las entrañas y sentir que se ahogaba a consecuencia de un intenso babeo espumoso que le tapaba el gaznate y corrió camino abajo hasta llegar atrás de un parque infantil que patrocinaba una empresa refresquera…

…Unos días después andaban sus antiguos amos juntando cosas de desecho para vender y les llamó la atención un perro muerto; miren, se parece al “Tintal”, -dijo el más pequeño- ¡sí es el Tíntal! –Dijeron los demás- lo reconocemos por el “ojo de pirata… entonces procedieron a darle “perruna sepultura” y rezaron por él, y en las fauces del animal parecía dibujarse una sonrisa de satisfacción como diciendo: “al menos logré mejorar la especie, ellos ya no sufrirán tanto, seguro serán y tendrán una buena familia…”

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