En tiempos neoliberales, ciertos conceptos que antaño tenían un profundo contenido social y humanista se han pervertido y tienden a desgastarse paulatinamente. Es el caso de la palabra “solidaridad”. Este término, como lo indica el académico chileno y estudioso de la economía solidaria, Luis Razeto, en su significado original y académicamente riguroso, tiene que ver con una relación horizontal entre personas que constituyen un grupo, una asociación o una comunidad, en la cual los participantes se encuentran en condiciones de igualdad.
Y añade: “Tal relación o vínculo interpersonal se constituye como solidario en razón de la fuerza o intensidad de la cohesión mutua, que ha de ser mayor al simple reconocimiento de la común pertenencia a una colectividad. Se trata, en la solidaridad, de un vínculo especialmente comprometido, decidido, que permanece en el tiempo y que obliga a los individuos del colectivo que se dice solidario, a responder ante la sociedad y/o ante terceros, cada uno por el grupo, y al grupo por cada uno”. Este contenido fuertemente comprometido desde el punto de vista social y humano, del vocablo “solidaridad”, queda frecuentemente superado por un empleo liviano que se le da en muchos medios de comunicación y, sobre todo, en el discurso de los partidos políticos y de las entidades públicas. En efecto, esta palabra es comúnmente utilizada para referirse a prácticas asistencialistas y a las donaciones de caridad, así como a determinadas políticas públicas de subsidio a los pobres y a ciertos grupos de personas discapacitadas, minusválidas o marginadas. El mismo autor considera que tales empleos de la mencionada palabra modifican y en cierto modo deforman y degradan el sentido de la solidaridad, “al despojarla de cinco principales contenidos de su acepción original: a) la solidez de la interacción grupal que lleva a constituir el hecho o la realidad solidaria como un cuerpo sólido (algo consistente, denso, que no es líquido, fluido o gaseoso); b) la igualdad de situación y de compromiso u obligación en que se encuentran las personas que solidarizan; c) el relacionamiento de todas ellas mediante un vínculo de mutualidad, reciprocidad y participación en un colectivo o comunidad (conformado por quienes solidarizan); d) la intensidad de la unión mutua que hace constituir al grupo como algo fuerte, definido, establecido por razones fundamentales y verdaderas; e) el carácter no ocasional sino estable y permanente de la cohesión solidaria”.
En la era neoliberal, los políticos encumbrados en las altas esferas del poder político de nuestro país, la solidaridad empezó a desvirtuarse notoriamente cuando el polémico ex presidente, Carlos Salinas de Gortari, diseñó y aplicó el famoso Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), una estrategia que le permitió grandes dividendos políticos luego de su cuestionada victoria electoral. Más que abatir los rezagos sociales y de promover los valores asociados con el concepto de solidaridad, este programa tuvo una orientación fundamentalmente mediática y política. Los recurrentes teletones, organizados por los grandes consocios comerciales y financieros en complicidad con los poderosos medios de comunicación (Televisa y TV Azteca), son también un buen ejemplo de las distorsiones que se le ha dado a la solidaridad. Así también, durante una visita a Michoacán, Margarita Zavala, esposa del Presidente de México, refirió en un evento de entrega de enseres de invierno a indígenas que éste “es un acto de solidaridad”.
Evidentemente que esta práctica es netamente asistencial; la cónyuge del mandatario nacional no está, por supuesto, en igualdad de condiciones con la mujeres indígenas que recibieron el apoyo, de acuerdo con el significado original del término “solidaridad”. Afortunadamente, tanto en países desarrollados como en los catalogados como subdesarrollados se vienen dando numerosas experiencias cuya esencia la constituyen prácticas genuinamente solidarias. En México no es la excepción, y Michoacán, a través de diferentes actores políticos y sociales, se promueven iniciativas con profundo contenido solidario. Los resultados arrojados por el sistema económico imperante han obligado a los excluidos de éste a buscar alternativas económicas y sociales en donde predominan racionalidades ajenas al credo neoliberal. En efecto, la cooperación, la organización, la ayuda mutua, la solidaridad, constituyen verdaderos pilares en la construcción de un modelo económico con rostro humano. Y el cooperativismo tiene los fundamentos y las prácticas para abonar en este sentido.
*Especialista en cooperativismo
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