27 julio, 2024
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El enfoque humanístico de la preparación universitaria

Hay momentos en la vida de las personas en los que tienen que tomarse decisiones trascendentales que, de alguna manera, habrán de definir el rumbo que cada cual quiere para su futuro. En ese sentido, una de las decisiones que generalmente causan más conflicto entre los jóvenes es la de elegir una profesión.

Para aquellos que han concluido los estudios medios superiores y tienen la intención de continuar con su preparación profesional, suele ser muy complicado elegir la opción adecuada para ingresar a una carrera universitaria, debido principalmente a la extensa variedad de opciones que suelen ofrecerse en las universidades, además de que no todos han descubierto por completo sus aptitudes. Muchos optan por escuchar consejos de sus familiares y amigos, otros más se dan a la tarea de investigar cuáles son las profesiones más demandadas en el área laboral y en las que pueden obtenerse mayores ingresos económicos, y otros más -los más desorientados- simplemente se inclinan por inscribirse en alguna carrera donde sea más fácil el acceso debido a su poca demanda, o donde consideran que pueden tener más posibilidades de terminar por ser de menos complejidad que otras –aunque esto es también bastante relativo de acuerdo a las aptitudes de cada persona-.

Sin embargo, parece ser que la mayoría de ellos deja de lado un aspecto sumamente importante y que, no obstante, tendría que ser uno de los elementos primordiales a considerarse en el momento de hacer una elección: la vocación de servicio y el compromiso social. El solo hecho de contemplar la posibilidad de ingresar a la universidad debería estar impulsado por una meta que abarcara mucho más que únicamente los intereses personales de cada individuo. Debería ser preponderante considerar a la universidad como algo más que una simple institución formadora de sujetos capacitados para incorporarse al mercado laboral, como algo más que un peldaño para acceder a la obtención de un empleo bien pagado. Sin duda el aspecto de la remuneración económica que uno pueda obtener por medio de su profesión es algo que a todos nos preocupa, pero en definitiva los ingresos se disfrutarían mucho más teniendo la conciencia de que se está siendo acreedor a un beneficio económico gracias a que uno ha hecho una aportación benéfica a la sociedad a través de sus conocimientos específicos en determinada área. Los humanos somos seres sociales y en teoría deberíamos de estar en la búsqueda constante de formas de organización en donde la sana convivencia y la justicia primen ante todo. Desafortunadamente, y debido a complejos procesos políticos, económicos y culturales, las sociedades actuales se han preocupado más por el mercantilismo, por considerar a todo, incluyendo a las personas y sus trabajos, como productos y mercancías.

Como ya dije, no es que esté mal que uno tome en consideración el aspecto económico para escoger la profesión a la que se dedicará; al contrario, es algo que no puede dejarse de lado, simplemente defiendo la idea de que ese no es el único ni el más importante elemento que tendría que tomarse en cuenta. La universidad es una institución educativa y formativa en la que se proporciona una enorme cantidad de información y donde se abre una gran perspectiva a los diferentes campos del saber, pero los conocimientos adquiridos en dicha institución no son conocimientos aislados y concernientes a cierto individuo o grupo de individuos, sino que es un conocimiento que se debe trasladar hacia la realidad general y contextualizarse con la finalidad de hacer de él una herramienta para la búsqueda de soluciones efectivas a las problemáticas sociales. De nada serviría todo ese conocimiento si no se usa como un medio para combatir todas aquellas cosas que dificulten la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos.

Si se lo piensa, cada carrera ha surgido a partir de alguna necesidad específica para los seres humanos, ya sea para facilitar la convivencia social, para satisfacer necesidades tan básicas como tener qué comer, dónde vivir, tener salud, o, incluso, hay algunas cuya finalidad está enfocada a hacer la vida más fácil, más cómoda. Así, un ingeniero civil se encargará de construir edificios, casas, puentes, carreteras, etc., con el objetivo de proporcionar los espacios necesarios para que la gente tenga dónde vivir, dónde trabajar, dónde divertirse y cómo transportarse de una manera eficaz; un médico se esforzará por procurar la salud de los demás individuos de la sociedad, un abogado habrá de encargarse de la procuración de la justicia, de la defensa de los derechos y las obligaciones, etc.

Aunque existan carreras que de alguna manera tienen un enfoque más humanístico que otras, no significa que las que no están agrupadas dentro de las “humanidades” tengan que ser profesiones frías y deslindadas de los sentimientos de empatía y de preocupación por los aspectos emocionales y las necesidades más elementales de los demás.

Por todo lo anterior, sería importantísimo que replanteáramos la visión y las expectativas que se tienen sobre la universidad, a fin de que ésta no sea sólo una institución formadora de instrumentos comerciales, de recursos humanos al servicio del mercado productivo. Que antes que eso, sea una institución que prepare a seres humanos integrales, a individuos comprometidos con la búsqueda y el fomento del bienestar común. Que antes que convertirla en una institución coercitiva y reguladora de las ideas, se utilice como un instrumento liberador del pensamiento crítico y de las acciones encaminadas al progreso colectivo. Esa tarea, desde luego, le corresponde no sólo a quienes aspiran a ingresar a la universidad, sino a las autoridades educativas y los padres de familia, quienes tienen la obligación de orientar a sus hijos para que elijan de una manera responsable la profesión en la que se prepararán para ser individuos productivos, pero no sólo en el aspecto económico, sino en el más amplio sentido de la palabra.

*Estudiante de Lengua y Literatura Hispánica de la UMSNH