29 marzo, 2024
ROTATIVO DIGITAL

ARENA SUELTA. PERDÓN, LO SIENTO…

Dr. Tayde González Arias

 

Existen circunstancias en la vida que nos hacen sentir bien o mal. Hay momentos que nos ponen a prueba y nos dejan mostrar lo mejor o lo peor de nosotros, siendo sujetos llenos de emociones, con capacidades, únicas y especiales, hemos de procurar, en cada momento, ser mejores en lo que hacemos, y mostrar maestría en el quehacer diario, de tal suerte que logremos la madurez racional, a la par de la modulación de las emociones.

Evitar ser presa de los malos momentos, de personajes indeseables, o de malas emociones, nos hará la vida más llevadera, aunque, como es inevitable, nos tengamos que enfrentar a la gente que no siempre nos quiera, nos acepte y nos apoye, sino por el contrario, sus deseos para nosotros sean los peores, y nos lleguen a afectar hasta la ofensa.

La ofensa es ese estado en el que no queremos que quien nos la hizo, nos hable, es más no queremos verle, que ni que se acerque, o escuchar su voz siquiera, mucho menos  deseamos, generalmente,  algo bueno para esa persona que nos ofendió.  Sin embargo no debemos  vivir con rencores, pues no nos ayudan en nada y serán obstáculos para evitar regalar una sonrisa más a una persona en esta vida.

Frente a la ofensa, no responda, escuche y tranquilamente retírese, recuerde que la violencia genera violencia, dese el tiempo de que al calor del mal genio pase lo malo que pudieron decirle o hacerle y espere una disculpa, si eso no sucede entonces ya con ese tiempo de por medio dese a la tarea de olvidarlo y comenzar de nuevo, tomando las consideraciones debidas en esta nueva etapa.

Las disculpas son necesarias y requeridas para cuando consciente o inconscientemente considera haber ofendido, y no pasa nada al decirlo, pero no las pida si no las siente, y acéptelas aunque no las crea sinceras, pues no vamos a pedir del todo sinceridad, pero sí por lo menos el detalle del honroso acto.

Hay personas para quienes pedir disculpas no es suficiente y te piden que les diga perdóname, el perdón tiene un significado, a mi parecer, un tanto más profundo por su uso y aplicación en la religión, y aun así, se habla en las escrituras acerca de poner la otra mejilla y perdonar las veces que sean necesarias. Como la disculpa, el perdón debe aceptarse en la línea que venga, sea sentido o no, sea o parezca honesto, o no, porque la tarea de quien pide, y da es justo eso, ofrecerlo y darlo, y si no se dice consciente de ello, entonces estará tratando con quien solo habla por hablar y de esas personas si debe retirarse o tomar un margen de distancia.

Cuando te enfades, porque no pudiste controlarlo y cometiste el error de hacerlo, entonces discúlpate o pide perdón, si te creen o no, ya cumpliste. En casos más juiciosos como los de la ley, en los que para que alguien salga en libertad se requiere dar el perdón, por favor, hágalo, especialmente si el daño es reparable, pues éste acto es como dar el beneficio de la duda, es decir… te daré la oportunidad de que ahora sí lo hagas bien.

Si usted no es de quienes piden disculpas y perdón, practíquelo y le va a agradar, si usted es de los lo hacen por todo, no abuse y cuide su actuar y en lo consecuente sepa que se puede tirar la flecha pero una vez tirada es difícil regresarla al sitio desde donde fue lanzada, y que hay actos que conscientes o no, pueden no agradar a todos.

El que ofende, y es consciente de ello, debe buscar lo más pronto posible resarcir el daño, quien ofrece disculpas tiene un paso adelante en el camino de la paz, pero los que viven ofendidos tienen una barrera que impedirá vivir a plenitud la vida, pues contar con la aceptación, con el agrado y el buen saludo, es una función sencilla, pero básica, para la humanidad.