5 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Fortalécete cada día…

Vivimos en tiempos de cambio. Hoy impera una moda y mañana es ya anticuada; lo que hoy es lo último en tecnología, a los pocos meses es superado por algo mucho mejor; la frase que está en boca de todos en este momento, después de un tiempo está fuera de onda.

En un mundo así necesitamos tener una firme escala de valores y lo que algunos llaman ideas claras. Si no nos decidimos por esto nos convertimos en veletas arrastradas por el viento, o en barquitas frágiles en medio del intempestivo océano.

Las personas que no poseen ideas claras respecto a su proyecto de vida, que no han potenciado al máximo el don de la libertad, se dedican a recoger comentarios sobre su persona. Se convierten en hombres y mujeres tremendamente dependientes de la imagen.

Valen si los otros los admiran, si los aprueban en todo, si los aplauden… Son nada si los abuchean o los critican. Si los sacan del círculo exclusivo de amigos sienten derrumbarse su mundo artificial. Estos viven angustiados por el qué dirán, y no dan un paso adelante sin antes revisar mentalmente lo que va a decir fulanito, zutanito y demás compañeros o familiares.

Cuantas chicas he conocido que ceden ante la presión de sus novios cuando les piden la falsa prueba de amor sólo por no parecer anticuadas, para que luego no las vayan a tachar de mojigatas y persignadas, aunque después se lamenten de no haber opuesto más resistencia. Cuántos no se deciden a dejar una vida de juerga y superficialidad porque los amigos los van a acabar con las burlas. Y el padre de familia decide seguir su vida entre parrandas antes de elegir una vida ejemplar para guiar con su testimonio a sus hijos.

Hay jóvenes estudiantes que por no ser considerados del grupo de los cerebritos aburridos, se dejan llevar por los desobligados que matan clases cada vez que pueden, por aquellos que compran exámenes para pasar sin problemas y sin estudiar –por lo tanto sin aprender–, para después convertirse en fracasados.

Sin duda es lícito y sano escuchar y atender la opinión común, pues tampoco podemos convertirnos en indolentes insoportables, es decir, en personas cerradas a lo que nos dicen los demás, a las que les vale toda opinión externa. Para no caer en el juego del qué dirán hay que tener criterios y principios morales sólidos, que permutan distinguir el bien del mal, que ayuden a descubrir verdaderos ideales, y que, por ende, nos den la fuerzas para llevar adelante esas metas.

En medio del relativismo mortal que nos envuelve es fácil confundirse y dejarse arrastrar por la corriente de las ideologías predominantes. Muchos ya no reflexionan sobre lo que hacen, simplemente actúan como lo hacen todos los demás, no quieren ser rechazados o excluidos, desean ser aceptados.

Esto no deja de ser normal, el ser humano es un ser social por naturaleza y busca integrarse en círculos de amigos o compañeros que le den seguridad. Pero, si esta aceptación se logra a costa de la integridad moral o desvirtúa nuestra persona, habría que revisar nuestros comportamientos.

Por seguir el criterio de las mayorías no somos capaces de formarnos una personalidad auténtica. Somos eternos adolescentes que buscan autoafirmarse en el grupo, aunque pierdan identidad, grandeza y originalidad. Además, bien dice la enseñanza popular que los comentarios hay que tomarlos de quien vienen. Si la crítica o la burla provienen de gente superficial, pobre en valores y sobretodo, en moralidad no vale la pena hacer mucho caso. Cuando el comentario viene de una persona centrada y sintonizada con su hacer y pensar, entonces, hay que escuchar con atención su opinión.

En conclusión, no podemos esclavizarnos a las opiniones ajenas. Que la mayor de las veces carece de fundamento.

*Analista