Mucho se ha especulado sobre la salud del gobernador Fausto Vallejo Figueroa; hay quienes afirman que el mandatario trae un padecimiento de diabetes desde hace años, otros aseguran que tal problema se le agudizó al grado de insuficiencia renal y que debe dializarse con cierta periodicidad.
Incluso en los últimos días se ha corrido el rumor que está en la antesala para un trasplante de riñón en algún nosocomio de los Estados Unidos. Mientras no se difunda cuál es la verdad, se seguirá especulando y solo quedará en suposiciones.Lo cierto es que han sido muy notorias y comentadas las constantes ausencias del mandatario en algunos eventos de importancia estratégica para Michoacán, y sus comparecencias en la prensa lo hacen ver físicamente demacrado, deslucido y cansado.
Independientemente de lo que se diga, las señales indican que trae algún problema de salud muy serio. Es preocupante porque la carga de trabajo de un mandatario y la naturaleza de los problemas de Michoacán no son recomendables para un paciente con algún padecimiento crónico degenerativo, sobre todo si estamos hablando de un adulto mayor, cuyas recomendaciones médicas deben ser, sin duda, de guardar absoluto reposo, y por supuesto, en Casa de Gobierno es lo que menos hay.
Ante esta realidad, lo más lógico es que las decisiones que hoy se están tomando en Michoacán dependan mas del secretario de Gobierno que del propio mandatario quien, en todo caso, únicamente estará siendo notificado en el supuesto de que las propias condiciones de salud lo permitieran, lo que debiera ser importante para los michoacanos en estos momentos, además de la salud de Fausto, es que quien sea que tome las decisiones lo haga con mucha coherencia y acordes con la realidad de Michoacán, no a caprichos o protagonismos de políticos que indudablemente se están frotando las manos por ocupar, aunque sea como encargado, interino o substituto el solio de Ocampo.
El artículo 57 de la Constitución Política del estado de Michoacán establece que cuando la falta de gobernador fuese temporal, el Congreso designará un gobernador interino para que despache durante el tiempo que dure la ausencia; si esta no excede de 30 días, el secretario de Gobierno se encargará del despacho del poder ejecutivo y a falta de este lo hará el secretario de Finanzas y de Administración.
Este sería un primer escenario en el supuesto de que, una vez restablecido el gobernador, pudiese retornar a sus funciones a más tardar en un mes, considerando que la gravedad de sus enfermedades lo obligara a un retiro temporal de su encargo público.
Hipotéticamente hablando, si hubiera falta absoluta del gobernador en los dos primeros años del periodo, el Congreso con mayoría calificada, es decir, con la votación de las dos terceras partes de sus miembros, designará a un gobernador interino. En un plazo no mayor a 10 días a la designación de este, expedirá la convocatoria de elecciones para gobernador sustituto que termine el periodo constitucional, dicho proceso tendría que organizarse en un plazo ni menor de 3 ni mayor de 6 meses.
Un tercer escenario sería que cuando la falta de gobernador ocurriera en los últimos 4 años del periodo para el cual fue electo, el Congreso del estado, mediante las 2 terceras partes del número de sus miembros, designaría por voto secreto al gobernador substituto que deberá concluir el periodo respectivo.
Es muy probable que quienes hoy se están frotando las manos y no han podido ser gobernadores, tengan la oportunidad de su vida de sentarse en el solio de Ocampo aunque sea por unos días o meses, cuyos personajes más visibles son naturalmente Jesús Reyna, J. Ascención Orihuela Bárcenas y Víctor Silva Tejeda, secretario de Gobierno, senador de la república y presidente de la Cámara local, respectivamente.
Aunque este último lo más probable es que esté guardando sus canicas para jugarlas en la constitucional del 2015 y, desde luego, no le convendría ser gobernador bajo ninguna de estas modalidades.
Por cuestiones médicas deberían de garantizar el cuidado de la salud de Fausto y no seguirlo exponiendo a que se empeore su salud ni al escarnio público, por lo cual, es preferible que se hable con la verdad y si el Congreso debe tomar cualquiera de las decisiones previstas por la ley, pues que lo haga, más que todo, por cuidar la salud de un ser humano y se olvide de cálculos políticos.