16 JUNIO 2023.-El día de hoy Mons. Joel Ocampo viajará a Roma y durante estos días tendrá la oportunidad de encontrarse con él Santo Padre, el Papa Francisco, le acompañamos con nuestra oración y le pedimos a Dios le lleve con bien a su destino y tenga un feliz retorno.
DIRECTORIO PARA LA VISITA «AD LIMINA»
PREMISAS
La visita «ad limina Apostolorum» por parte de todos los Obispos que presiden en la caridad y en el servicio a las Iglesias particulares en cualquier parte del mundo, en comunión con la Sede Apostólica, tiene un significado preciso, a saber: el fortalecimiento de su responsabilidad de sucesores de los Apóstoles y de la comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro y la referencia, en la visita a Roma, a las tumbas de los Santos Pedro y Pablo, pastores y columnas de la Iglesia Romana.
Ella representa un momento central del ejercicio del ministerio pastoral del Santo Padre: efectivamente, en tal visita el Pastor Supremo recibe a los Pastores de las Iglesias particulares y trata con ellos cuestiones concernientes a su misión eclesial.
El análisis del origen y desarrollo histórico-jurídico de la visita y la reflexión sobre su significado teológico-espiritual-pastoral nos sirven para profundizar sobre su sentido y al mismo tiempo conocer mejor los fundamentos, las razones y la finalidad de una institución tan venerable por su antigüedad y que al mismo tiempo está tan cargada de valores eclesiales.
Por esto se adjuntan tres notas, una teológica, otra espiritual-pastoral y una tercera histórico-jurídica.
- La visita «ad limina» no puede ser entendida como un simple acto jurídico-administrativo, consistente en el cumplimiento de una obligación ritual, protocolaria y jurídica.
En la misma legislación canónica que la prescribe (C.I.C. can. 400) se indican claramente los dos fines esenciales de tal visita:
- a) venerar los sepulcros de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo;
- b) encontrarse con el Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma.
- La veneración y la peregrinación a los «trofeos» de los Apóstoles Pedro y Pablo se vienen haciendo desde la más remota antigüedad cristiana, y siguen conservando su profundo significado espiritual y de comunión eclesial; por esta razón ha sido conveniente su institucionalización precisamente para los Obispos.
Efectivamente, de este modo queda expresada la unidad de la Iglesia —fundada por el Señor sobre los Apóstoles y edificada sobre el bienaventurado Pedro, su jefe— con el mismo Jesucristo como piedra maestra angular y su «evangelio» de salvación para todos los hombres.
III. El encuentro con el Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, custodio del depósito de la verdad transmitida por los Apóstoles, tiende a consolidar esta unidad, fundada sobre la misma fe, esperanza y caridad y a dar a conocer mejor y a apreciar el inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que toda la Iglesia, en comunión con el Obispo de Roma, ha difundido por todo el mundo. Las modalidades y la frecuencia de los encuentros con el Papa pueden variar y de hecho han variado a lo largo de los siglos; pero su sentido esencial permanece siempre el mismo.
- En un mundo que se unifica y en una Iglesia que sabe que es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano» (LG 1), aparece indispensable promover y favorecer una continua comunicación entre las Iglesias particulares y la Sede Apostólica con un intercambio de informaciones y una real condivisión de solicitudes pastorales acerca de problemas, experiencias, sufrimientos, orientaciones y proyectos de trabajo y de vida.
El movimiento de esta comunicación eclesial es doble. De una parte está la convergencia hacia el centro y fundamento visible de la unidad que en el compromiso y en la responsabilidad personal de cada Obispo y con el espíritu de la colegialidad (affectus collegialis) se expresa en grupos y conferencias que constituyen los vínculos de unidad e instrumentos de servicio. De la otra está el munus«concedido singularmente a Pedro» (LG 20) para el servicio de la comunión eclesial y de la expansión misionera para que no se deje de intentar nada con tal de promover y custodiar la unidad de la fe y la disciplina común a toda la Iglesia y se reavive la conciencia de que corresponde al cuerpo de Pastores el cuidado de anunciar en todas partes el Evangelio.
- Es evidente que el Obispo de Roma, para cumplir de la mejor manera con su múltiple munus, tiene verdadera necesidad de toda clase de informaciones auténticas y autorizadas sobre las situaciones concretas de cada una de las Iglesias, de sus problemas, de las iniciativas o proyectos que en ellas se emprenden, de las dificultades con que se encuentran, de los resultados o éxitos a los que se ha llegado. Y esto puede conseguirse, hoy más que nunca, con la correspondencia epistolar, con los medios de información pública, con las relaciones de los Representantes de la Sede Apostólica en los distintos Países, y también mediante los contactos que el Santo Padre puede tomar con las realidades locales en sus viajes apostólicos; pero sigue siendo insustituible la relación que cada uno de los Obispos, o las Conferencias que los congregan en los distintos Países, pueden tener periódicamente con el Sumo Pontífice en Roma, durante su visita-peregrinación, después de una adecuada preparación remota y próxima del encuentro.
La visita de Pablo a Pedro y su permanencia durante quince días con él (cfr. Gal 1, 18) fue un encuentro de recíproca ayuda en el respectivo ministerio. De modo análogo la visita de los Obispos, vicarios y legados de Cristo en las Iglesias particulares que les han sido confiadas, al Sucesor de Pedro, «vicario de Cristo y cabeza visible de toda la Iglesia» (LG 18), aporta un enriquecimiento de experiencias también al ministerio petrino y a su servicio consistente en iluminar los graves problemas de la Iglesia y del mundo, percibidos en sus diferenciadas connotaciones según los lugares, los tiempos y las culturas.
- La relación quinquenal prescrita por el Código (can. 399) y que hace referencia a la visita «ad limina» (can. 400) forma parte de esta preparación.
Dicha relación es un medio para facilitar el vínculo de comunión entre las Iglesias particulares y el Romano Pontífice, y debe ser enviada oportunamente para que el contacto, tanto personal como pastoral que mantenga el Santo Padre con cada Obispo sea muy provechoso. Los Dicasterios, asimismo, debidamente informados, podrán tener un diálogo sin duda más constructivo con los pastores diocesanos.
VII. Por todo esto se ve la necesidad, que sienten tanto el Santo Padre, como los Obispos y los Dicasterios de la Curia Romana, de regular el desarrollo de la visita «ad limina» de los Ordinarios de rito latino, y aún antes su preparación, ya sea de los Obispos ya sea de los Dicasterios, con una normativa adecuada y que formula el presente Directorio.