Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
25 dic. 2020.-Las fiestas de fin de año, para la mayoría, solo sirven de pretexto para entusiasmarse, para repetir frases trilladas, llenas de grandes deseos que pocas veces cumplirán, para criticar lo malo que otros hicieron durante el año que termina, para ilusionarse, señalando lo que les encantaría cambiar y hacer el nuevo año, etcétera.
Pero conforme avanza el nuevo año, todo lo bonito, bueno, nuevo que habían pensado hacer, se diluye en el mar de lo cotidiano, la inmadurez y mediocridad de los autores de esos deseos, sueños, anhelos.
En México, estamos educados a hacer las cosas a medias, eso es mediocridad. Se estudia a medias, se trabaja a medias, se piensa a medias, se vive a medias, todo a medias.
A nivel mundial, nos han obligado a seguir dogmas, costumbres, modas, convencionalismos sociales que hasta nuestros días persisten, el más arraigado es la religión, aunque en la actualidad hay muchas variantes del cristianismo, la raíz, aun es mayoría; se ha forzado a creer en un Dios que nadie ha conocido, que no hace milagros, que no rige tu vida, que no naciste gracias a él, sin embargo, ciegamente se creen esas y tantas otras falacias relacionadas con la religión.
La ignorancia es un gran negocio para los vivales y las creencias religiosas han creado una élite de nuevos ricos, principalmente el Vaticano que es el país más rico del mundo, aunque territorial y poblacionalmente, el más pequeño. Los pastores, mensajeros, apóstoles, obispos o como se les denomine, también viven y muy bien, a expensas de los ignorantes que necesitan que alguien los guie por el buen camino, porque la gente sola se pierde, se va por el mal camino, por lo menos eso creen ellos, porque la realidad es que por su falsas creencias, son saturados de temores, de miedos, de inseguridades, vacíos emocionales que se van haciendo cada vez más grandes, hasta terminar en lo que vivimos actualmente.
Pocos individuos alcanzan la madurez emocional que se conoce como sabiduría, y esos son los que dominan el mundo en diferentes áreas, economía, religión, medios de comunicación, cultura, arte, etc., la mayoría no lo hace, porque su miedo es más grande que su ambición personal (aclaro que la ambición no es lo que nos han hecho creer), prefieren ser seguidores que líderes, prefieren ser empleados, estar el resto de su vida obedeciendo órdenes de otros, estar haciendo lo que les digan, enriquecer a otros, que ser emprendedores, que ser dueños de su propio negocio, de su vida, no maduran, son fáciles de manipular, de engañar, pero su inconsciencia los hace creer que no es así. No leen libros o artículos con evidencia científica, se conforman con creer todo lo que aparece en el internet, todo lo que se publica en las redes sociales, que cada día son más. Anteriormente, decían no creer en los medios de comunicación, principalmente noticieros televisivos, pero ahora con el miedo infundado por la pandemia inventada por los poderosos que dominan el mundo, resulta que todo lo que dicen los erróneamente llamados líderes de opinión, que no son más que lectores de noticias amañadas, editadas, previamente preparadas para asustar a los televidentes. Eso, es mediocridad, inmadurez, pese a la edad que se tenga, a los estudios que se realicen, si creen ciegamente lo que unos cuantos digan, no son personas exitosas, al contrario, seguirán sumidos en sus vacíos emocionales, quedándose estancados el resto de sus vidas.
Eso y más, nos afecta como Nación, porque al ser mayoría, los que realizan las cosas de forma mediana, de forma incorrecta, de forma insegura, nos arrastran a los pocos que queremos una vida mejor, esos que viven del pasado, sin concentrarse en el presente que es como debe ser, el pasado bueno o malo, ya quedó atrás, no hay porque, estarlo recordando, la filosofía popular indica, recordar el pasado, envejece. Y/o también, señala: no hay que voltear hacia atrás, ni para agarrar vuelo. Pero eso, pocos lo hacen.
Han pasado nueve meses de esta “pandemia”, y mucha gente aún sigue creyendo que es mortal, que los muertos han fallecido por ella, no se han detenido a pensar, analizar, reflexionar, razonar, que todos los días muere gente por su mala alimentación, por sus vicios, por sus adicciones, por su pésimo estilo de vida, pero como ahora los medios de comunicación todo lo achacan al Covid-19, la mayoría con eso se queda. No se detienen a mirar el verdadero proceso que culmina con un difunto. Eso también es algo que afecta la vida de las personas, su poco amor, cariño que se tienen, han hecho todo lo posible para morirse, lenta o rápidamente, fuman, toman, se intoxican, se desvelan, se hartan de comida chatarra, comen fuera de las horas apropiadas, se malpasan, propiciando un sinnúmero de enfermedades que lentamente merman la salud y ahora tienen miedo de desaparecer del mapa, por una pandemia, que curiosamente tiene los síntomas de cualquier gripa. Seamos serios, inteligente lector.
Eso, debería procurar la gente, cada vez que concluye un año, alcanzar sabiduría para el año que inicia, aunque sea lentamente, cambiar algún hábito, modificar una conducta, ser diferente, amarse individualmente, porque de ahí parte el cambio, el que no se ama a sí mismo, es imposible que ame a los demás, eso debe ser, amable lector, el verdadero propósito de la transición del fin e inicio de un nuevo año. Cerrar un ciclo que nos ha afectado y abrir uno nuevo que nos haga mejores seres humanos. Si de verdad se va a cambiar, poco o mucho el siguiente año, eso será, un nuevo año, de lo contrario, si solo unos días se pretende cambiar, por el que dirán, por seguir una moda, y después todo sigue igual, entonces solo es el cambio de un día a otro, que no beneficia en nada a quien lo hace y mucho menos a la sociedad con la que se convive. Es urgente vivir en un mundo maduro. ¡Madura!