20 abril, 2025
ROTATIVO DIGITAL

¿Tenemos una democracia?

Hace poco más de cien años, don Porfirio (el héroe tan denostado) y sus científicos lo decían: el pueblo mexicano no está preparado. Hoy se sigue diciendo: un país con escolaridad promedio de primaria no puede ser democrático. De acuerdo con este criterio, hay que democratizar desde arriba, empezando por introducir a los niños en salones de clases, hasta que por lo menos, obtengan su licenciatura, si es maestría o doctorado, mucho mejor. Mientras tanto, podemos opinar sobre nuestros gobernantes, pero no escogerlos ni llamarlos a cuentas.

Sin embargo, la democracia desde arriba ha empezado en otros países de una forma más sencilla, rápida y realista: no con un pueblo previamente civilizado por una larga escolaridad, sino con líderes civilizados que se disputan el poder civilizadamente. Hay que civilizar, sí: pero a los de arriba.

Esquemáticamente, la lucha por el poder puede darse en tres niveles, de menos a más civilizados:

1.- La lucha abierta por las armas. Los caudillos toman las armas unos contra otros, arrastrando a los de abajo. Naturalmente, la combatividad y el deseo de imponerse o exterminar pueden venir de abajo: los caudillos pueden ser auténticos representantes del odio popular, del narcisismo colectivo (exaltado o herido). Pero es común que los de abajo sirvan de carne de cañón para las disputas de arriba: que paguen un impuesto de sangre a los caudillos que desean convertirse en el Único.

2.- La lucha disimulada por el voto de arriba. De las luchas armadas, puede surgir el Único triunfador que impone su paz y elimina el recurso a las armas, aunque la búsqueda de poder continúa, disimuladamente, bajo la presidencia del Único. Las elecciones son una farsa, porque el reparto del poder se hace a puerta cerrada. Con todo, esto es más civilizado que matarse unos a otros, y les conviene a los de abajo. Legitimar los resultados de una lucha arriba, que no es abierta pero tampoco armada, y en la cual los de abajo no participan, es mejor que participar como carne de cañón en una lucha abierta, pero armada.

3.- La lucha abierta por el voto de abajo. La vieja invención de que los caudillos combatieran personalmente, frente a sus tropas, reducidas a público espectador, fue humana y noble como la invención del voto. Nada garantiza que gane el mejor, aunque el combate se tome como un juicio de Dios y la votación como vox populi, vox Dei. El voto de abajo puede ser inescrutable, inescrupuloso, catastrófico. Pero el reparto del poder arriba, a puerta cerrada, también puede ser inescrutable, inescrupuloso, catastrófico.

La lucha abierta por el voto de abajo es más civilizada que la farsa electoral (ya no digamos que la guerra civil) y más educativa para la sociedad. La práctica democrática educa por sí misma, más que una larga escolaridad. Si la escolaridad condujera a la democracia, la máxima democracia estaría en las cúpulas del sector público, cuya escolaridad promedio es de posgrado. Pero en esas cúpulas reina la decisión a puerta cerrada.

Para iniciar la democracia desde arriba, lo que hace falta es que los caudillos militares o los caudillos de maniobras internas en el aparato del poder, acepten competir con otras armas, en otro terreno (cosa que les conviene a los que pueden ganar con esas armas, en ese terreno; y a la cual se resisten los que no pueden ganar así). Lo que hace falta es que los Aspirantes al poder acepten disputárselo de una manera más civilizada: dejando el veredicto, no a la pólvora o al Único, sino al voto de abajo.

¿Se alcanzará ese nivel en México? Más pronto de lo que muchos se imaginan, a juzgar por la oposición. Habiendo como hay en los partidos de oposición, propietarios de la camiseta (por méritos, disciplina, antigüedad, influencia) a los cuales les conviene repartirse el control a puerta cerrada (porque, ante la farsa de unas elecciones que va a ganar el PRI [como antaño], sus intereses reales están en la lucha por el poder interno, no el externo); resulta extraordinario que la lucha por encabezar la oposición esté pasando al nivel más civilizado. Que los candidatos de partidos pequeños o recientes, declinen a favor de un opositor individual o en coalición, porque le vean mayores posibilidades. Aunque no les importe perder el registro.

Los antiguos propietarios del PAN, del PRD, Movimiento Social, etc. aceptan a los advenedizos provenientes del PRI (Veracruz, Quintana Roo, Sinaloa, etc.), que se ganaron el voto de abajo. Esto habla bien de la oposición y del futuro del país. Ahora sólo falta que los políticos del gobierno no tengan que pasar a la oposición para demostrar que su fuerza viene de abajo, no del Único. Ahora sólo falta que el Único y su propiedad del PRI se vuelvan una cosa del pasado, y que el gobierno civilizadamente, se rinda ante el voto de abajo. Ahora solo falta que el gobierno se civilice.