Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
Todo individuo tiene un punto débil, una fisura en la muralla que rodea su fortaleza. Por lo general, esa debilidad es algo que le causa inseguridad, o una emoción o una necesidad que lo supera. También puede ser un pequeño placer secreto. Sea lo que fuere, una vez que la hayas descubierto, amable lector, esa debilidad se convierte en un elemento de presión que podrás manejar a tu antojo y, por supuesto, siempre a tu favor.
Todos tenemos resistencias. Vivimos cubiertos por una perpetua armadura, a fin de defendernos del cambio y la acción invasora de amigos o rivales. Nada nos gustaría más que nos dejaran en paz para poder hacer las cosas a nuestra manera. Luchar sin cesar contra estas resistencias te costará mucha energía. Una de las cosas más importantes que hay que comprender con respecto a la gente es que todos tienen alguna debilidad, alguna parte de su armadura sicológica que no resistirá, que cederá ante tu voluntad, si la encuentras y la presionas. Algunas personas demuestran abiertamente sus debilidades, otras tratan de disimularlas. Quienes las disimulan suelen ser los que más rápidamente se desmorona cuando uno encuentra ese hueco en su armadura.
Al planificar el ataque, ten presentes los siguientes principios:
Presta atención a los gestos y las señales subconscientes. Como observó Sigmund Freud, ningún mortal puede guardar un secreto. Si sus labios callan, parlotea con las yemas de los dedos, se delata a través de todos los poros. Éste es un concepto fundamental para tener en cuenta cuando se pretende detectar el punto débil de una persona; dicha debilidad es revelada por gestos que en apariencia carecen de importancia o por palabras dichas como al pasar.
La clave no reside sólo en qué buscar, sino en cómo y dónde buscar. La conversación cotidiana ofrece una de las minas más ricas en debilidades, así que aprende a escuchar. Comienza por parecer siempre interesado: la presencia de un oído atento y comprensivo incentivará a hablar a cualquiera. Un truco muy eficaz, es el de simular sincerarse con la otra persona, compartir un secreto con ella. Puedes decir algo inventado o algo real pero que no revista mayor importancia para ti. Lo importante es que parezca salirte del alma. En general, provocarás una respuesta no sólo tan franca como la tuya sino más genuina: una respuesta que revela una debilidad.
Si sospechas que alguien tiene un punto débil en particular, trata de confirmarlo de manera indirecta. Si, por ejemplo, sientes que esa persona tiene gran necesidad de que la quieran, adúlala abiertamente. Si absorbe con avidez tus cumplidos, por obvios que sean, vas por buen camino. Entrena tu ojo para los detalles: la propina que el otro da a un camarero, qué cosas le fascinan, los mensajes ocultos que transmite su forma de vestir. Detecta los ídolos de la gente, las cosas que adora y las motivaciones por las que haría cualquier cosa: quizás puedas convertirte en el proveedor de esas fantasías. Recuerda: ya que todos procuramos ocultar nuestras debilidades; es muy poco lo que te revelará el comportamiento consciente de una persona. Lo que a ti te interesa es lo que se trasluce en las pequeñas cosas que escapan al control consciente.
Descubre al niño indefenso. La mayoría de las debilidades se generan en la infancia, antes de que el yo construya defensas para compensarlas. Quizás el niño fue consentido en un aspecto particular, o quizás alguna necesidad emocional no le fue satisfecha. A medida que el niño crece, esa flaqueza puede reprimirse, pero nunca desaparece. Conocer la infancia de una persona te ofrecerá una poderosa clave para descubrir los puntos débiles.
Una señal de que has encontrado ese punto débil es que, cuando lo tocas, esa persona suele actuar como un niño. Por lo tanto, permanece atento a cualquier tipo de comportamiento que debiera haberse superado. Si tus víctimas o adversarios han carecido de algo importante durante la infancia –por ejemplo, apoyo paterno–, bríndale ese algo o un sustituto correspondiente. Si revelan un gusto secreto por algo, consiéntelos. En cualquiera de ambos casos, les resultará imposible resistir.
Busca los contrastes. Una característica manifiesta con frecuencia oculta su opuesto. Quienes hacen alarde de coraje suelen ser grandes cobardes; un exterior pudoroso puede ocultar un alma lasciva; los conservadores y prudentes a menudo ansían aventuras; los tímidos mueren por llamar la atención. Al explorar más allá de las apariencias, muchas veces descubrirás que las debilidades de la gente son en realidad lo opuesto de las cualidades que manifiestan.
Encuentra el eslabón débil. A veces en su búsqueda del punto débil, lo que importa no es el que sino el quien. En las versiones contemporáneas de la corte suele haber entre bambalinas alguien que tiene gran poder o ejerce una enorme influencia sobre la persona más encumbrada. Esos manipuladores del poder que actúan detrás de la escena son el eslabón débil del grupo: aprende a ganarte el favor de esa persona, e indirectamente podrá influir en el otro. Por otra parte, incluso en un grupo de gente que parece actuar en pos de un mismo objetivo –por ejemplo, cuando el grupo es agredido y cierra filas para resistir al intruso—siempre hay un eslabón débil en la cadena. Encuentra a la persona que cederá a la presión.
Llena el vacío. Los dos vacíos emocionales más importantes son la inseguridad y la infelicidad. El inseguro aceptará cualquier cosa a cambio del reconocimiento social, el infeliz crónico, tiene algún motivo para serlo: averígualo. El inseguro y el infeliz son las personas menos capaces de disimular sus debilidades. La habilidad de llenar esos vacíos emocionales es una importante fuente de poder, que puede prolongarse por tiempo indefinido.
Aprovecha las emociones incontrolables. La emoción incontrolable puede ser un miedo paranoico –un miedo desproporcionado para la situación—o cualquiera de las emociones más primitivas, como la lujuria, la codicia, la vanidad o el odio. La persona que es presa de esas emociones suele ser incapaz de controlarse, de modo que puedes ejercer ese control por ellos. ¡Ponte atento!