27 diciembre, 2024
ROTATIVO DIGITAL

Se llama el Centenario; yo le digo el Tin Tin…

Ese artefacto siempre llamó mi atención, desde muy pequeño escuchaba cómo desgranaba sus campanadas y se esparcían a lo largo de muchas calles de este pueblo provinciano; preguntaba a mi madre: ¿es el tin tin?, a lo que mi madre con suma paciencia decía: sí, hijo es el tin tin , ¿y donde está el tin tin?

En la plaza Grande, encima de la presidencia, me decía; a medida que fue pasando el tiempo, noté que el tintineo se escuchaba en determinado momento, a veces cuando aun no salía el sol y estábamos aún acostados en la cama, luego cuando salía el sol y ya más tarde cuando era la hora de comer, nadie me explicaba sobre esas campanitas que tanto llamaban mi atención.

Porque tenía que ser, un día alguien me explicó que se llamaba reloj y que marcaba parsimoniosamente la medición del tiempo de la gente; estaba considerado un aliado para muchas cosas que más tarde comprendería a cabalidad, la utilidad tan grande que para la comunidad tenía este aparato monumental que marcaba el tiempo de la gente. Fue instalado en los tejados del edificio municipal para conmemorar el primer centenario de nuestra independencia.

Y, así , me fui volviendo dependiente del reloj, de mi amigo el tin tin, como solo yo le decía en mi primera infancia, que después sería mi aliado para tantas cosas…; recuerdo con mucho pesar cuando mi hermano mayor estuvo en el Hospital, como carecíamos de reloj de mano, el tin tin nos decía a qué hora darle su medicamento, a qué hora lavarle su herida y hasta a qué hora ponerle el cómodo…y también nos decía a qué hora habríamos de dormir y estar listos por lo que se ofreciera.

¡Ese día, cuando se dio mi primer encuentro con la escuela, la emoción no me dejaba dormir, ¡y es que no era para menos! Estaba ante el encuentro de un mundo distinto al del seno familiar, esa madrugada el tin tin me despertó mucho antes, con sus campanadas me decía que tuviera calma, que así nos pasaba a todos los niños y, como dedicándome una alborada, de su carrillón salieron unas hermosas campanadas que hicieron volver al sueño y estar listo para enfrentar el nuevo reto…

Un hábito muy particular en mí era la puntualidad, (asunto en el que ahora no soy muy sobresaliente); con mis hermanos nos empleamos como repartidores de pan, entregándolo puntualmente en las tiendas del pueblo, rigurosamente teníamos que iniciar a las a las cinco de la mañana, y el tin tin nos marcaba el tiempo tienda por tienda, porque teníamos que estar a las ocho en punto, ya listos para lanzarnos a la escuela ¡a prepararnos para el futuro!

Vinieron luego los tiempos del romance y la inefables citas en la pila de de Don Vasco con la noviecita muy formal, se exigían mutuamente puntualidad y que a veces que la dama no llegaba y se ponía uno a deambular nerviosamente por nuestra monumental plaza con la esperanza de verla aparecer, contando una mentirilla piadosa que justificara su tardanza.

En mas de alguna ocasión de plano me quedé plantado, pero la esperanza de verla llegar la justificaba con el clásico “esperaré otros quince minutos”…., mismos que el reloj marcaba puntual como mofándose de mi situación, ¡pero qué caray!,… Le daba otro quince, ¡no faltaba más!….

En tanto, las parejas con las manos entrelazadas, miraban de reojo, notando en mí la desesperación de no ver llegar a la pretensa, sentado en una luneta muy atento a los campanadas del Centenario, con la mirada fija en cada esquina esperaba ver aparecer de un momento a otro la silueta de la dulcinea; en más de una ocasión entre quince y quince de “tolerancia”… ¡¡¡me dieron las diez, las once y las doce… en aquella romántica e inútil espera!!!

En más de un siglo, el Centenario fue testigo de grandes concentraciones; vio los primeros carros de gasolina y surcar a los primeros aeroplanos en cielo patzcuarense; también cómo era el gran tianguis centenario del trueque y pasear sobre su plaza a hombres y mujeres de gran linaje que presumían su prosapia frente a otros que apenas tenían lo necesario; ha visto cómo se pinta la plaza de granizo y cómo las calles se inundan cual Venecia testigo de mucho esplendores y allí sigue… viendo pasar el tiempo….¡allí está el Centenario!!!

chanoprd@hotmail.com