4 marzo, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Se discreto en todo…

Lic. Alfredo Castañeda Flores        Analista

La mayoría de las personas son como un libro abierto. Dicen lo que sienten, manifiestan abiertamente sus opiniones en la primera oportunidad que se les presenta y revelan sus planes e intenciones. Lo hacen por diversas razones. En primer lugar, es fácil y natural desear hablar sobre lo que uno siente y sobre los planes que tiene para el futuro. Frenar la lengua y controlar con cuidado lo que se revela exige un gran esfuerzo.

 

En segundo lugar, muchas personas creen que siendo abiertos y honestos se ganan el afecto de los demás. Sin embargo, están en un gran error. La sinceridad es un instrumento romo, que hace sangrar más de lo que corta. Lo más probable es que con la sinceridad logren ofender a la gente. Es mucho más prudente medir y adecuar las palabras, y decir a la gente lo que desea oír, y no enfrentarla con la cruda y desagradable realidad de lo que uno siente o piensa. Y, por encima de todo, el ser desinhibidamente franco lo convertirá en un individuo tan predecible y conocido, que resultará casi imposible respetarlo o temerle. El poder no cae en manos de una persona incapaz de inspirar ninguna de estas dos cosas.

 

Si tú, amable lector, ansías obtener poder, deja de lado ya mismo la sinceridad y aprende el arte de disimular tus intenciones. Cuando lo domine, siempre correrás con ventaja con respecto a los demás. Hay una verdad muy simple acerca de la naturaleza humana, que constituye el elemento básico de la habilidad de ocultar nuestras verdaderas intenciones: el primer instinto del ser humano siempre es creer en las apariencias. No se puede ir por la vida dudando de la realidad de lo que vemos y oímos, imaginando que las apariencias ocultan otra cosa; esto terminaría por agotarnos y aterrarnos. Debido a esto, resulta relativamente fácil disimular nuestras verdaderas intenciones. Basta con presentar un objeto que presuntamente deseamos, un objetivo que en apariencia queremos alcanzar, ante la vista de los demás y tomarán por realidad esas apariencias. Una vez que tu atención se centre en el señuelo, no se dan cuenta de las verdaderas intenciones. En el arte de la seducción, emite señales contradictorias, tales como el deseo e indiferencia, y no solo despistarás a los demás sino que encenderá tu deseo de poseerlo.

 

Una táctica que suele resultar eficaz  como pista falsa es la de aparentar apoyar una idea o causa por entero opuesta a tus verdaderos sentimientos. La mayoría de la gente supondrá que, simplemente, has cambiado de opinión, dado que no es frecuente jugar con tanta ligereza con algo tan emotivo como las opiniones y los valores personales. Lo mismo vale para cualquier objeto de deseo presentado como señuelo: simula desear algo que en realidad no te interesa obtener, y lograrás despistar a tus enemigos, que cometerán todo tipo de errores de cálculo.

 

Utiliza esta táctica de la manera siguiente: oculta tus intenciones, no cerrándote, sino hablando sin cesar de tus deseos y objetivos… pero no los verdaderos. Con esto matarás tres pájaros de un tiro: parecerás una persona amable, abierta y confiada; ocultarás tus verdaderas intenciones; y harás que tus rivales pierdan un tiempo precioso, defendiendo el flanco equivocado.

 

Otra herramienta poderosa para despistar a la gente es la franqueza falsa. La gente tiende a confundir franqueza con sinceridad. Recuerda que el primer impulso es creer en las apariencias, y, dado que todos valoran la sinceridad y quieren creer en la sinceridad de quienes los rodean, rara vez dudarán de ti o adivinarán tus verdaderas intenciones. El aparentar creer en lo que tú dices confiere un gran peso a  tus palabras. Es así como algo engañó y destruyó a Otelo: en vista de la profundidad de sus emociones y la aparente sinceridad de su preocupación por la supuesta infidelidad de Desdémona, ¿Cómo podía Otelo desconfiar de él? Así fue también como el gran estafador Yellow Kid Weil pudo engañar a sus incautas víctimas: simulando creer absoluta y profundamente en el señuelo que les ponía delante de sus narices (acciones falsas, un caballo de carrera destinado a perder), hacía que su realidad fuese difícil de cuestionar. Por supuesto que es importante no ir demasiado lejos en este campo.

 

La franqueza es una herramienta traicionera: si tú te muestras demasiado apasionado, despertarás sospechas en los demás. Muéstrate medido y creíble, o tu ardid será detectado.

 

Para convertir tu falsa sinceridad en un arma eficaz para ocultar tus intenciones, defiende tu fe en la franqueza y en la transparencia como valores sociales importantes. Hazlo en la forma más pública posible. Enfatiza tu posición sobre el tema; proclama, de tanto en tanto, algún pensamiento en el que creas profundamente, pero cuídate, por supuesto, de que en realidad sea irrelevante e insignificante.

 

Recuerda, amable lector, los mejores burladores hacen todo lo que está a su alcance para enmascarar su carácter de bribones. Cultivan un aire de sinceridad en un área para disimular su accionar artero en otra. La franqueza no es más que un señuelo entre las armas de su arsenal.

 

Deseo que lo anterior te sirva para aplicarlos o defenderte de otros. La cortina de humo es un concepto adaptable y puede ponerse en práctica en muchos niveles distintos, pero todos ellos juegan con los principios sicológicos de la distracción y de la confusión. Una de las cortinas de humo más eficaces es el gesto noble. La gente quiere creer en gestos aparentemente nobles y aceptarlos como genuinos, ya que esa confianza resulta placentera. Raras veces notan cuán engañosos pueden ser estos. ¡Ponte atento!