Por muchas razones que la población de Huetamo entiende con claridad, varios trascendentales eventos septembrinos no se lograron festejar en Huetamo, como el desfile del 16 de septiembre, por ejemplo, dado que el agua desde ese día llegaba al cuello en las riberas del Balsas.
De la misma forma pasó de noche el 82° aniversario luctuoso del primer presidente municipal que conoció Huetamo en 1913, el churumuquense José David Tellitud, talentoso personaje político que se arraigó en Huetamo y se convirtió en el primer personaje en repartir tierras a los campesinos en 1931, detalle que le costó la vida.
Por tal situación, la crónica de Huetamo señala que un día 11 de septiembre de 1931, justo a las siete de la noche cuando caminaba don David del brazo de su esposa Francisca por avenida Madero, al momento una bala calibre 45 disparada por la espalda por un sicario, y de eso se cumplieron ya 82 años, y las pesquisas que se realizaron enseguida señalaban como autor intelectual de aquel homicidio a Alejandro Ochoa, quien por extrañas cosas de la vida ocuparía la presidencia municipal en el año de 1933, denunciaba en fecha reciente Tzilacatzín Tellitud, hijo del sacrificado personaje.
Producto de aquella barbarie, quedaron huérfanos los hermanos Tzilacatzín y Jerzaín, y el destino los llevaría en el año de 1937 a la ciudad de México, donde se tendió la mano amiga del entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas, y lograron salir adelante, mientras que en Huetamo quedaba sepultado en la tumba de Los Héroes, hoy olvidada en la parte del fondo del cementerio municipal del Cuinique, hasta donde lo fueron a sepultar sus seres queridos y el pueblo lloraba su desgracia, recordaba su octogenario hijo de regreso en Huetamo.
De la misma forma que murió Tellitud en 1931, también caía en Zirándaro, Gro., el líder agrarista regional Alberto Cárdenas Reyes, cuya muerte fue ordenada por el cacicazgo preponderante en la cuenca del Balsas y sobre su sangre surgiría el inevitable reparto de tierras, de tal forma que desde entonces los nombres de Tellitud y de Cárdenas Reyes cabalgan de la mano rumbo a la eternidad, satisfechos de haber cumplido con el legado zapatista y de haber contado con la incondicional confianza del General Lázaro Cárdenas del Río.