Escritor, columnista, defensor de derechos humanos, etc., estas son sólo algunas de las múltiples facetas en las que se destacó Luis González de Alba, un hombre cabal que vivió y murió en “Salvaje Libertad”, Aguilar Camín dixit.
Debo reconocer que supe de él hasta el 2010 (nunca he sido fan del 68) y sólo conozco parte de su obra, principalmente la publicada en artículos y ensayos de ese año para acá; siempre postergué la búsqueda (y compra) específica de sus libros. Nunca me topé con ellos en las librerías, mala suerte, poco tiraje o discreta exhibición, no lo sé. Tuvo que quitarse la vida para llamar mi atención. Y, ahora sí, darme a la tarea de leer lo más posible de su obra, incluida la de divulgación científica.Es mi pluma contemporánea predilecta, y no veo cómo más hacer honor a su vida, además de este humilde y brevísimo panegírico disfrazado de artículo de opinión.
González de Alba fue un articulista congruente, sin ambages, ácido, salvaje, franco, sin agenda oculta y, sobre todo, justo. Su inteligencia y honestidad intelectual le permitían poner las cosas en su justa dimensión; aun y cuando la pasión lo desbordaba, jamás perdía de vista los datos duros, ni los aciertos o errores de ambos lados de la historia o postura.
Mi pleito con la izquierda, texto de su autoría que describió como “un ensayo personal sobre las diferencias políticas, ideológicas y éticas de un hombre de izquierdas con la izquierda de su país”, fue el causante de llevar mi curiosidad a su persona y a su escritura. Me fascinó el contenido y la forma de trasmitirlo, lo que sumado al hecho de compartir su visión sobre la “izquierda” mexicana contemporánea (Cárdenas, Muñoz Ledo, López Obrador, Bartlett, y much@s más), hicieron de este ensayo una de mis lecturas favoritas, claro, la brevedad también ayudó.
Viajero, homosexual, enamoradizo, culto, sagaz, pendenciero, libertino, son otros tantos de los muchos adjetivos que le podemos endilgar a González de Alba. Tratemos de utilizar tantos nombres o calificativos como se nos ocurran y que le apliquen, pero evitemos llamarlo para la posteridad “líder estudiantil del 68”, epíteto que nunca negó, pero tampoco disfrutó como el resto de sus compañeros de movimiento, mismo movimiento que él se dedicó a desmitificar, poniéndolo en su contexto real. Al respecto dijo, y dijo bien, José Woldenberg en su artículo con motivo de su partida: [González de Alba] “nunca quiso ser solo eso”. Y lo logró, fue mucho más que un dirigente estudiantil.
El 2 de octubre de 1968 marcó su vida, y por ello, un 2 de octubre se la quitó, borrando así la marca y gozando así hasta su último pensamiento y acción de su “Salvaje Libertad”
Don Luis, cómo hará falta su prosa, genial e incorrectísima políticamente. Ahora sí, para mí, 2 de octubre no se olvida.
Otro sí: Medalla Belisario Domínguez para Gonzalo Rivas.
Que en Salvaje Libertad Descanse (QSLD) Luis González de Alba.