20 abril, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Política ficción…

Un General Brigadier en activo del ejército mexicano, destacado desde principios del siglo XXI a la lucha contra el narcotráfico, tanto en actividades de inteligencia como de campo, pide su retiro. Inesperado resultó el acto por su edad, 52 años recién cumplidos, por su salud de hierro y por un promisorio porvenir en su carrera militar, su ascenso a General de Brigada era inminente, solo cuestión de tiempo; ser divisionario también era una posibilidad si jugaba bien sus cartas.

El hecho pasó desapercibido para la sociedad en general, si bien era algo extraño, hasta insólito, solo lo era en el mundo de la milicia. El General no dio explicaciones a nadie, ni al General Secretario que fue el único que se atrevió a pedírselas. Le alegó de manera parca cuestiones de índole familiar y hasta allí.

Mientras tanto, en el mundo civil, se respiraba hartazgo y mal humor social, producto de la inseguridad en que se vivía y de una economía maltrecha. La inseguridad era causada más por la delincuencia común que por la organizada, y la economía, a pesar de una correcta conducción, era víctima de situaciones internacionales e imprevisibles, que poco respiro le daban al peso, y por tanto al poder adquisitivo de los mexicanos.

La sociedad mexicana era, a un año de las elecciones presidenciales del 2018, un caldo de cultivo antisistémico. Sin embargo, los actores políticos antisistémicos visibles eran productos del sistema, y no lo más rescatable por cierto. Dicho de otro modo, eran políticos tradicionales que, viendo la mundial corriente antisistémica, otearon en ella una oportunidad con fines personales, la adquisición del poder por el poder.

Después de un mes de vacaciones familiares por Centroamérica, el recién retirado General Brigadier, hasta entonces un desconocido de la vida pública nacional, irrumpe en ella como presidente de un partido político nacional de los llamados pequeños, el cual, hasta ese día, la única duda que despertaba sobre su participación en la elección del 2018, era con qué partido de los grandes se aliaría para que su nomenklatura siguiera viviendo del erario.

El primer discurso de este hombre duro y carismático, hasta ese momento alejado de los reflectores y escrutinio público, fue directo, honesto y contundente, del cual destacaremos por su relevancia lo siguiente: “Los partidos políticos son un medio y y su fin es el correcto desarrollo de la sociedad. Este correcto desarrollo implica que los mexicanos nos sintamos seguros y encontremos las oportunidades mínimas necesarias para satisfacer nuestras necesidades a plenitud, por ello, a partir de hoy y desde esta trinchera lucharé incansablemente hasta sentar las bases sólidas para ese desarrollo que México y su gente merece”.

La jugada era clara, desde la presidencia del partido pequeño se daría a conocer en todo el país, mediante spots, haciendo lo mismo que Obrador y Anaya, pero de manera frontal sin ambages ni simulaciones. El siguiente paso sería la candidatura presidencial, una candidatura que aglutinara a todas las voces inconformes con los políticos tradicionales. La oferta venía de un experto en seguridad que ofrecía mano dura contra la corrupción, cambiar la política de lucha contra el narcotráfico y una política económica de corte social liberalista. El General era un candidato antisistema, que si bien es cierto venía del sistema, era un converso real, un producto del hartazgo y no del oportunismo.

A 5 meses de las elecciones, en los sondeos de opinión, el General en retiro aparecía en un sorprendente tercer lugar de las preferencias electorales. Lo anterior causaba júbilo en el equipo cercano del General, nadie esperaba que en tan poco tiempo y sin una estructura nacional pudiera posicionarse en el ánimo del electorado, y esto, antes de que hubiera candidaturas formales…

El General no existe. Es un producto de ficción política o política ficción (Carlos Salinas dixit), pero el México mal humorado y lastimado por la corrupción es real, lo vivimos a diario. Nuestro país requiere una persona austera con altura de miras, que más allá de ideologías y partidos, privilegie el estado de derecho y el pragmatismo en pos de mejores condiciones de vida para sus habitantes.

OTRO SÍ: Mezquinos quienes no reconocen la labor de nuestras fuerzas armadas.