Octavio Paz (1914-1998) fue un poeta –Premio Nobel de Literatura en 1990– que reflexionó sobre la vida social, cultural y, en particular, sobre la política de su tiempo. En el centenario de su nacimiento, ADNPolítico.com recuerda el contenido crítico de sus escritos sobre la realidad política mexicana y sus actores, la democracia y el papel de los intelectuales.
Aunque hizo carrera en el servicio diplomático mexicano, Paz no fue un político ni su carrera literaria estuvo vinculada al poder o a partido alguno. Tampoco fue su faceta de ensayista la más reconocida, ni abordó la política desde una trinchera académica.No obstante, el escritor dedicó textos en sus libros y artículos en revistas y periódicos a explorar la realidad política de México y el mundo, así como las interrelaciones entre los países; a analizar cómo han evolucionado los sistemas políticos a través de la historia hasta nuestros días, y a adelantar posibles vías de solución a los problemas de las sociedades.
Así lo hizo en libros como El laberinto de la soledad (1950), Posdata (1970), El ogro filantrópico (1979) o Pequeña crónica de grandes días (1990); en las revistas que dirigió: Plural (1991-1976) y Vuelta (1976-1998), y en artículos periodísticos publicados por diarios como El Nacional, Novedades, Mañana, La Jornada o Excélsior. Las posturas manifestadas en estos escritos levantaron polémica en su tiempo.
“(Paz) estuvo lejos de convertirse en un especialista: era un poeta que no pretendía escribir de política por competencia profesional, sino por obligación moral”, escribe Armando González Torres en el prólogo de Itinerario crítico: Antología de textos políticos (2014).
A continuación te presentamos lo que Paz reflexionó en torno a algunos temas vinculados con la política.
Los partidos
Desde la década los años 70, Paz respaldó una reforma política que fortaleciera al sistema de partidos y la pluralidad. Pero, ¿qué pensaba sobre los partidos existentes en México?
Del PRI –aunque destacó sus contribuciones a la estabilidad y el desarrollo de México (“por más desigual y defectuoso que haya sido éste”)– señaló su tendencia a encumbrar “caudillos”, mismos que diferenció de este tipo de políticos en otros sistemas, destacando la temporalidad del poder de los presidentes.
“El señor presidente es el PRI durante seis años pero al cabo de ese término surge otro presidente que es una encarnación distinta del PRI. Distinta y la misma: doble exigencia de la institución presidencialista mexicana. La concentración de poder en manos del presidente es enorme pero nunca es un poder personalista sino que es una consecuencia de su investidura impersonal”, escribió en Posdata (1970).
También criticó la práctica del “dedazo”, como se conoce a la práctica presidencial de elegir al sucesor sin métodos democráticos de por medio: “‘El dedo’ señala a los criados”, indicó Paz en Cuestión de palabras (1943).
Paz explicó que el PRI en los regímenes del pasado fue el instrumento político del Estado, pero no un partido de Estado –como hubo en Rusia, Alemania, China o Cuba.
“El PRI no se ostenta como el dueño de una ideología global, un saber universal y enciclopédico que comprende todas las ciencias y las artes, como en los países comunistas. Tampoco ha intentado convertir a la sociedad en su imagen; al contrario, bajo su régimen la sociedad ha crecido, se ha diversificado y se muestra más y más independiente, mientras que en los países donde el Partido-Estado ha sido la realidad omnipresente se aniquilaron clases y pueblos enteros”, destacó en el artículo Las elecciones de 1994: doble mandato, publicado en Vuelta en octubre de 1994.
“La política mexicana está llena de grandes palabras. Casi todas ellas no poseen contenido alguno, ya porque nunca lo tuvieron realmente, ya porque lo han perdido a fuerza de ser repetidas por labios mentirosos”, agregó sobre la demagogia en el mismo artículo.
Sobre el PAN, lo califica como “claramente democrático”; recuerda que algunos de sus fundadores estuvieron influidos por tendencias no democráticas pero aclara que terminaron por desecharlas.
Paz menciona que Acción Nacional fue fundado por intelectuales católicos, y cuya dirección cayó posteriormente en líderes “menos brillantes” de la clase media y el sector empresarial que consolidaron un “partido provinciano”.
“Sus dirigentes son modernos; todos tienen reputación de honradez y eficacia: tuvieron éxito en sus actividades privadas antes de lanzarse a la vida pública. Sin embargo, con dos o tres excepciones, dan la impresión de ser bisoños en el arte de la política.
“Por fortuna y por desgracia, la ideología no es su fuerte. Por fortuna, porque eso les permite un sano pragmatismo: la ideología es enemiga del sentido común; por desgracia, porque para combatir los estragos de las ideologías hay que conocerlas”, aseveró en Pequeñas crónicas de grandes días (1990).
El ensayista Armando González Torres agregó que Paz criticó del PAN su falta de un proyecto nacional y su poco empuje intelectual, aunque reconoce su vena ciudadana y su vocación democrática (Itinerario Crítico, [2014]).
“La crítica política del PAN al sistema ha impresionado favorablemente a la opinión pública, pues está fundada en los principios democráticos. En cambio, no ha formulado un proyecto nacional nuevo y viable que se ofrezca como una opción distinta a la del PRI (…) El crecimiento del PAN expresa no tanto una tendencia ideológica como el descontento de muchos ciudadanos”, indicó Paz en Hora cumplida, publicado en Vuelta en octubre de 1988.
Al PRD, lo caracteriza como una “curiosa amalgama” que conserva el estatismo y el populismo, con principios de pluralismo y democracia. Destaca su falta de unidad, problema que el sol azteca sigue teniendo.
“El nuevo partido (el PRD fue fundado en 1989) está amenazado de división por su misma heterogeneidad (…) Son un catálogo de sentimientos, gustos, disgustos y obsesiones”, alertó en Pequeñas crónicas de grandes días (1990).
No obstante, cuestiona la filiación democrática del PRD, al recordar que los líderes de ese instituto político en el pasado defendieron regímenes que identifica como “totalitarios” –como el soviético o el cubano–, y rechazaron a los intelectuales mexicanos que no simpatizaban con dichos gobiernos.
En Pequeñas crónicas…, Paz lanza comentarios para los tres principales partidos de entonces –y de ahora– en México: al PRI lo urge a introducir democracia en su vida interna, sin mayorías manipuladas (“su ideal ha sido la imposible unanimidad, no la modesta pluralidad”, escribió en Hora cumplida), así como cambiar su relación con los gobiernos emanados de sus filas, de partido del poder a partido en el poder. “Claro, un poder conquistado en las urnas”.
Al PAN, le sugiere –”sin perder su modernidad”– recobrar sus principios como partido conservador y liberal, para poder penetrar en el centro y sur del país, y convertirse en un verdadero interlocutor nacional.
Y al PRD, le recomienda rechazar el “corporativismo” del cardenismo y evitar los “gérmenes totalitarios” del antiguo PRM.
Salinas y De la Madrid
En la primera mitad de su mandato, Carlos Salinas de Gortari emprendió reformas políticas, a la propiedad ejidal, a la relación Iglesia-Estado, así como una serie de privatizaciones de empresas estatales y la negociación de la deuda externa. Paz consideró que estos cambios tenían un efecto positivo, incluso psicológico: “han devuelto a mucha gente la confianza en su país y en su esfuerzo propio”.
“Han sido decisivas las reformas económicas y políticas realizadas por Carlos Salinas y su equipo. Más jóvenes que los políticos anteriores y con mayor sensibilidad histórica, se dieron cuenta de los cambios de la sociedad mexicana y obraron en consecuencia. Así han logrado sacar al país del pantano en que había caído”, dijo al periodista Julio Scherer en 1994.
“Hemos salido de la ruina, hemos saneado nuestras finanzas y hoy asistimos a la recuperación de nuestra economía; se han restablecido el crédito internacional y la economía mexicana, gracias a las privatizaciones, se ha puesto en movimiento (…) Y algo más que no se ha dicho: han contribuido indirectamente al proceso de democratización”, agregó.
Paz también celebró la actitud mesurada de Miguel de la Madrid para contener los problemas financieros del país y poner los cimientos para las reformas emprendidas en el sexenio de Salinas de Gortari.
“Se procura devolver a la sociedad la iniciativa económica, limitar el estatismo y, en consecuencia, la proliferación burocrática. Renuncia al populismo, a la ineficacia y al despilfarro, no vuelta a un capitalismo salvaje como se ha dicho. Ha disminuido la carga de las onerosas empresas estatales –aunque todavía quedan algunos paquidermos–, el gasto público se ha reducido, se ha limitado el abusivo poder burocrático, se ha combatido la corrupción y se ha llegado a un acuerdo con nuestros acreedores”, consideró en Pequeñas crónicas de grandes días (1990)
El petreóleo y otros recursos
En la década de los años 50, Paz elogió que la Revolución y los gobiernos emanados de ella recuperaran para el Estado recursos como el petróleo, los minerales, la energía eléctrica y otras fuentes para transformar al país. También celebró el reparto agrario, las obras de irrigación y los programas de atención para campesinos.
“Lo conquistado hay que defenderlo todavía. Pero el régimen feudal ha desaparecido. Olvidar esto es olvidar demasiado”, apuntó en El Laberinto de la Soledad (1950).
No obstante, reconoció que el capital con el que cuenta el Estado es insuficiente para explotar de manera conveniente los recursos naturales del país, financiar el desarrollo y crear infraestructura económica. De entrada descartó recurrir al capital extranjero, al destacar que este tipo de inversionista no se interesa en un plan general de desarrollo económico para el país.
“Todo el mundo sabe que las ganancias de esas inversiones salen del país, en forma de divisas y otros beneficios. Además, implican dependencia económica y, a la larga, injerencia política del exterior. Por otra parte, el capital privado no se interesa en inversiones de largo plazo y de escaso rendimiento, que son las que nosotros necesitamos”, asentó en el mismo texto de 1950.
De los préstamos gubernamentales, mencionó que “entrañan condiciones políticas o económicos”, por lo que llamó a preferir el financiamiento de organizaciones internacionales y una alianza con pueblos con problemas semejantes a los de México, como los de los países latinoamericanos, asiáticos y africanos.
Los sindicatos y el régimen
El autor criticó la incorporación de los sindicatos al partido de la revolución (actualmente, el PRI), al considerar que esto impidió el surgimiento de un movimiento independiente de este sector de la población que incidiera en política.
“Se frustró así la posibilidad de un partido obrero o, al menos, de un movimiento sindical a la norteamericana, apolítico, sí, pero autónomo y libre de toda injerencia oficial. Los únicos que ganaron fueron los líderes, que se convirtieron en profesionales de la política: diputados, senadores, gobernadores”, lamentó en El Laberinto de la Soledad (1950).
Además, arremetió contra las dirigencias sindicales, a las que llamó “corrompidas burocracias” y “casta de cínicos” al servicio del PRI (Posdata [1970]).
Paz manifestó una esperanza de que gremios independientes impulsaran la democracia sindical y desplazaran a los dirigentes corrompidos, y vio en esta posibilidad “una de las fuerzas decisivas en el renacimiento de la vida democrática”. No obstante, el sindicalismo independiente, desapegado al gobierno o a los partidos, no ha tenido este crecimiento acelerado que Paz vislumbró, ni tampoco los mecanismos de democracia sindical de los que habló.
1968 y la renuncia de Paz
En 1962, Octavio Paz fue designado como embajador de México en la India. Renunció al cargo diplomático en 1968, en señal de protesta por la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco. Fue el único funcionario mexicano notable que abandonó al gobierno por este motivo expreso; esto, a pesar de que –confesó– vivía de su trabajo como diplomático.
Dos años después de los acontecimientos, así describió los hechos de la represión al movimiento estudiantil:
“Los estudiantes celebraron una reunión (no una manifestación) en la plaza de Tlatelolco, el 2 de octubre. En el momento en que los recurrentes, concluido el mitin, se disponían a abandonar el lugar, la plaza fue cercada por el ejército y comenzó la matanza. Unas horas después se levantó el campo. ¿Cuántos murieron? En México ningún periódico se ha atrevido a publicar las cifras. Daré aquí la que el periódico The Guardian, tras una investigación cuidadosa, considera como la más probable: 352 muertos. Los heridos deben haber sido miles, lo mismo que las personas aprehendidas. El 2 de octubre terminó el movimiento estudiantil. También terminó una época de la historia de México”, escribió en Posdata (1970).
Paz destacó que las demandas de los estudiantes eran “democratizadoras, reformistas (no revolucionarias) y democráticas”, y que no ponían en peligro al régimen.
“Casi sin proponérselo y más allá de sus slogans revolucionarios, los estudiantes expresaron el anhelo general de la nueva clase media, sobre todo de la ciudad de México, una vida política realmente plural y en la que cesase el monopolio del PRI”, apuntó en Hora cumplida (1988).
En contraste, destacó la “ferocidad de la represión mexicana”, y reprochó que la intensidad de reacción del gobierno no se había visto ni siquiera en regímenes efectivamente amenazados por revueltas sociales.
El exfuncionario condenó que el gobierno haya preferido el uso de la fuerza sobre el diálogo para “restablecer la comunicación con el pueblo” y “recobrar autoridad moral y libertad para dialogar con la derecha, la izquierda, con el sector privado y con los Estados Unidos”.
A pesar de esta cerrazón, Paz vio como consecuencia de la matanza de 1968 “un paso hacia la democracia” en la búsqueda del PRI de una legitimidad que ya no bastaba con la continuación del movimiento revolucionario, por lo que cedió a la apertura al pluralismo, al reconocimiento a otros partidos y proyectos políticos.
El autor realiza un análisis de los partidos entonces existentes (PAN, Partido Comunista Mexicano, Partido Demócrata Mexicano, Partido Mexicano de los Trabajadores e incluso adelanta la separación del ala de izquierda del PRI –que se daría años después en el PRD–), y plantea la pregunta: ¿cuáles son los partidos políticos que podrían disputarle al PRI su dominación?
“La cuestión que la historia ha planteado a México desde 1968 no consiste únicamente en saber si el Estado podrá gobernar sin el PRI sino si los mexicanos nos dejaremos gobernar sin un PRI”, dice en El ogro filantrópico (1978).
Después de abandonar el servicio diplomático, Paz se dedicó a la docencia en universidades estadounidenses. Años después, en 1977, explicó su alejamiento de México y por qué decidió no regresar al país para liderar un movimiento social o político.
“Dejé la embajada de la India para expresar mi inconformidad moral con una política gubernamental. Así, no podía ni puedo convertirme en cabeza política de este o aquel grupo sin traicionar mi actitud”, explicó en entrevista con el periodista Julio Scherer, publicada en diciembre de 1977 en Proceso.
El zapatismo
El Nobel de Literatura reaccionó al surgimiento la guerrilla del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) destacando que provocó “angustia” en la sociedad y criticó al gobierno por haber ignorado o no tomar medidas ante el levantamiento que se aproximaba.
El escritor advierte que los rebeldes no tenían posibilidad de triunfar pero que se debía atender sus demandas por una cuestión de justicia, y evitando un eventual derramamiento de sangre mayor.
“No son ellos, los indios de México, sino nosotros los que debemos pedir perdón. Como se ve, tampoco cierro los ojos ante las responsabilidades de nuestras autoridades –especialmente las de Chiapas– ni ante las no menos graves de las egoístas y obtusas clases acomodadas de esa clase rica provinciana. Esta responsabilidad se extiende, por lo demás, a toda la sociedad mexicana.
“Casi todos, en mayor o menor grado, somos culpables de la inicua situación de los indios de México pues hemos permitido, con nuestra pasividad o con nuestra indiferencia, las exacciones y los abusos de cafetaleros, ganaderos, caciques y políticos corrompidos”, indicó en Chiapas, ¿nudo ciego o tabla de salvación?, publicado en La Jornada el 18 de enero de 1994.
Sobre el “subcomandante Marcos”, uno de los líderes y vocero de los zapatistas, elogia su retórica, “indudable talento teatral” y recursos “casi siempre afortunados”, que, comenta, le valió ganar “la batalla de la opinión”.
“El lenguaje de los líderes del PRI es un lenguaje de funcionarios: frases hechas de cartón y de plástico; el de subcomandante Marcos, aunque desigual y lleno de subidas y caídas como un tobogán de montaña rusa, es imaginativo y vivaz (…) Aunque se trata de textos políticos, en principio destinados a los más, parecen pensados y escritos para seducir o irritar a una élite: esa clase media que concurre a los cafés literarios…”, escribió en Chiapas: hechos, dichos, gestos, publicado en Vuelta en marzo de 1994.
¿Izquierdista? ¿Liberal?
Paz ubicó sus orígenes ideológicos en el espectro de la izquierda, y fue un defensor del liberalismo político.
“Nací con la izquierda. Me eduqué en el culto a la Revolución francesa y al liberalismo mexicano. En mi juventud, hice mía la gran y prometeica tentativa comunista por cambiar al mundo. La idea revolucionaria fue y es un proyecto muy generoso. Mis afinidades intelectuales y morales, mi vida misma y mis críticas, son parte de la tradición de la izquierda”, señaló en entrevista con Braulio Peralta (El poeta en su tierra, 1996).
“Octavio Paz era un hombre justo. Un hombre de izquierda. Socialista democrático, que defendía la libertad de expresión”, dice el crítico uruguayo Hugo Verani.
Pero el escritor no se identificó con la izquierda partidaria, con la cual mantuvo fuertes desencuentros a lo largo de su vida, particularmente por sus críticas al régimen soviético.
Paz denunció los campos de concentración que mantenía la URSS y denunció los crímenes del estalinismo, al traducir al español –en 1951– parte de los testimonios incluidos en L’Univers concetrationnaire de David Rousset (1946).
“Nuestras opiniones en esta materia (partidarias al régimen soviético) no han sido meros errores o fallas en nuestra facultad de juzgar. Han sido un pecado, en el antiguo sentido religioso de la palabra: algo que afecta al ser entero (…) Ese pecado nos ha manchado y, fatalmente, ha manchado también nuestros escritos. Digo esto con tristeza y humildad”, escribió en Polvos de aquellos lodos, publicado en Plural en 1974.
En México, sostuvo constantes debates con el dogmatismo de izquierda, lo cual es visto como un pase a un anti-izquierdismo. Todo esto es interpretado como una ruptura con la izquierda ortodoxa.
Aunque impulsó el respeto por las libertades individuales y la independencia responsable de las personas, Paz advirtió que este liberalismo no es suficiente para comprender la realidad.
“No soy liberal porque el liberalismo deja sin respuesta a más de la mitad de las grandes interrogaciones humanas [como la fraternidad o el valor de la existencia], pero es una filosofía que nos puede guiar moral y políticamente, en nuestro trato con los otros pues nos enseña la tolerancia. Además, es un pensamiento fundado en la libertad, un valor irrenunciable”, consideró en conversación con Tetsuji Yamamoto y Yumio Awa, en El peregrino en su patria. Historia y política de México (1987).
Arte, ¿comprometido?
Paz creía que el arte no debe ser “simple artificio estético”, ni concuerda con que éste es un mero instrumento de adoctrinamiento (así lo manifestó en su ensayo Ética del artista, publicado en 1931, cuando tenía apenas 17 años de edad).
Como poeta, sus gustos “no encajan ni en la estética nacionalista ni en el realismo socialista”, comenta Armando González Torres (Itinerario Crítico, [2014]).
Según este ensayista, Paz trata de mediar entre una literatura pura y una de compromiso: “Asume que un arte significativo y transformador requiere de un esfuerzo ético, pero sobre todo estético”.