El tema de hoy es muy importante, porque a diario y a cualquier hora se dan, muchas veces con graves consecuencias, me refiero a las discusiones. Para iniciar, si es permitido usar ésta palabra, porque lo cierto es que todos, en un determinado momento, creemos tener la verdad irrefutable en ciertos temas que se transforman del diálogo ameno a la acalorada discusión.
El diálogo se define como plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos sobre un asunto o problema, con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución. Pero, ¿sabes identificar cuándo ese diálogo se torna en discusión y acaba en pelea? ¿Consideras que sabes dialogar? ¿Sabes discutir? ¿Puedes mantener una conversación aun cuando la otra persona tenga ideas contrarias a las tuyas?
Siempre habrá actos o razones con los que vamos a estar en desacuerdo, ya sea con nuestra pareja, con los hijos, con nuestros padres o con nuestros amigos y/o compañeros de trabajo. Evitemos el deseo de ganar siempre la discusión, minimizando los argumentos de la otra persona. No olvidemos que el objetivo es dialogar, llegar a acuerdos, no pelear.
Discutir es hasta cierto punto algo natural; algo que le puede dar un toque diferente a la reunión porque las pasiones siempre serán motivo de interés; ¿dime si no es lo que le da rating a un programa de televisión? Ese momento de clímax en el que los protagonistas de una entrevista, serie, película o reality show empiezan a expresar sus puntos de vista diferentes y terminan en una discusión acalorada, donde se plasma claramente la inteligencia de algunos o la falta de cordura y madurez de otros. Por supuesto el morbo vende y más ese morbo de ver que dos o varias personas no se ponen de acuerdo y entran en discusiones acaloradas, donde se aprecia la poca madurez; la nula paciencia y la falta de prudencia y entendimiento que tenemos los seres humanos cuando alguien está en contra de nuestras ideas.
Hablando de madurez, la etapa máxima que debe alcanzar el ser humano para que su estancia en la vida tenga un propósito y no sea en vano, estoy convencido de que dentro de la gran variedad de situaciones en las cuales se puede mostrar madurez a los demás, la más convencional es mantener la calma cuando los demás están alterados.
Discutir es, sin dudarlo, una catarsis o válvula de escape gracias a la cual podemos extraer la presión que acumulamos al paso de las horas, días o años; es en ésta cuando damos nuestro punto de vista ante determinada circunstancia, y a veces no medimos la forma en la que soltamos esa energía acumulada, la cual muchas veces no hemos podido descargar en otros ámbitos. Es el típico caso de quien trabaja en un lugar hostil, donde le es imposible expresar su malest5ar, y guarda un silencio doloroso que va convirtiéndose en coraje o rencor y lo desquita en otros lugares, en especial donde sí puede, y ese lugar es normalmente su propia casa, con la gente con quien sí puede ejercer control porque lleva el sartén por el mango.
¡Pobre esposa e hijos de quien es aplastado en su trabajo! O viceversa, también está el caso de la mujer sumisa y abnegada que desquita su coraje con los hijos; o el hombre aplastado, controlado por una mujer mandona y calzonuda que toda su vida estuvo acostumbrada a imponer su voluntad, entonces el inocente opta por no hablar ni expresar su sentir, pero en el trabajo o en la calle, el sumiso se convierte en una fiera con la gente a su cargo y te podrás imaginar, inteligente lector, el tipo de jefecito que es.
Discutir debe ser un arte que incluya las destrezas siguientes:
Con quién discuto. Muy saludable hacernos este cuestionamiento antes de entrar en una discusión.
¿Quién es esta persona que está expresando su sentir o contradiciéndome en algo de lo que estoy plenamente convencido? ¿Vale la pena engancharme? ¿Tiene conocimientos del asunto en cuestión? ¿Es alguien de peso en mi vida? (aquí me refiero a una persona que podría no tener la razón, pero que no es saludable ni conveniente entrar con ella en una discusión acalorada porque puedes ganarla a costa del resentimiento, y eso ocasionaría muchos conflictos; por ejemplo tu jefe). ¿Su historia personal me dice que es congruente y sabe generalmente de lo que está hablando?
En privado. A todos, nos molesta ser puestos en evidencia, y más cuando cometemos un error. Por demostrar superioridad o amenizar una reunión, podemos caer en la tentación de querer corregir a alguien delante de los demás. Ponemos en evidencia, por ejemplo, la capacidad de las personas, o restamos liderazgo al papá o a la mamá cuando se les corrige en forma agresiva y frente a sus hijos. La prudencia es una cualidad que indica la madurez de una persona.
Una dosis de humildad. Que se manifiesta escuchando con empatía, tratando de identificar los argumentos del otro sin prejuzgar o anteponer verbal o mentalmente nuestro sentir. Capacidad para reconocer que no siempre tenemos la verdad absoluta y que en cualquier discusión hay tres verdades: mi verdad, tu verdad y la verdad. De lo que se trata es de llegar a una verdad equilibrada.
Procura usar el yo en lugar del tú. Siempre ayuda a minimizar la reacción de la persona con la que discutimos. Con esto evitamos que el otro se sienta mal con nuestras quejas. Recuerda, amable lector, que la gente olvida lo que le digas, lo que jamás olvida es cómo la hiciste sentir.
La máxima prueba de madurez es mantener la calma cuando todos están alterados. También recuerda que muchas veces ganamos una discusión cuando la evitamos, quienes conocen la gran diferencia entre discutir y pelear identifica las situaciones en las que no vale la pena invertir tiempo con discusiones intrascendentes. Evitan las discusiones innecesarias y sin sentido, la palabrería que solo lleva a discutir por discutir. MADURA.