20 enero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Muerto el perro…

Lic. Alfredo Castañeda Flores      Analista

 

Los problemas suelen tener su origen en un solo individuo fuerte: el instigador, el subalterno arrogante, el sembrador de inquinas y resentimientos. Si dejas espacio para el accionar de este tipo de individuos, otros sucumbirán a la influencia del personaje. No esperes a que los problemas que él causa se multipliquen, y no trates de negociar con él, pues es irrecuperable. Neutraliza esa influencia, aislándolo o eliminándolo. Recuerda que, muerto el perro, se acabó la rabia.

 

Aprende esta lección. No pierdas tiempo atacando en todas direcciones a un enemigo de muchas cabezas. Encuentra la única cabeza que importa: la persona que posee la voluntad o la Inteligencia o, sobre todo, el carisma necesario para convertirse en líder. Luego, cueste lo que cueste, aleja a esa persona, porque en cuanto haya desaparecido los poderes que ejercía perderán efecto. El aislamiento podrá ser físico (destierro o ausencia de la zona), político (debilitamiento de su base de apoyo) o sicológico (destrucción de su imagen en el grupo, mediante calumnias e insinuaciones). El cáncer comienza con una única célula; extírpala antes de que se expanda y se vuelva incurable.

 

Esto es aplicable para cualquier área de la vida.

 

En cada grupo el poder se concentra en las manos de una o dos personas, dado que ése es un aspecto en el cual la naturaleza humana nunca cambiará: la gente se congrega en torno de una sola personalidad fuerte, como los planetas al describir su órbita alrededor de un sol.

 

Actuar con la ilusión de que este tipo de centro de poder ya no existe significa cometer un error tras otro, derrochar tiempo y energía y nunca dar en el blanco. El hombre poderoso nunca pierde tiempo. Hacia afuera podrá simular seguir el juego –fingiendo que el poder es compartido por muchos–, pero por dentro mantiene un ojo atento sobre los pocos que dominan el grupo. Y sobre éstos hay que actuar. Cuando urge algún problema el hombre de poder busca la causa subyacente, el personaje fuerte que comenzó a incitar a los demás y cuyo destierro o aislamiento permitirá que las aguas se aquieten nuevamente.

 

Lo mismo sucede en el ámbito familiar, cuando la dinámica familiar es inestable y disfuncional, siempre hay una persona que es la instigadora, la generadora de problemas. Cuando se acude a terapia, en las sesiones tomadas, se aísla de modo simbólico esa manzana podrida sentando a la persona en cuestión en un sitio algo apartado aunque solo sean unos centímetros. Poco a poco los demás miembros de la familia identifican a ese individuo como la fuente de sus problemas. Una vez que hayas identificado al instigador, al denunciarlo ante el resto del grupo lograrás un avance muy importante. Averiguar quién es el que controla la dinámica del grupo es fundamental. Recuerda: el instigador actúa ocultándose en el grupo, disimulando su accionar entre las reacciones de los demás. Convierte ese accionar en algo visible, y el agitador perderá el poder de causar problemas.

 

Una táctica clave en los juegos de estrategia consiste en aislar el poder el enemigo. En el ajedrez se acorrala al rey. En el juego chino del Go se trata de aislar las fuerzas enemigas en pequeños nichos, para inmovilizarlas y tornarlas ineficaces. A menudo es mejor aislar al enemigo que destruirlo, dado que nuestra decisión parecerá menos brutal. El resultado, sin embargo, es el mismo, porque en el juego del poder el aislamiento equivale a la muerte.

 

La forma más eficaz de aislamiento consiste en separar de algún modo a su víctima de la base de poder en que se apoya. Cuando un poderoso quiere eliminar a un enemigo de la élite del gobierno, no lo enfrenta en forma directa: trabaja silenciosa y sutilmente para aislarlo, dividir y alejar a sus aliados, para reducir la base de apoyo. Pronto el hombre desaparece por sí solo.

 

La presencia y la apariencia tienen gran importancia en el juego del poder. Para seducir, sobre todo en las primeras etapas, la presencia constante es necesaria para ejercer influencia; si te ausentas a menudo de la vista de los demás, el encanto se desgastará.

 

El aislamiento tiene otros usos estratégicos. Cuando se intenta seducir a alguien, a menudo es aconsejable aislarlo de su contexto social habitual. Una vez aislado, se vuelve vulnerable a nuestra influencia. De forma similar, los grandes estafadores buscan la manera de aislar ca sus víctimas del entorno social en que suelen moverse, para llevarlas a un ambiente en el cual ya no se sientan cómodas. En ese nuevo medio se debilitan y sucumben al fraude con mayor facilidad. El aislamiento puede, entonces, resultar una forma poderosa de poner a la gente bajo nuestro influjo para seducirla o embaucarla.

 

A menudo, amable lector, encontrarás poderosos que se han apartado solos del grupo. Quizás el poder se les ha subido a la cabeza y se consideran superiores; quizás han perdido la capacidad de comunicarse con la gente común. Recuerda: esto los torna vulnerables. Por muy poderosos que sean, estos individuos pueden ser utilizados.

 

Busca siempre a la persona que ocupa altas posiciones pero que a la vez se encuentra aislada de su entorno (en México, esa figura es la esposa, debido a la falta de carácter de la mayoría de hombres de permitir ser dominados por ella). Caerá en tu regazo como fruta madura, será fácil de seducir y te catapultará hacia el poder.

 

Cuando desaparecen los líderes, desaparece también el centro de gravedad; no hay nada en torno de la cual girar, y todo se desmorona. Apunta al líder, hazlo caer y aprovecha las infinitas oportunidades que se te presentarán en medio de la confusión.

 

Por último, inteligente lector, cualquier daño que hagas a un hombre debiera ser infligido de modo tal que no tengas por qué temer su venganza, escribió Maquiavelo. Si actúas para aislar a tu enemigo, asegúrate de que carezca de los medios para devolverte el favor. Es decir, si aplicas esto; aplícalo a partir de una posición de superioridad, a fin de que no tengas nada que temer del resentimiento de los demás. ¡Ponte atento!