22 abril, 2025
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Martha González presenta libro en Pátzcuaro sobre indumentaria indígena

Las modificaciones en la vestimenta purépecha son un proceso en el cual intervienen tanto elementos de la tradición indígena como tendencias de las modas occidentales que adquieren nuevos sentidos y garantizan así la continuación de su tradición indumentaria, concluye la investigadora Martha González Lázaro, al realizar una investigación sobre esta temática.

Tradición y moda en la indumentaria de las mujeres de Comachuén, Michocacán es el nombre del estudio que llevó a cabo González Lázaro y que presentó en la sesión del Grupo KW’ANÍSKUYARHANI de Estudiosos del Pueblo Purépecha, desarrollada este fin de semana en la ciudad del lago.

“La moda entendida como la preferencia por llevar a cabo ciertas prácticas como vestir un rollo de lentejuelas o uno de paño de colores, donde además, la moda se vuelve parte de la tradición y se transmite a través de ella. Las novedades introducidas en las prendas tradicionales van modificando el gusto de sus usuarias, los esquemas de apreciación sobre lo que es deseado y lo que ya está choteado se mueven de acuerdo con los tipos de variaciones que ellas mismas deciden ir implementando en su indumentaria colectiva”, se plantea en el texto.

Y se añade: “para plantear esta investigación resulta más adecuado entender que hay modas múltiples y heterogéneas, que no son exclusivas de las capitales mundiales como París, Milán o Nueva York, sino que pueden crearse y consumirse en lugares donde por lo general resulta impensable que pueda existir moda, por ejemplo, la comunidad que se toma como caso de análisis: Santa María Comachuén, dentro de la sierra de Michoacán”.

La especialista precisa, a partir de la investigación realizada en la comunidad del municipio de Nahuatzen que, efectivamente, hay un sistema indumentario purépecha que consiste en seis prendas básicas que se han mantenido por generaciones, a saber: nagua blanca, rollo, delantal, fajas, guanengo y rebozo, además de los accesorios como aretes, collares, zapatos, peinado y maquillaje.

Las elecciones y decisiones personales de las jóvenes que eligen las variaciones que introducirán en sus trajes son las que van cambiando su sistema indumentario, son actualizaciones que permiten que su tradición indumentaria continúe vigente y que haya una apropiación de la moda que se manifiesta en prácticas como: qué diseño bordar, qué color o tela usar, acortar o alargar el rollo, sustituir guaraches por tacones o dejar de usar alguna prenda como el caso concreto del saco, refiere la académica.

Afirma que “si bien los trajes indígenas son un tema clásico en la antropología social y cultural, la moda no es un tema que goce de reconocimiento suficiente ni en la filosofía ni en la antropología”

Asegura que las modas occidentales que se introducen en la indumentaria tradicional, “no son meras copias o imitaciones de elementos ajenos a la cultura propia, sino que son elementos apropiados y resignificados que en conjunto con los elementos que persisten en el traje, como las seis prendas básicas, van reforzando la tradición indumentaria para garantizar su transmisión y su sentido hacia las generaciones más jóvenes”

Plantea la tesis de que hay evidencias suficientes para sostener que en la indumentaria tradicional de las mujeres purépechas de Comachuén se mantienen constantes ciertos elementos, como las seis prendas básicas, pero al mismo tiempo la indumentaria general, es decir, el conjunto de prendas, va siendo objeto de distintas variaciones introducidas por decisiones y elecciones en función del gusto que predomine en las mujeres jóvenes o en edad casadera. Estas variaciones implican innovar o actualizar las prendas para que les sigan siendo significativas y continúen deseando vestir con la indumentaria tradicional.

Al vestirse con la indumentaria tradicional se busca el reconocimiento no sólo del capital económico de la muchacha y su familia, sino, más importante, la adquisición o reafirmación del prestigio social como un tipo de capital simbólico, de los valores que encierra el ser una “buena mujer”, y por lo tanto deseable como esposa, nuera o cuñada.

La investigadora estima que un traje con sus prendas nuevas y actuales puede llegar a costar casi doce mil pesos. “Es una inversión costosa y por lo general es la familia de las muchachas la que absorbe los gastos para que ella pueda lucir lo mejor posible. También se dan los casos donde las mujeres trabajan y se pagan ellas mismas su traje, aunque esto implica que ya no son adolescentes, sino mujeres de entre 20 y 35 años, por lo general profesionistas. Otro caso es que el esposo cubra los gastos del traje si su esposa es ama de casa y no obtiene por tanto un salario por su trabajo”, puntualiza.