“El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo”. Séneca.
Estamos en época electoral, por lo que este análisis es aplicable al momento que vivimos, si un personaje hace creer que gracias a él se pueden obtener beneficios de tipo sexual, político, amoroso, económico o espiritual, será seguido, aceptado y a veces amado, incluso adorado. El que los demás deseen algo, le da poder. Lo cual, es frecuente y común, porque el ser humano es inquieto y más aún, el mexicano que está deseoso de ser tomado en cuenta. Aunque la mayoría carezca del mínimo conocimiento y la capacidad necesaria.
El poder es un concepto ambiguo en el que caben todos los deseos y sus probabilidades. Es indefinido y se basa en las aspiraciones de los demás. De eso viven los políticos, de hacer pensar al pueblo que tendrá mayor poder adquisitivo (aumento salarial), y a sus colegas en el servicio público los hacen creer que si los apoyan obtendrán beneficios económicos profesionales. Es el motor más básico para el hombre, porque tiene que ver con la supervivencia del ego.
Poder nefasto. Seguimos a quien creemos que nos puede dar o quitar aquello que anhelamos: amor, seguridad, información, dinero y sentido de pertenencia.
La estrategia de la ley del poder nefasto es la siguiente:
Prometa: diga que habrá algo mejor si se hace tal o cual cosa.
Someta: castigue y limite en caso de que no se haga lo que quería.
Rompa: destruya reglas, instituciones, amistades, valores, con el fin de que se consiga lo que quiere.
Una: junte ideas, personas, enemigos, amigos. Establezca puentes de interés.
Aparente: tenga prudencia en lo que diga y haga; si es bueno, que parezca bueno; si no lo es, también.
Evidencia: tenga pruebas de que lo que hace le conviene a los demás.
Liderazgo: antítesis del poder nefasto. La característica principal del líder innato es la fuerza que nace de sus ideas y convicciones. No puede fingirse, es parte de él mismo.
Según recientes estadísticas, cuatro de cada diez empleados renuncian por considerar incompetente a su jefe.
En general, los jefes suelen confundir liderazgo con el hecho de poder despedir a un subordinado, este error hace que un ter4cio de los empleados piense que su jefe es ineficaz y que está poco capacitado para el cargo. Este fenómeno se convierte cada vez más en causa de renuncias voluntarias. Aunque siendo honestos, los mexicanos, tienen la autoestima laboral (entre otras áreas) muy alta y nadie, por muy preparado que técnicamente esté, lo consideran apto, probo ni eficiente.
Sin embargo, algunas actitudes de un buen jefe son:
Reconocer apropiadamente las actitudes de sus empleados.
Apoyarlos constantemente y conversar cuando se nota un descenso en la calidad del trabajo.
Involucrar al personal en las decisiones laborales.,
Escuchar. No quejas, no chismes, sino mejoras para todos.
Tomar tiempo para explicar de manera razonable las decisiones concernientes al trabajo.
Respetar y mantener la autoestima de sus empleados.
Amable lector, si andas en busca de poder, escoge entre ser Maquiavelo o Jesús, personajes históricos que sabían manejar el poder. Date cuenta que los dos fueron torturados: el poder siempre implica una responsabilidad y un costo. En ambos casos, las heridas fueron físicas, pero sólo en uno tuvieron un significado trascendente. Por eso antes que el poder, primero busca el significado de lo que éste hace. Esa será tu mejor guía para utilizarlo correctamente, o mejor aún, usarlo sabiamente. Y créeme que solo pocos, muy pocos así lo hacen.