El secreto, sin duda, es parte de la esencia tanto del individuo como de las sociedades humanas. Como mamíferos que somos tendemos a vivir en rebaño, pero algo nos empuja a conquistar y a defender un espacio de intimidad, un espacio íntimo en el que siempre ocultamos algo, igual que el resto nos lo oculta a nosotros.
Desde nuestra infancia percibimos que vivimos en un mundo propio, que ocultamos y nos ocultan partes del cuerpo, ocultamos algunos de nuestros actos y también nos damos cuenta que nuestros sentimientos son diferentes a los de nuestros padres y hermanos, que existen aspectos de la vida de éstos que no conocemos, que permanecen también ocultos a nuestros ojos y viceversa.Es el equilibrio entre nuestra privacidad y nuestra vida social, lo oculto y lo público, el que va determinando nuestra propia personalidad. Aquello que ocultamos, lo que revelamos y el respeto que mantengamos con los secretos de otros, cercanos o no, marcará poco a poco nuestro acomodo en el rebaño.
Esto es así en el individuo, también ocurre en el seno de la familia, se ocultan hechos para que no trasciendan al resto de la comunidad, adquiriendo el secreto un grado superior en nuestra escala social, ya no es solamente un secreto unipersonal e íntimo, sino un secreto compartido del que emana una fuerza aglutinadora que une a los miembros del clan con lazos de intimidad compartida, otorgándoles un sentido de pertenencia.
Esta práctica defensiva y de identidad del secreto nos confiere a través del proceso de formación de la personalidad, seguridad y equilibrio emocional, muy importantes.
Con el tiempo descubrimos que otras familias ejercen similar secreto, que la social convivencia se basa en gran medida en ese equilibrio entre el derecho a lo privado y la obligación con lo público, entre lo oculto e íntimo, contrapuesto a lo manifiesto y evidente. Durante el aprendizaje los profesores paulatinamente van compartiendo con nosotros parte de su conocimiento manteniendo oculta otra parte del mismo, en nuestro andar profesional la empresa donde trabajamos nos va desvelando sus secretos en la medida que vamos ascendiendo en el escalafón, otro tanto ocurre en el sindicato, partido político, religión o cualquier otra asociación humana en la que participemos. Pronto somos conscientes que nuestro poder se basa en la información que tengamos del otro y en la cantidad de secretos que atesoremos. Somos, como se dice, dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.
Es en este proceso donde se va despertando esa curiosa fascinación que todos tenemos en distinta media por las sociedades secretas.
Desconocemos, precisamente por su carácter secreto, dónde y cuándo surgieron las primeras sociedades secretas, aunque es fácil deducir que han acompañado siempre al ser humano en su evolución social. Las sociedades secretas son parte esencial de la vida tribal. A lo largo de la historia en muchas partes del mundo han sido las sociedades secretas el medio de educar a los jóvenes en los valores y deberes ancestrales que exige la vida de adulto. Este deber colectivo relativo al secreto tribal ha sido tan necesario para mantener la identidad del clan como el secreto personal lo es para la identidad del individuo.
En el mundo, ajeno a esta realidad, suele confundirse a las sociedades secretas con las denostadas sectas, mezclando conceptos de unas y otras, cuando en realidad son asociaciones diferentes y las más de las veces, totalmente opuestas.
Las sectas tienen características propias que las definen entre las que no se encuentra el mito o leyenda en que casi siempre se apoya el secreto, que es una de las características más definitorias de las sociedades secretas. Éstas, se consolidan y mantiene a lo largo de su existencia en torno a la sumisión de los adeptos hacia su líder, en general un falso iluminado que dicta los dogmas en torno a los cuales se desarrolla la vida de la secta, son dogmas de fe, verdades regaladas que deben asumirse como identidad comunitaria, no ejerciendo sus miembros el derecho de crítica al líder, donde las normas dictadas por él prevalecen sobre cualquier criterio individual, son acatadas por todos los individuos de la secta con la creencia de ser expulsados y perseguidos.
Otra de las características que definen las sectas que las alejan de las sociedades secretas es su afán de crecimiento a través del proselitismo al que están sujetos todos sus miembros, anteponen normalmente lo cuantitativo a lo cualitativo, todo los contrario de las sociedades secretas, donde importa más la identidad y la capacidad intelectual, incluso el elitismo, en detrimento de la cantidad.
Las sectas mantienen mayores similitudes por sus características, más o menos acentuadas, con los partidos políticos y las religiones y asociaciones religiosas, siendo a veces muy difícil marcar los límites que separan a las distintas sectas de estas organizaciones políticas o religiosas y esta similitud, quizás sea, la posible causa de los típicos sectarismos endogámicos que abundan en este tipo de organizaciones.
Las sociedades secretas a lo largo de la historia, tienen un abanico de peculiaridades similares entre sí, características muy diferentes a las de las sectas. Incluso éstas no son idénticas en todas las sociedades secretas, debido, a que sus fines tampoco son los mismos. La característica común, es el secreto que las define a todas ellas, pero éste varía en función de parámetros: la finalidad de la sociedad, la discreción necesaria para su supervivencia, el número de sus miembros o su influencia social.
Es un abanico de grados tan amplio que sería imposible clasificarlo así, pues en cada sociedad secreta el nivel de ocultamiento varia de una a otra e incluso varia dentro de la misma sociedad secreta de un país a otro dependiendo de la aceptación o rechazo social e incluso de las finalidades que también pueden variar en cada lugar y momento histórico dentro de la misma sociedad secreta. Este es el caso de la francmasonería donde no mantienen el mismo comportamiento en España, en Irán o en los Estados Unidos.
Este secreto que las define no es común a todas ellas, y va desde el secreto absoluto que su quebrantamiento es castigado con la muerte (como en el caso de los Carbonarios), hasta la simple discreción de la identidad de sus miembros, caso por ejemplo de una sociedad pública y bien conocida como son los Alcohólicos Anónimos, donde sólo se mantiene una discreción conveniente en sentido terapéutico de la identidad de sus miembros.
Así mismo, entre la particularidades que distinguen a las sociedades secretas destaca en la mayoría de ellas el juramento exigido a todos sus miembros, la iniciación esotérica que marca el punto de inflexión de profano a miembro del grupo, el ritual que se desarrolla en todas sus reuniones, el lenguaje simbólico sólo reconocido por los miembros de la sociedad y que puede ser expresada de formas, verbales, gestuales o estéticas, utilizado como medio para reconocerse fuera del ámbito de las reuniones, en el mundo, la prueba previa a la iniciación en la que participaran un número indeterminado de miembros y que será la base para discernir la aceptación o rechazo del individuo, la muerte alegórica parte del ritual de iniciación o de posteriores ritos de exaltación, las leyendas donde extraen la razón de su existencia y la filosofía que les orienta, la separación entre hombres y mujeres aunque generalmente estas asociaciones han sido masculinas.
Casi todas estas características se repiten con diferentes matices en casi todas las sociedades secretas, dándose una mayor importancia a algunas de ellas en función de las finalidades propias de cada una de las sociedades.
En lo que difieren sustancialmente estas sociedades secretas es en los fines que persiguen. La sociedad en general siempre ha tenido junto con esa curiosa fascinación hacia las sociedades secretas un marcado recelo. Suponen que el hecho de esconder su pertenencia o la propia ocultación de la existencia de la sociedad es lo suficientemente demostrativo de la maldad de sus fines, pero eso no es así, hay sociedades esotéricas con infinidad de motivaciones, pueden ser sociedades secretas nacidas para el crimen, otras lo han sido de tipo político o revolucionario, racistas o xenófobas, patrióticas, religioso-militares, exclusivamente religiosas, filosóficas, profesionales, filantrópicas o filosóficas actuales en sus diferentes obediencias y países.
Muchas de estas sociedades han sido secretas en determinados momentos históricos debido a la persecución de que eran objeto por los poderes públicos o religiosos, pasando a ser conocidas o incluso a desaparecer cuando se han superado el momento histórico o las causas adversas en las que germinaron. Otras han evolucionado a formas diferentes, es el caso, por ejemplo, de la mafia que nació como una sociedad patriótica y terminó siendo una asociación criminal.
Es por tanto imposible el tratar de generalizar el conjunto de las sociedades secretas más allá de las vagas peculiaridades que las definen. Y es necesario, si queremos saber algo realmente cierto sobre ellas, estudiarlas una a una y no caer en el juego fácil de creer que si conocemos una, conocemos a todas.