La sensibilidad social, la honestidad intelectual, la congruencia, la capacitación continua, la disciplina en el trabajo, la dedicación son solo algunas de las elementales prendas del cúmulo que debe distinguir invariablemente a todo aquel que se ostente como hombre político o a quien pretenda dedicarse a este noble oficio de servir a los demás.
A todos, pero principalmente, a quienes se dedican a la política retribuidos con recursos públicos en esta actividad, como es el caso de quienes dirigen a algún partido político o de quienes ejercen el poder público. Todos los gobernantes y políticos somos servidores públicos y como tales estamos obligados a servir con eficiencia, eficacia, honradez y, sobre todo, con humildad.Deben atender y privilegiar la negociación, la tolerancia, la conciliación y tenerlas como herramientas de su diario actuar, dejar atrás la soberbia y tener una mayor humildad.
Pero estas cualidades sólo son propias de una pequeña minoría, es decir, son garbanzos de a libra, porque la inmensa mayoría de nuestros servidores públicos, al probar las mieles del poder se vuelven déspotas, insensibles, corruptos y llenos de artimañas que utilizan para desviar los recursos públicos que se les asignan para beneficiar a la ciudadanía. Dice un refrán al respecto, si quieres conocer a alguien, dale poder.
Y es una gran verdad, porque así actúan los que tienen una base moral débil, que al subirse a un ladrillo se marean, además, se sienten iluminados y que se merecen todo, viendo al resto de individuos por debajo del hombro, cuando en realidad están en esa posición gracias a nosotros por dejarnos engañar con sus promesas de campaña, donde pintan muy bonito su desempeño, o porque de una u otra forma, nos coaccionan para elegirlos y una vez en el poder se olvidan de todo, incluso muchos, hasta del lugar donde fueron elegidos.
Y los que llegan a las posiciones por dedo designaciones, son aún más débiles en su calidad humana, porque muchas veces para lograrlo tienen que ofrecer dinero, e incluso, en la peor de las experiencias, ofrecer hasta su cuerpo, y no es privativo sólo de mujeres, actualmente lo hacen también los hombres. Y si no acceden se cierran las puertas de la ubre presupuestal y eso para muchos parásitos es la muerte económica. Carlos Hank González creó la máxima siguiente: “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.
Esta es la realidad de nuestra política, ¿Cuántos delegados federales conocen las funciones del área en la que cobran? Muy pocos, porque no basta con haber sido diputado (local o federal) para conocer el área que por amistad con el presidente de la República, les asignaron después de terminar su función legislativa, o viceversa, ¿Cuántos de los senadores y diputados locales o federales conocen realmente la actividad que realizan en los congresos? Pocos, y las pruebas están en el diario de los debates que cada Cámara lleva registrado y que cualquier ciudadano, acudiendo al respectivo archivo, puede revisar, porque están abiertos al público.
La mayoría son simples levanta dedos, que tienen poder, pero que sólo les sirve para banalidades y para beneficio de los ciudadanos no ofrecen nada, porque pocos legisladores son los que de verdad trascienden, presentan iniciativas; porque discutir en las sesiones no es trabajo, es simple espectáculo, digno de salir en las mangas del chaleco del noticiero de Televisa o en los desechos de la semana del noticiero Hechos de TV Azteca.
No hay una coherencia de perfiles políticos – administrativos.
Necesitamos funcionarios, servidores y líderes que tengan una visión amplia y abierta para preservar lo fundamental y no fijarse nada más en lo accesorio.
*Analista político