Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
Como en otras ocasiones, esta es la historia de un hombre diferente a la mayoría. Espero que algo de su experiencia de vida te sirva, inteligente lector. Eustolio nació en el seno de un matrimonio no tan joven, sus padres eran profesionales (ingeniería y docencia), sin embargo, como la mayoría de mexicanos, sus padres tenían innumerables traumas, complejos y desviaciones sicológicas que repercutieron en su vida.
Desde que él recuerda, siempre fue un niño más inteligente que la mayoría de niños de su edad y mayores, pero también que su vida familiar se tornaba cada día más complicada. Su mamá, durante su adolescencia, sufrió un ataque que le marcó el resto de su vida, tanto que hasta a su hijo empezó a dañar no solo física sino sicológicamente.
El pequeño no podía salir a jugar con otros niños, porque cuando regresaba a su casa, su mamá empezaba a revisarlo de todo y comenzaban los golpes, porque según ella y su enferma cabeza, había sido abusado sexualmente, lo que jamás ocurrió. Los golpes eran de su papá, porque una mujer es manipuladora de su pareja y más cuando hay serios trastornos emocionales. Al grado de que en más de alguna ocasión, como su papá fumaba, le quemaba los glúteos con el cigarro encendido, en señal de advertencia. La verdad, qué poca… de ambos.
Así fue creciendo, cada día más solitario, inseguro, con miedo a todo y más a los castigos que le propinaban en su casa. Tanto miedo fue conservando, que ya estando en la primaria, no pidió permiso para salir al baño, haciéndose en su pupitre o mesa banco como se les llamada antes. Así fue creciendo, destacándose como un excelente alumno, pero cuando se tenía que interactuar con los demás, se bloqueaba por el miedo, por el temor que arrastraba desde años atrás. (Esto es en exposiciones, exámenes orales, participaciones en actos públicos, etc.).
Su meta era ser el mejor en cualquier área en la que estuviera, por esa razón, su cerebro estaba más activo que el de los demás, sobresaliendo en el área académica, más no así en el ámbito social. Ahí estaba totalmente atrasado, pues les tenía miedo a las mujeres, aunque le gustaran algunas de sus amigas o compañeras.
Así terminó una carrera universitaria, siempre solitario, con blasones, pero sin felicidad, pues en su hogar, los problemas eran cada día más grandes, ya tenía hermanos, quienes también sufrían de maltratos, aunque quizás, la edad había servido de algo a sus padres, ya no eran iguales de graves.
Recuerda él que jamás tuvo una semana completa de felicidad, refiriéndose a felicidad, en no ser maltratado física o sicológicamente. Además de que notaba que ninguna amistad le duraba a su mamá, en poco tiempo con todos salía peleada. Su problemática individual, no se quedaba solo en su casa, sino que traspasaba las paredes.
Lo más grave es que no se dejaba ayudar con terapia o tratamiento, porque una vez que se tocaba el tema de sicólogo o siquiatra, se ponía más agresiva, gritando que no estaba loca, a tal grado que comenzaba a romper todo lo que encontraba a su paso, otras veces, recuerda que siendo pequeño, se encerraba su mamá en un cuarto y rompía cualquier cosa de vidrio y gritaba que se cortaría las venas, lo que obviamente, jamás hizo, simple chantaje o manipulación de un enfermo hacia los demás cuando están acorralados. Pero qué, cómo dañan a los demás y muchas veces no se dan cuenta de eso. El enfermo siempre es la víctima, el bueno y los demás son los malos, los peores.
Nuestro protagonista recuerda que perdió el interés por regalar algo a la gente, porque cuando salía a algún sitio como feria, otra ciudad, etc., llegaba con presentes para su mamá, recibiéndolos y agradeciéndole el gesto, diciéndole que estaban hermosos, chulos, preciosos, bonitos y cualquier adjetivo que te venga a la mente, amable lector, pero unas horas después, llegaba el rechazo, gritos, golpes, palabras soeces, y fin del encanto, fin de la historia de miel sobre hojuelas.
Sin embargo, como dice la filosofía popular, nunca falta un roto para un descosido, durante una visita a las oficinas centrales del área en la que trabajaba el buen Eustolio, conoció a una hermosa mujer, inteligente, preparada y con su mismo problema para interactuar con los demás, hicieron conexión, se empezaron a mandar cartas, si, cartas en papel y lápiz, esas que ya no existen, pero que antes era tan romántico escribir, enviar y recibir, aunque tardaran días en llegar. Llamadas telefónicas a teléfonos fijos, la tecnología no había llegado. Esporádicamente se encontraban en una ciudad neutral, se hicieron novios, se casaron, tuvieron hijos.
Ya estando juntos, ambos sanaron de sus heridas emocionales que afortunadamente no eran tan profundas como las que tenían sus padres, son una pareja feliz, sus hijos no han sido maltratados por ellos, físicamente ni de palabra, y por lo mismo, son excelentes padres e hijos. El amor, aunque muchos digan lo contrario, es lo mejor que se le puede y debe dar a los demás, es el mejor maestro para alcanzar una vida feliz, exitosa y próspera como la que actualmente tiene mi amigo Eustolio. Es un hombre rico, completo y desde hace algunos años, verdaderamente feliz. Sus complejos de niñez y juventud fueron superados gracias a la inteligencia y el amor.
Es tan difícil reconocer los errores mentales que cada uno tenemos y más difícil aún aceptarlos, no nos damos cuenta todo el daño que una mala decisión (no tratarlos), ocasiona a nuestros seres queridos, y trasciende, a toda la gente que tiene la mala fortuna de cruzarse en nuestro camino. Según las estadísticas, señalan que un noventa por ciento de la población del país tiene problemas mentales, en menor o mayor medida, aunado a la falta de una verdadera política de salud que los atienda, sin duda, provoca la sociedad tan descompuesta que tenemos en la actualidad. Fuerte, sin duda, pero así es la realidad nacional.