Durante buena parte del gobierno de Felipe Calderón, malquerientes del michoacano se encargaron de minar su administración con toda clase de mentiras y supuestos que, al final, terminaron por adjudicarle la patraña de la supuesta responsabilidad en la muerte de 40, 50 y hasta 80 mil mexicanos muertos en “la guerra contra el crimen”.
Y es que los rabiosos opositores al segundo gobierno azul –no pocos de ellos aliados de AMLO y de sus medios afines–, nunca perdonaron a Calderón haber derrotado en las urnas al tabasqueño.Por eso, inventaron ¨botargas” como “No más sangre” –iniciativa que hacía creer a ingenuos que Calderón era culpable de las muertes producto de las peleas entre bandas criminales–, entre otras patrañas que suponían que Calderón tenía una suerte de obsesión contra el crimen organizado, si no es que exageraba en la lucha del Estado contra las bandas del crimen.
Y ya en el extremo del delirio –locura de odio que contagió a no pocos ciudadanos–, los malquerientes de Calderón se empeñaron en convertir en supuestos inventos mediáticos del gobierno azul golpes contra el crimen como el llamado “Michoacanazo”, en tanto que culparon a Calderón de las peleas, las disputas y los muertos producto de las luchas sin cuartel entre las bandas criminales.
Bueno, poco faltó para que las voces de odio dijeran que la proliferación de las bandas criminales; las peleas entre esas bandas por los territorios de consumo, y los muertos producto de esas peleas, eran culpa de Calderón, por “haber cometido el pecado” de perseguir a los criminales.
Sin duda que el gobierno de Calderón y no pocos de sus secretarios de Estado cometieron muchos errores; sin duda el propio Calderón se equivocó en buena parte de la estrategia de combate al crimen, pero también se debe reconocer que el diagnóstico del gobierno de Calderón era el correcto.
Sí, Calderón tenía razón en el diagnóstico cuando ordenó la detención de alcaldes y políticos de Michoacán, de filiación perredista, priista y panista, que entonces fueron acusados de presuntos vínculos con los Templarios. En todo caso, la falla estuvo en no respaldar la detención con las evidencias que luego abundaron sobre vínculos de los Templarios con alcaldes y gobiernos estatales.
Pero el tiempo y la aparición de las autodefensas en Michoacán, junto con el descubrimiento de todo el cochinero de complicidades oficiales del PRD y del PRI con los Templarios, confirmó que Calderón tenía razón.
Y es que Calderón conocía el tamaño del monstruo al que enfrentó su gobierno –monstruo que incluso habría matado a más de un colaborador del panista–, a pesar de que la estrategia que siguió no fue la correcta. Sin embargo, cuando llegó el gobierno de Enrique Peña, el nuevo presidente –que regresó el PRI al poder–, decidió voltear a otro lado, olvidar que la guerra contra el crimen debía ser permanente y sostenida e hizo como si nada pasara.
Es decir, que el gobierno de Peña Nieto cerró los ojos a la realidad del crimen y su avance en gobiernos municipales. Por eso, cuando a los ojos de todos aparecieron los signos de que el crimen organizado no sólo había financiado elecciones en Guerrero –y en otras entidades como Morelos–, sino que se había apoderado de gobiernos completos –como el de Iguala–, nadie se atrevió a ver esa realidad y a reaccionar en consecuencia. ¡No fueran a pensar que Calderón tenía razón!
Y sí, fue necesario que la terca realidad hiciera estallar la podredumbre de complicidad de las izquierdas –AMLO incluido–, con el crimen organizado de los “Guerreros Unidos” –complicidad idéntica a la de Michoacán–, para que ahora sí todos voltearon a reclamar al gobierno de Peña Nieto que descuidó el combate al crimen y que no supo ver lo que ocurría en Iguala y tampoco supo reaccionar a tiempo.
¿Dónde estaba el Gobierno federal, dónde estaba el Cisen, dónde estaba Gobernación, que no vieron lo que ocurría en Iguala?, reclamaron a Peña los mismos que apalearon a Calderón por dedicarle más tiempo a la lucha contra el crimen, que a otras actividades de su investidura presidencial.
Y es que los mismos que inventaron la “botarga” de “No más sangre” contra Calderón, son los mismos que hoy inventaron la “botarga” de que es un crimen de Estado la tragedia de Iguala y que, por tanto, Peña Nieto es responsable y debe irse.
¿Y la responsabilidad de los que creyeron, impulsaron y votaron por los candidatos de las izquierdas en Michoacán y Guerrero? ¿De verdad, todo es culpa del Gobierno? ¿No tiene culpa la sociedad? Al tiempo.