Apenas había pasado el día ocho y el doce de diciembre y… ¡ya estaba allí la navidad!, de pronto el ambiente se enfriaba pero se calentaban los corazones y prendía con entusiasmo el espíritu navideño en todos los hogares de este gran pueblo de mis amores… en todas las casas, de pobres o ricos instalaban los arbolitos con esferas y lucecitas multicolores, con gran profusión los nacimientos iban adquiriendo forma… De la fiesta del día ocho se quedaban algunos puestecitos que vendían las figuras de barro y yeso de los peregrinos, los angelitos, los pastores la escarcha, las esferas; los montoncitos de heno y demás adornos… sin faltar, claro, los “niñitos dioses” y todo lo necesario para instalar su “Belén” o como se dice en mi pueblo: El Nacimiento.
En el barrio antes de las posadas todo era actividad, nos organizábamos los muchachos y muchachas para ir al cerro del “Malpaís” ó el “Agua Escondida” y Jamuquén a recolectar las “cáscara de piedra” y bellotillas para el nacimiento, ramas de tejocote para el arbolito y la frutilla que servía para preparar el ponche que “calentara la panza” en cada una de las Posadas y sus frías noches de esta hermosa temporada navideña,¡Era una emocionante aventura ir a los montes al Poniente de nuestro pueblo y aprovechar para “tarzanear” entre las ramas de los encinos, recuerdo a un famélico burrito propiedad de “La Tolinga” a quien llamábamos ” Plata”… lo hacíamos correr entre los árboles… en tanto que colgados de un rama le montábamos al paso sobre el lomo del pobre animalito… ¡ Ante el enojo de Eustolia y su hermano “El Agüelo!. De regreso el pobre jumento apenas podía con la voluminosa carga…
Quiero decir a ese comitiva acudía casi toda la palomilla de La Peña, bien que me acuerdo de “El Chiripato” “El Ganso”, “EL Tacuache”, “El Güevo” “El Mantecas”, “El Pelón”, “El Enano”, “El Pinacate”; “la Pelona”, La Natu”, La Pelancho”, “La Pepa”, entre otros muchos y muchas, pero encabezando la comitiva Rosita la del Perendengue, porque era la dueña de la casa donde se hacían la Posadas…
En cada Barrio se lucían con sus Nacimientos, lo mismo que en los templos de la ciudad y algunos que los que instalaban en diferentes casonas del pueblo, todos muy vistosos, muy bonitos hechos con una gran creatividad e ingenio… con el solo objetivo, la sola misión: recordar el nacimiento del Glorioso Redentor…
¡Era un gusto enorme acudir a las posadas!, mis hermanos y yo nos organizábamos re bien, primero, ir las posadas con Doña Magdalena la de don Bony que las hacía temprano, luego a las de San Francisco que rezaban el Rosario en el templo, una vez terminado el rezo se desplazaban con los peregrinos vivientes por las diferente calles, en cada una le tocada un día durante las nueve jornadas.
¡Se convertía aquello en una sana competencia a ver quién lo hacía más bonito! los canticos, los villancicos, las velitas, las lucecitas ponían el tono festivo a aquellas navidades. ¡Y luego, todos a correr para alcanzar buen lugar en la fila para el reparto de los aguinaldos… todo esto formaba el esplendoroso marco de la navidad, el intenso calor humano invitaba a la reflexión…
Rematábamos finalmente la jornada diaria en la posada que organizaba doña Rosita la esposa de don Valentín, – un taxista mejor conocido como el Perendengue- allí se daba cita toda la palomilla del barrio,¡ a rezar , pero más que nada a “tijerear” a quien le tocaba la posada… ¡pobre de aquel que sus aguinaldos fueran chiquitos o tuvieran solo ponteduro!… -pero aparte de eso-, – viera usted querido lector-, ¡con qué fervor le entrabamos a los rezos, a los canticos y letanías! Se formaba toda una algarabía donde se entremezclaban los tonos agudos, graves, otros bien desafinados, pero henchidos de fervor navideño! Entonando todos en coro: …”Entren Santos Peregrinos, reciban este rincón”… para pasar después a recibir los esperados aguinaldos canturreando: -“Ándale Pepa cabeza de araña, dame siquiera un pedazo de caña!”… y luego el quebradero de piñatas elaboradas de vistosos colores y de todas las formas, de todos los colores que al caer vencidas por la tunda de palos… ¡arrojaban al viento su delicioso contenido que disfrutábamos chicos y
grandes!…