Que Michoacán es un estado torpe es una frase que se llega a escuchar por ahí, pero a la fecha no he encontrado quien mencione al autor de la expresión. No es tanto para reclamarle, sino sólo para tener un punto de partida y saber de qué estamos hablando, y así poder entendernos.
Una de las acepciones del adjetivo torpe dice que éste “se aplica a la persona que tiene poca habilidad o destreza para hacer una cosa”. Por extensión el adjetivo estaría aplicado al sujeto michoacanos, que según eso tendríamos poca habilidad o destreza para desarrollarnos.Pues sí, todos estamos de acuerdo en que Michoacán está dotado de grandes recursos naturales y no sabemos aprovecharlos y convertirlos en desarrollo y mejoramiento del bienestar y de la calidad de vida de los michoacanos. Si a esas vamos, qué decir de un país con tan vastísimos recursos naturales como tiene México, y miremos qué mal los estamos aprovechando los mexicanos, al grado de que los niveles de desigualdad y pobreza de hoy no son equiparables con los de otras épocas de nuestra historia reciente.
Somos tan torpes los mexicanos que, en lugar de explotar nosotros mismos nuestros minerales de oro, plata, cobre y otros, se los entregamos a los estadounidenses, a los canadienses, a los chinos, etcétera; en vez de seguir apalancando el desarrollo industrial con nuestros hidrocarburos, hemos abierto las puertas para que vengan las transnacionales del petróleo a ganar lo que venía ganando para nosotros la gran empresa paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex); en vez de hacer más grande y de nivel mundial a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se ha abierto el camino para que empresas extranjeras vengan y se apoderen de la infraestructura instalada y le vayan compitiendo el mercado eléctrico hasta apoderarse de él en su totalidad.
Como ésos hay una infinidad de ejemplos que nos ha dejado la clase política neoliberal que gobierna a México, pero no he escuchado que por ello alguien lo califique de país torpe; nadie ha visto torpeza en entregar también los puertos y los aeropuertos, líneas aéreas, los ferrocarriles, las playas, siderúrgicas, sistema bancario, productora de fertilizantes, petroquímica, productora de camiones, carreteras y autopistas, productora de semillas, etcétera.
En efecto, nadie lo ha dicho, pero sí somos muchos los que venimos pensando en lo torpes que nos han de ver desde fuera, desde países con ciudadanos emprendedores, visionarios, sagaces, de espíritu conquistador; también venimos pensando que, a diferencia de ellos, somos conducidos por una clase política desnacionalizada, formada en el servicio a los intereses de las metrópolis, lo que va dando lugar a la conformación de espíritus colonizados que llegan a actuar con tanta naturalidad y falta de escrúpulos en la entrega de su país a intereses extranjeros.
En otras palabras, México es un país torpe, al igual como se le ve a Michoacán, torpe, en el concierto de las demás entidades de la República, en la que hay unas más desarrolladas que otras, así no cuenten con los necesarios recursos naturales, pero desarrolladas en función de diversos factores que tienen que ver con la sociedad, la clase política, los recursos humanos, el tipo de iniciativa privada, y otros.
Con motivo del Día del Trabajo, el primero de mayo de 2012, el gobernador Fausto Vallejo dijo que “Michoacán debe de dejar de ser el Estado torpe, como nos conocen, y sólo con trabajo, capacitación y respeto entre nosotros mismos podremos lograr lo anterior…”
No creo que esos tres factores que menciona el gobernador sean suficientes para que abandonemos el estado de torpeza los michoacanos.
Necesitamos una clase empresarial más agresiva y menos timorata a la hora de invertir para abrir nuevas fuentes de empleo; una clase política más autónoma, nacionalista, responsable de sus funciones para hacer realidad el estado de derecho; una academia universitaria que se comprometa y coadyuve con ciencia y tecnología al desarrollo de la entidad; un sector magisterial que sin renunciar a sus derechos piense más en el desarrollo educativo de las nuevas generaciones de michoacanos.
El mote de estado torpe no es de ahora, de la actual coyuntura política-social, sino que viene de lejos. Por ejemplo, leí por ahí que el gobernador Luis Martínez Villicaña (1986-88) ya pensaba con su acción de gobierno desterrar esa descalificadora expresión sobre nuestra entidad. La pregunta es, ¿cómo nos verán desde fuera en la hora difícil que vive hoy Michoacán?
Dos gobiernos paralelos (que dicen que se coordinan), situación que pone en entredicho la soberanía estatal, según juristas michoacanos (no necesariamente de izquierda); un Secretario de Gobierno apartado de sus funciones y arraigado por la Procuraduría General de la República para responder a la acusación de estar coludido con el crimen organizado; un gobernador constitucional debilitado físicamente, ejerciendo un gobierno débil frente a un poderoso y fuerte Comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral de Michoacán, que toma decisiones importantes; un Comisionado que amenaza desarmar a los grupos de autodefensa de la Tierra Caliente, por considerar que ya no existen condiciones que justifiquen su existencia; grupos de autodefensas negándose a entregar las armas porque dicen que no se han cumplido los acuerdos firmados con el gobierno federal y no quieren quedar expuestos a ser asesinados al quedar inermes ante sus enemigos.
En los cafés de las ciudades y pueblos michoacanos ha habido una discusión recurrente en los últimos tiempos sobre si Michoacán ya tocó fondo o si el abismo se encuentra todavía más abajo.
Uno quisiera estar plenamente seguro de que sí, que de aquí para delante todo será ganancia, en ascenso el mejoramiento de la seguridad, pero la realidad contradice cada día esa aspiración colectiva. “Y ni hablar, aún falta tocar fondo…”, rezó la Rayuela de La Jornada Michoacán en su edición del 8 de abril. Estemos atentos a lo que nos deparen los próximos días, días otrora propicios para recibir a los vacacionistas de Semana Santa…