Carlos nació porque el destino o dijo que así sería y desde muy pequeño se enfrentó a situaciones difíciles que sólo la providencia le ayudaba; a los pocos años, su madre, cansada de las correrías de su padre, determinó poner tierra de por medio, llevándose a su hermanita Josefa y condenándolos a no volver a verse nunca.
Para Carlos fue dura esa separación, pues prácticamente se quedaba en la más completa orfandad; su padre nunca asumió la responsabilidad de asistirlo y así fue creciendo a la buena de Dios y expuesto a todo tipo de calamidad.Solo un tío hermano de su padre le abrió las puertas de su hogar, pero dado que tenía familia que mantener únicamente le ofreció techo y Carlos tuvo que arreglárselas para comer y vestir, para ello se fue con el otro hermano de su papá que lo ocupaba como ayudante de albañil, pero que le ponía golpizas muy seguido y, para que el otro tío no se diera cuenta, no llegaba a dormir y pasaba noches enteras caminando de la Colonia San Lázaro a la Vuelta de Los Reyes, esperando que amaneciera para regresar al trabajo.
Lo poquito que ganaba se lo gastaba en chacharerías o a veces en curarse las heridas producto de las golpizas que le propinaba su tío, en esos menesteres se llevó su primera infancia, mal comido, mal vestido, sucio y el tío que le permitía vivir en su casa practicaba en él sus dotes de estilista, causando que con esa falta de pericia para manejar la tijera, le dejaba su pelo hecho un desastre, motivo por el cual los amigos de Carlos lo llamaban el “Tuzado” y así fue transcurriendo el tiempo y sus amistades actuales no eran lo más recomendable. Pero, ¿puede un pobre niño escoger algo mejor en esas condiciones?
Cierto día se reunió con varios mozalbetes en la casa abandonada de unos parientes y al calor del ocio apareció la peregrina idea de cometer un asalto, con ese propósito se pasaron varios días planeando tan nocivo plan, porque interiormente Carlos pensaba de hacerse de un dinero y buscar a su madre y a su hermana y junto con ellas iniciar una vida diferente a la porquería que, a tan corta edad, le había tocado vivir.
En ese propósito caminaron por todo el pueblo: la plaza chica, la plaza grande, el área de la Basílica, hasta que por el área del Santuario vieron el negocio que reunía las características para llevar a cabo su canijo propósito: Casa de un nivel con teja. Puerta de madera y un espléndido poste de madera con escalones para ascender. ¡Eso era justo lo que requerían! Acorde a su malévolo plan, así que regresaron a la casa abandonada a dar continuidad a su nefasto plan…
…Eran las dos de la madrugada de ese día… Mientras la gente dormía plácidamente en sus casas… cubiertas al amparo de la oscura noche, tres figurillas cuyas sombras como almas en pena se deslizaban por la calle de Las Campanitas con aviesas intenciones, de pronto, uno de ellos, el más bajito de estatura y con agilidad de mico, trepó por el poste de la luz, llegó al techo, quitó varias tejas para poder introducirse por el “tapanco”, en tanto los otros dos se ocultaban en los marcos de cantera rosa de la puerta para evitar ser vistos por algún transeúnte noctámbulo, en tanto Carlos abría la puerta por el interior, una vez adentro los tres se dedicaron a tomar lo que pudieron: dinero botellas de licor, comestibles algunas alhajas….en esos momentos, por la mente de Carlos se atravesaron fragmentos de su azarosa vida.
Al tener en la mano alhajas y dinero, vislumbraba un mejor porvenir al lado de su madre y hermana, tal vez ocurriera el milagro que su padre recapacitara en su conducta y se reuniera con ellos para empezar una nueva vida… Pero también, como película de tercera dimensión, se vio recluido en una sucia mazmorra olvidado de sus pocos amigos, parientes y el mundo….
!!!De repente un fuerte silbido taladró sus oídos e instintivamente echó a correr despavorido, sin rumbo, evitando ser aprendido por los policías que a pie corrían hacia el local asaltado!!!
Como pudo logró llegar a la casa abandonada que estaba por la colonia San Lázaro y poco después llegaron los otros dos sudorosos y cansados por la fenomenal corretiza, solo los jadeos se escuchaban en la oscuridad de aquel cuarto abandonado y lleno de chinches y pulgas, pero eso era poco sacrificio comparado con la dicha de llevar un poco de tranquilidad económica a su madre y a su hermanita… poco a poco se fueron quedando profundamente dormidos; eso sí, el producto de la fechoría nadie los soltaba… sus manos parecían tenazas de acero que no soltaban prenda, de reojo todos se cuidaban unos de otros, finalmente le ganó el sueño sin darse cuenta que el peligro rondaba la vieja casa abandonada.
(Primera de dos partes).