Alejandro Martínez Castañeda ANALISTA
19 JUNIO 2025.-En el marco del proyecto de la Cuarta Transformación, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador planteó la necesidad de conceptualizar y retomar la esencia del Humanismo Mexicano (HM) como un marco ético para políticas públicas que buscan combatir la pobreza y la desigualdad, en el entendido de que el neoliberalismo ha causado estragos principalmente entre la población más vulnerable, contribuyendo a debilitar el tejido social.
Así, el HM retoma el pensamiento que coloca al ser humano en el centro de la reflexión, integrando la diversidad cultural de México —indígena, mestiza y criolla— para promover la dignidad, la justicia social y la solidaridad. Surgido con fuerza tras la Revolución Mexicana (1910-1920), el HM se consolidó en el siglo XX a través de pensadores como José Vasconcelos, Leopoldo Zea y Luis Villoro.
Valora al ser humano en su contexto cultural, destacando el mestizaje y la herencia indígena como pilares de la identidad mexicana. Vasconcelos, en su concepto de la “raza cósmica”, propuso una síntesis cultural que trascendiera las divisiones raciales y sociales.
También, aboga por un proyecto colectivo que priorice a los sectores marginados, como los indígenas y los campesinos, en contraposición al individualismo liberal. Y, desde las reformas educativas de Vasconcelos en los años 1920 hasta el discurso contemporáneo de la 4T, el HM ve en la educación y la cultura herramientas para empoderar a las comunidades y reducir desigualdades.
Por su parte, la ES es un modelo socioeconómico que promueve formas de producción, distribución y consumo basadas en la cooperación, la equidad y la sostenibilidad, en oposición al modelo capitalista competitivo y centrado en el lucro. El cooperativismo, como una de sus expresiones más concretas, implica la organización de personas en asociaciones democráticas para satisfacer necesidades comunes, ya sea en producción, consumo, crédito o servicios.
El HM y la ES, junto con el cooperativismo, comparten raíces profundas en la búsqueda de la justicia social, la dignidad humana y el bienestar colectivo, valores que han sido fundamentales en la construcción de la identidad mexicana. Aunque el HM es una corriente filosófica y cultural, y la ES y el cooperativismo son modelos socioeconómicos, ambos convergen en su énfasis en la comunidad, la cooperación y la resistencia a las desigualdades generadas por el capitalismo.
En efecto, ambos proyectos se posicionan como alternativas al modelo neoliberal, que prioriza la competencia y el lucro individual. El HM critica la deshumanización del capitalismo, mientras que el cooperativismo ofrece modelos prácticos, como las cooperativas de ahorro y crédito, que protegen a las comunidades de la exclusión financiera.
El HM ve en la educación una herramienta para liberar a las personas de la opresión y fomentar la conciencia social. De manera similar, la ES promueve la formación de capacidades en las comunidades para gestionar cooperativas, como en los programas de capacitación para cooperativas de café en Oaxaca o Guerrero.
Destacadamente, el HM rechaza la idea de que el mercado o el Estado deben ser fines en sí mismos. Plantea que la persona humana es el centro de toda acción económica. Lo mismo propone la ES: poner a la comunidad antes que al capital.
En México, ambos conceptos se nutren de tradiciones indígenas y posrevolucionarias, pero enfrentan desafíos para consolidarse en un contexto de desigualdad y globalización. Fortalecer esta relación requiere políticas públicas que integren los principios humanistas con el apoyo concreto al cooperativismo, promoviendo un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible que responda a las necesidades del México actual.