Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
15 nov. 2020.-Históricamente, se ha mencionado al hombre como el proveedor, el protector, el sexo fuerte, respecto a la mujer. Pero en la cotidianidad, se puede observar que es lo contrario, no tanto basado en su fuerza física, sino en sus ideas, sus acciones, su carácter. Señalo a continuación algunas de esas diferencias.
El hombre no se preocupa tanto por los detalles, no es meticuloso ni le interesa estar vigilando a los demás, él se dedica a su actividad del momento, si es trabajo, trabaja; si es diversión, se divierte; si es ejercicio, se ejercita; si anda de conquista, conquista, etcétera. Pero no se desvía de su objetivo momentáneo, por cuidar o cuidarse de los demás.
Incluso, cuando vive en pareja, lo pueden engañar poco o mucho y no se da cuenta, aunque sus conocidos, familiares o amigos se lo digan, él no lo creerá, ni se dará un tiempo para investigarlo, de ahí el dicho de la filosofía popular, que señala que el último en enterarse es el marido ofendido. Por eso y otras cosas, se ha ganado un sinnúmero de adjetivos ofensivos, pero, ni así, aprende.
Como en México, quienes crían mayoritariamente a los hijos es la mujer, aprenden las labores propias del hogar, cocinar, lavar trastes, ropa, barrer, trapear, limpiar, más y mejor que las mujeres, cuando se independizan por irse a estudiar lejos o cuando trabajan, los hombres se hacen sus cosas en el hogar. Lo mismo sucede cuando ya tienen una pareja, sea legal o no, (casados o unión libre), siguen haciendo sus cosas para ellos, incluso, hay casos, que hasta a su pareja la atienden, en lugar de que sea al revés, como históricamente, se ha estilado.
Cuando se tienen hijos, hay casos en los que se agrandan más esas labores. Por la llegada de los nuevos seres, producto del amor. Hasta el momento, no conozco a ninguna mujer que le guste hacer las labores del hogar, algunas las hacen por obligación y a regañadientes, pero la mayoría busca e inventa pretextos para huir de ellas, incluso de la atención a los hijos.
El hombre es más noble en sus sentimientos, sus decisiones son firmes, y en su mayoría, definitivas. Sufren por sus hijos, por las enfermedades reales o no, de sus familiares, de su pareja, son más solitarios, no se andan metiendo en chismes de barrio, de trabajo, de pareja, etc., se dedican a lo suyo y no se andan fijando en pequeños o grandes detalles de los demás, porque no está en su estilo, ni en su forma de ser. Por lo mismo, cuando se reúne con sus amigos o amistades, no sale en la plática, su vida privada, personal, mucho menos se están quejando de lo que viven en su domicilio familiar. Un poco, porque quieren demostrar hombría, fortaleza y otra, porque como la mayoría piensan lo mismo, no prestan oídos para escuchar, no les interesa lo que le suceda al de enfrente. Esto por supuesto es malo, porque estadísticamente, los hombres viven menos que las mujeres, porque sus problemas no los externan, se van guardando sus emociones, sentimientos y en el ámbito de la salud, con el tiempo, se va afectando, hasta terminar con su vida a menor edad que la de las mujeres.
El hombre es más fácil de hacerlo feliz, no necesita de obsequios caros, de tener mucho dinero para serlo, basta una pareja que lo entienda, que lo comprenda, que le tenga lo básico en el hogar, que cuando necesite tener una convivencia con sus amistades, no se le pongan pretextos para no hacerlo, o que después de tenerla, lo regañen como si fuera un adolescente, que cuando necesite sexo, lo tenga y no sea condicionado al dinero, siempre el maldito dinero, que sea escuchado, tomado en cuenta en sus comentarios, opiniones y decisiones, que sea visto como una mitad en la pareja, no solo como una máquina de trabajo y bienestar para su mujer. En su diario actuar, es demasiado confiado, ingenuo y no cree que su pareja lo engañe aunque sea en menor medida. Pero cuando despierta, su decisión final es definitiva. Esto comparado con las exigencias de la mujer, para ser feliz, es una insignificancia. Y lo que es peor, que ni con tantas necesidades de una mujer es feliz.
La felicidad de un hombre se basa simple y sencillamente en ser entendido, comprendido, valorado. No necesita más. Claro que hay excepciones, pero la mayoría tiene sentimientos más claros que la contraparte femenina. La minoría que es acusada de machista, golpeadora, floja, etcétera, recuerda que fueron criados por una mujer, entonces, solo están repitiendo lo que vieron y vivieron en su hogar cuando eran niños. No se debe juzgar ningún producto solo por el empaque, es necesario observarlo detenidamente y aun así muchas veces uno se equivoca. ¡Sonríe!