Lic. Alfredo Castañeda Flores ANALISTA
10 FEB. 2024.-Un tema tan actual, como abundante. Porque todos los días hay gente que muere, sea de forma natural, accidental o provocada. Y desafortunadamente, una de las tantas cosas que los mexicanos hacemos mal es dejar las cosas sin preparar. En este caso, los bienes muebles e inmuebles, dinero en alguna institución bancaria, que una vez desaparecida la persona se denominan herencias.
Así es, amable lector, somos un país sin cultura, ni educación, porque dejar las cosas arregladas, para evitar problemas entre los hijos, nietos y demás, es algo que pocos hacemos. La mayoría piensa que jamás va a morir, aunque viva con el temor de hacerlo, y por lo mismo, no hacen testamento de sus muchos, pocos o nulos bienes poseídos, o lo que también se puede hacer, es la llamada herencia en vida. Reservándose el usufructo hasta el fallecimiento.
Se dan innumerables casos, donde incluso, entre los herederos o presuntos, hay actos de sangre, todo por la herencia, aunque no hayan estado al pendiente del padre, la madre o ambos, pero la ambición al dinero y los bienes, aunque sean escasos, es algo que modifica, que transforma a la conducta de la gente. Hay gente que recibe una herencia por X o Y situación, y al formar una nueva familia, la pueden dilapidar o aumentar, según el talento y esfuerzo de los involucrados, otros, de la nada, gracias a su sacrificio y voluntad, llegan a alcanzar una buena estabilidad económica.
También hay muchos casos en los que muere el padre de familia y alguno o varios de los hijos, tengan o no su propia familia, siguen manteniendo a su madre, incluso, hay casos, en los que, inexplicablemente, van adquiriendo bienes muebles e inmuebles y en lugar de ponerlos a su nombre, de su esposa o sus hijos, los ponen a nombre de su madre, grave error. No importa la forma en que se haya alcanzado tener esas posesiones, ese patrimonio, aun sabiendo, en este caso, los demás hijos (hermanos) que el dueño es uno de ellos, al fallecer la mamá, que es lo más frecuente y común, aunque hay casos en que es el padre, al que se favorece, comienzan los problemas, porque la persona occisa, no tuvo la precaución, o muchas veces, lo hace a propósito, de no devolver las cosas al verdadero dueño o de hacer un testamento, que ahora en septiembre, sale más baratos tramitarlos, dejando muchos problemas de distintas consecuencias.
Esto para favorecer al hijo preferido, que nunca falta en cualquier familia, y el que sea, hombre o mujer, por regla general, es el más holgazán, el que menos recursos posee, porque cuando algo necesitaba, mamá o papá, lo sacaban adelante, pero al momento de reclamar, algo que, aunque sepa quien es el dueño, es el primero en pelear para quedarse con eso.
Así es el mexicano promedio, el que menos hace, es el que, al fallecer alguno o ambos de sus padres, exige más de lo que pudiera corresponderle. Nunca falta por lo menos un individuo de esta calaña en cada familia, que, aunque los demás, noten que algo no cuadra en su diario trato con él, dudan que sea capaz de llegar a tales proporciones de ambición y maldad. Pero, el dinero, cambia a la gente, eso lo hemos visto y lo seguiremos viendo, en cualquier tipo de gente, sean familia o no. Y más cuando ese peculio no les cuesta, es donde más se aferran a quedarse con ello. Gastan en juicios y abogados lo que no tienen, pero la avaricia, los saca a flote, aunque algunas veces, gasten más de lo que puedan recibir.
Legalmente, pueden obtenerse muchos bienes, aunque no precisamente, sea mediante justicia. Porque cuando lo que los padres en conjunto o por separado hayan tenido, sea fruto del esfuerzo individual o de pareja, la división, si es justa y legal, pero en los casos en los que uno de los hijos, sea el que adquiere esos bienes, poniéndolos a nombre de alguno de los padres o de ambos, y aunque sus hermanos y familiares lo sepan, pero al no dejar las cosas en orden, el “propietario”, cuando fallece, irremediablemente habrá problemas legales por esos bienes, ahí, legalmente todos los involucrados tienen derecho, pero cuando se hace la división o repartición, hay ausencia de justicia. Porque el verdadero dueño, solo recibe una fracción de algo que era suyo por esfuerzo propio. Pero, como se dice, la ley es la ley. Y mientras haya controversia, las partes involucradas tienen el mismo derecho de reclamar, aunque no haya motivo ni razón.
Aquí el culpable es el progenitor que no tiene la capacidad de evitar problemas futuros entre los hijos, pudiendo dejar todo en orden. Pero que se puede esperar de un país, retrógrada, donde su cultura, sociedad y educación, están por los suelos, no hay alguien que ponga orden, para mejorar esto y todo lo que está mal, el mexicano es apático, miedoso, cobarde e ignorante, entre otros adjetivos, porque permite que seamos manipulados por un grupo de políticos, cada vez menos preparados, pero que tienen a su favor el poder y el uso de las instancias e instituciones de gobierno para hacerlo.
Que nos mantienen entretenidos con distractores que solo son estupideces, como los llamados influencers, tiktokeros, con las minorías que quieren derechos que siempre han tenido (mujeres feministas, homosexuales travestidos, reformas innecesarias, madres buscadoras, etcétera), y con todo lo que se les va ocurriendo y va sucediendo diariamente, pero los medios oficialistas, lo exageran para distraer la atención. “Si no puedes negar las malas noticias, crea otras para distraerlas”, sugiere con malicia el llamado Principio de Transposición de la Propaganda, de Joseph Goebbels.
Antes, México pertenecía al tercer mundo, hoy llamadas economías emergentes, porque dos continentes (Europa y Asia) son superiores a él, pero conforme pasan los años, hasta los mismos países latinoamericanos nos están superando, sí que estamos estancados y sin opciones visibles de crecimiento, pero la mayoría vive en su mundo donde todo es como nos obligan a creer, mientras no los afecte, nada tiene porque cambiar, pero lo peor resulta cuando los patriarcas de una familia fallecen, ahí mayoritariamente, entre los deudos, hay problemas. Por la falta de previsión, por la avaricia y por la ambición. Vaya, doble tragedia.