Daniel Márquez Melgoza ARTICULISTA
5 ABRIL 2022.-Sin haber cursado la escuela primaria completa, el político michoacano Lázaro Cárdenas del Río llegó a convertirse en la vida política nacional en el principal estadista del siglo XX (1934-1940). A diferencia de los sucesivos presidentes de la República, que se formaron en universidades del país, y notoriamente en las más prestigiadas de los Estados Unidos los más connotados políticos y funcionarios de la etapa neoliberal, Lázaro Cárdenas parece hoy seguir guiando los destinos de la Nación a partir de instituciones que creó en su momento y que por fortuna continúan vigentes con un alto grado de benéfica presencia.
Estamos hablando de Petróleos Mexicanos (PEMEX), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del Museo Nacional de Historia, del Fondo de Cultura Económica (FCE), de El Colegio de México, entre otras. Hágase el ejercicio de mentalmente desaparecerlas y de imaginar el país que queda si nunca hubieran existido. ¿Qué México seríamos?
No obstante la importancia de dichas instituciones públicas en el desarrollo del país, los políticos de la etapa neoliberal se empeñaron en destruir esa herencia cardenista, sobre todo PEMEX, la CFE y Ferrocarriles Nacionales de México (FNM); no mencionada antes esta última, porque es la única institución cardenista efectivamente ya cancelada (1995) por su venta a los Estados Unidos por el presidente Ernesto Zedillo (para algunos, una de las glorias mexicanas del neoliberalismo).
Poco antes de la inminente desaparición de PEMEX y de la CFE, mortalmente condenadas a su dilución ante la desenfrenada política neoliberal, llegó el político tabasqueño Andrés Manuel López Obrador (AMLO), precedido de un liderazgo que lo catapultó en la elección de 2018 a la Presidencia de la República; dotado de credibilidad política por su honestidad y de un manojo de compromisos de campaña, la sociedad, harta de corrupción e impunidad, plena de esperanza, le compró el discurso a AMLO. Y ahí va el presidente López Obrador, cabalgando su cuarto año de gobierno, con una aceptación de la sociedad que no merma, a pesar de campañas permanentes de ceguera y desprestigio ante la inocultable política de avances del gobierno de la Cuarta Transformación.
Los próximos tres años, uno a uno, serán tiempos de cosecha de lo sembrado y cultivado; en lo material, las grandes obras de infraestructura, que serán emblemáticas de su administración: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles; la Refinería Olmeca, de Dos Bocas; el Tren Maya, el Corredor Transístmico; la compra de la Refinería Deer Park, la planta fotovoltaica de Puerto Peñasco, Sonora, en proceso de construcción; la política de modernización de las plantas hidroeléctricas; la política de rehabilitación de las seis refinerías, para funcionar a toda su capacidad; el Tren Interurbano Toluca-Ciudad de México, etc. Todo ello con recursos propios, sin necesidad de recurrir a préstamos del Banco Mundial ni del Fondo Monetario Internacional.
En lo de percepción política, más amplios sectores de la población habrán asimilado la pedagogía diaria de las Mañaneras para reconocer que la política de antes era de pillaje por una clase política podrida, no de servicio al pueblo. En cuanto a la política de bienestar social, un más amplio consenso de que ahora sí los recursos públicos están “lloviendo” parejo abajo, no arriba como era antes.
Mientras que puede decirse que PEMEX ya la libró y que se encamina a volver a ser pilar del desarrollo de la economía del país, la CFE se encuentra en trance de dar un paso también definitivo hacia la soberanía energética; en su caso, de la energía eléctrica, que se ubica en un horizonte de más largo aliento que el de los combustibles fósiles, de ahí su importancia estratégica, al igual que el litio, el nuevo oro blanco. Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos estarán en la conciencia de los diputados y senadores priistas, en esta hora de definiciones.
Con sus votos los priistas definirán tanto el destino de la CFE, como el destino de su partido. El PRI sobrevivirá con su voto o quedará enterrado en la conciencia de los mexicanos. Quizás la CFE sufra un revés temporal, por traición priista a su historia, pero recuperará su papel protagónico en el desarrollo nacional, cuando el pueblo en 2024 le cobre cara en las urnas su traición, si es el caso.