Como ha sido costumbre, amable lector, hoy quiero compartirles algo de lo observado durante mi reciente viaje a esta ciudad. Turquía es un país que está inmerso en dos continentes, Europa y Asia, aunque por cuestiones político-económicas e importancia, se considera europeo.
Tiene poco más de ochenta millones de habitantes, su capital política es Ankara, el idioma predominante es el turco, aunque hay una minoría que habla el kurdo; la religión predominante es el Islam, pues lo profesa un 99 % de la población, no pertenece a la Unión Europea, por lo que su moneda se denomina Lira turca y el tipo de cambio actual es de $2.94.
Aquí se estableció el antiguo imperio otomano y su capital histórica fue Constantinopla, hoy llamada Estambul, y aunque actualmente no es la capital de este país, sí es la ciudad más poblada, pues supera los trece millones de habitantes, además de que es el centro financiero, económico y cultural de Turquía. Es una ciudad hermosa, distinta, porque sus construcciones tienen el estilo árabe, muy coloridas, observando desde algún sitio elevado o arriba del avión, podemos observar hermosos mosaicos de colores que forman sus casas y edificios. Es espectacular.
Como en cualquier país árabe o musulmán, en Estambul se comercia con todo, aquí puedes encontrar lo que menos imagines, tienen una facilidad extraordinaria para el comercio y los negocios entre particulares. Es raro encontrar gente en la pobreza, y claro que los hay, pero son aquellos que no tienen aspiraciones, ni deseos de riqueza, porque facilidades todos tienen, solo que depende de cada quien tomar o dejar pasar las oportunidades que se presentan. Tienen códigos para generar riqueza muy eficientes, que no a cualquiera se los enseñan, requieren mucha cercanía o amistad para compartirlos. Lo mismo para cobrar sus deudas contraídas.
El trato de los musulmanes hacia sus mujeres es muy cuestionado, sobre todo en nuestro país, donde no hay la capacidad de análisis, reflexión y todo lo que atañe a la equidad e igualdad de género, es considerado un delito de tintes graves. Pero, hay que observar que estos países son inmensamente ricos y la mujer no participa, salvo honrosas excepciones.
No quiero parecer misógino, machista o cualquier otro adjetivo, por lo que voy a mencionar, mi intención siempre es la de enseñar lo mejor de otras culturas, tratando de poco a poco, construir una mejor sociedad, un mejor país. Desafortunadamente, vivimos en donde la hipocresía, la inmadurez, la falsa modestia, rigen el diario acontecer y nos mantiene estancados en lo que vivimos, y lo que es peor, cada vez es más difícil sobrevivir, porque las condiciones apropiadas para vivir mejor están perdiéndose, en gran medida, por la mala actitud de los habitantes.
Durante mi estancia en este lugar, donde por cierto, una vez más, descubrí que la hoy Ciudad de México, no es la más grande del mundo, como nos engañaron en los libros de texto gratuitos de la SEP, conocí a un jefe de familia originario de ahí. Muy amistoso, amigable y hospitalario, iba acompañado de su familia, lo primero que pude observar es que ellos no saludan de mano a las mujeres, aunque sean extranjeras, pues lo consideran una ofensa; tampoco las mujeres musulmanas nos saludan a los hombres, solo asienten con la cabeza. Si es hora de tomar algún alimento (desayuno, comida, cena), los hombres se sientan en una mesa y las mujeres en otra, no juntos, me refiero a cuando conocen a otras personas, obviamente, en familia es otra la actitud. Si no es para esto y la casa u hotel está cerca, ellas se van y el esposo, se queda a platicar con el amigo, conocido, cliente o turista extranjero, tienen un código de señas que solo ellos entienden, que si no somos observadores, para los demás pasan desapercibidos.
Cuando se trata de ingerir alimentos, el esposo es el que decide lo que ellas deben comer, y no protestan ni hacen gestos, además, recuerda amable lector, que en esa cultura existe la poligamia, tienen más de una esposa y todos en paz.
Algo que me llama la atención, no me quedé con la duda y pregunté, aprovechando la atención y disposición de mi reciente amigo turco, es por qué ellos son ricos, que aunque lo sospechaba, necesitaba escucharlo de quien lo practica, y esta fue la respuesta.
La mujer musulmana no cuestiona ninguna acción o reacción que hace el hombre, respeta su autoridad, su autonomía, su forma de ser; no toma decisiones, mucho menos, tratándose de cuestiones económicas, ella tiene lo necesario en su hogar, nada les hace falta para vivir bien, no tocan el dinero y mucho menos deciden cómo gastarlo, ahí está la clave de su éxito económico, para ellos la mujer no tiene la capacidad apropiada para manejar el dinero, y pues no lo hacen, ellos saben distinguir la inteligencia femenina, saben que no todas las mujeres son inteligentes, brillantes, con lo cual siempre he estado de acuerdo, a nivel mundial, que es donde podemos opinar, me indicó que actualmente, de todas las líderes mundiales, es decir, presidentas o primeras ministras, las que tienen el control de un País-Estado, solo tiene estas cualidades, Ángela Merkel, de Alemania, porque solo alguien que las posea es capaz de mantener en buen nivel la economía de una potencia mundial, de lo contrario, ya hubiera fracasado; otra que vino a su mente fue la británica Margaret Thatcher, la dama de hierro de los ochentas, porque para él, Teresa May, la actual primera ministra de Inglaterra, no alcanza el nivel de las antes mencionadas. Para hacer dinero, se necesita preparación e inteligencia.
En México, somos un país matriarcal, los hombres hemos dejado las decisiones a las mujeres, principalmente, lo económico, he ahí el empobrecimiento en cada zona del país, es común escuchar, sobretodo de las propias mujeres, que ellas son mejores administradoras, no quiero abundar más en el tema, mejor analízalo detenidamente, estimado lector, observando tu situación económica personal y la libertad que le das a tu pareja, con el dinero, preguntándote: ¿De verdad lo son?