19 abril, 2025
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Estadistas de ayer y hoy…

Daniel Márquez Melgoza        ANALISTA

 

9 ENERO 2023.-“En 1942, durante un viaje de Mazatlán a Guadalajara en ferrocarril, los generales Lázaro Cárdenas y Francisco J. Múgica conversaban como tantas veces cuando el primero, entonces comandante del Pacífico, comentó a su amigo, en esos años gobernador del Territorio Sur de la Baja California, que en muchas ocasiones se había preguntado qué hubiera sido de ellos sin la Revolución. Múgica respondió al instante: “Usted, tejedor de rebozos y yo, profesor de escuela rural. Cuenta Abel Camacho, secretario de Múgica, que Cárdenas sonrió…”

 

El texto corresponde a la introducción del libro Francisco J. Múgica. El presidente que no tuvimos. (FCE, 2019, 239 p). La autora es Anna Ribera Carbó, doctora en historia por la UNAM. Tuve la suerte de asistir a la presentación de la obra en el Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro, el 20 de abril del año pasado, a invitación del esposo de la autora, Ángel Miquel, a quien no veía en años. (Cuando fui director de la Biblioteca del CREFAL, allá a principios de los 80s, Ángel trabajó conmigo junto con otros cinco jóvenes universitarios en un proyecto bibliográfico. Ahora es poeta y novelista, aparte de académico especialista en cine).

 

Traigo a colación la cita, en tiempos en que la oposición al gobierno de la 4T hace gala en intentar hacer ver la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) alejada de la ciencia, de la academia, de los doctorados en prestigiadas universidades extrajeras, de los cuales están plagados costosos cuanto a veces inútiles organismos autónomos, creados por los débiles gobiernos neoliberales para darle “prestigio” a una clase política en funciones de administrar un aparato de gobierno “prestado” por los poderes fácticos: los del poder empresarial y el poder mediático.

 

Dos de los grandes protagonistas de la Tercera Transformación de la Vida Política de México, en el arranque de la gesta de la Revolución, sólo eran, al decir del general Francisco J. Múgica, un artesano de rebozos y un maestro rural. Enganchados a temprana hora en la ola de la Revolución de 1910, ambos michoacanos terminaron siendo ESTADISTAS para orgullo y agradecimiento de todos los mexicanos.

 

El presidente AMLO ha tenido que batallar con prestigiados doctores en economía. En el arranque del quinto año de gobierno, el presidente lleva en su haber tres titulares de Hacienda, reconocidos economistas; los dos primeros se tuvieron que ir porque no se entendieron con el Presidente: fueron los doctores Carlos Urzúa y Arturo Herrera; el actual, doctor Rogelio Ramírez de la O, titular de Hacienda desde el 3 de agosto de 2021 hasta los días que corren. Y acaba de dejar de colaborar en la administración federal el también doctor en economía, Gerardo Esquivel; en su caso, como subgobernador del Banco de México hasta el último día de diciembre del 2022.

 

Como explicación de sus desavenencias con los economistas, AMLO ha tenido que decir: “A veces no se entiende que no podemos seguir con las mismas estrategias, no se puede poner vino nuevo en botellas viejas. No más simulación, no más de lo mismo”.

 

Es que si uno echa un vistazo al currículum de los causantes de los quebrantos que vino padeciendo de menos a más la economía del País desde la etapa neoliberal, situándola de principios de 1982 a diciembre de 2018, encontramos en ella una pléyade de doctores en economía, graduados en prestigiadas universidades extranjeras. He aquí la lista: en primer lugar, los presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León; y a partir de ellos, un montón de economistas con iguales grados de doctorado ocupando la titularidad de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público: David Ibarra Muñoz, Jesús Silva Herzog Flores, Gustavo Petricioli Iturbe, Pedro Azpe Armella, Jaime Serra Puche, Guillermo Ortiz Martínez, José Ángel Gurría Treviño, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens Carstens, José Antonio Meade Kuribreña, Luis Videgaray Caso, José Antonio González Anaya, más los tres recientes antes mencionados, del ciclo de la 4T.

 

Por supuesto, AMLO tiene razón: ¿a cuenta de qué éxitos económicos continuar con las mismas estrategias que han seguido los gobiernos mexicanos con religiosa perseverancia: las recetas financieras y económicas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional? No se acaba de entender por algunos que el gobierno de la 4T llegó para abandonar el carril del neoliberalismo y tomar una ruta distinta: la de un país soberano con un gobierno fuerte por el apoyo popular, que combate la corrupción y la impunidad.

 

Gracias a seguir una ruta distinta, propia, a pesar de la pandemia del covid19 y de los efectos globales adversos de la guerra entre Rusia y Ucrania, México está dando ejemplo mundial en el manejo de su economía. Se recordará que la revista inglesa The Economist había bautizado a AMLO como falso Mesías, “que terminaría destruyendo la economía mexicana”. En ese número de junio de 2021 con mala leche hasta se le dedicó la portada. Muy a su pesar, tiempo después (diciembre de 2022), dicha publicación especializada en economía se ha visto obligada a tragarse su pronóstico. Ahora informó que México fue el sexto país entre 34 con mejor evolución económica en 2022; se refería a los países pertenecientes a la OCDE. Para llegar a ese ranking “se analizaron cinco indicadores económicos y financieros: PIB, inflación, amplitud de la inflación, desempeño bursátil y deuda pública”.

 

En su momento, los malquerientes de AMLO se dieron vuelo difundiendo el duro pronóstico de The Economists, fieles a la costumbre colonialista de esperar del extranjero sus lisonjas, cuando les son favorables; o sus descalificaciones, cuando son adversas a sus rivales políticos, como fue el caso con esa publicación de junio de 2021. Me cansé de buscar opiniones entre la prensa de derecha sobre la reciente calificación que hizo el medio británico de la economía nacional. Les pasó de noche, como era de esperarse.

 

Tantos economistas durante 36 años, ocupados del gobierno de la República no alcanzaron para orientar políticas que engrandecieran a México y a quienes lo gobernaban. Era una sola política, impuesta desde fuera, no en función de las necesidades de la población mexicana, sino de países y corporaciones multinacionales. Difícil que con esa orientación se construyera una figura política nacional con calidad de estadista.