7 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

En buen plan (EBP)

En riesgo el arbolado de la calzada del cerro del Estribo Grande en Pátzcuaro (1)

Hace unos días escuché la voz de alarma de unos amigos que habían ido a recorrer su sitio favorito de recreación en Pátzcuaro: el cerro del Estribo Grande. Venían alarmados por la destrucción de árboles que habían observado en las obras de remodelación de ese lugar emblemático de los deportistas locales, así como de sus numerosos visitantes de fuera de la ciudad. Tenían idea de que se trataba de un proyecto de remodelación, pero desconocían el proyecto integral.

De mi parte tampoco conocía el proyecto y subí a conocer de lo que hablaban mis amigos. Luego busqué información periodística en la que se daban los principales elementos del proyecto. Con independencia de todo lo demás, lo que me alarmó y preocupó en serio fue el proyecto de demolición del viejo empedrado de la calzada, para sustituirlo por un empedrado ahogado.

Todos sabemos que el objetivo de un empedrado ahogado es garantizar mayor durabilidad, pues la piedra se ahoga en mezcla de cemento; este material hace impermeable el empedrado, aparte de que se asienta sobre un suelo compactado al máximo. Para hacer este trabajo se cava profundo, lo que hace necesario cortar las raíces de árboles que ahí se encuentren. En este caso serán las raíces de los antiguos árboles plantados originalmente en esa calzada desde su construcción en los tiempos de don Lázaro Cárdenas del Río.

El 5 de noviembre de 2004 publiqué un artículo en La Jornada Michoacán que titulé: Tiempos clave de Pátzcuaro, en el que hacía un recuento de las numerosas obras de infraestructura cultural y turística que le debemos al general Lázaro Cárdenas en esta ciudad y municipio. Una de ellas es precisamente el mirador y la calzada del cerro del Estribo Grande, que hoy se encuentra amenazada por este proyecto de remodelación.

Entiendo que los autores intelectuales de este proyecto no se han puesto a pensar en los daños que sufrirá el arbolado tras la colocación del empedrado ahogado, lo que querrá decir que se acortará su vida. Perderá una parte importante de raíces, el cemento y el suelo apisonado sobre ellas impedirán que se filtre el agua y que las raíces más profundas encuentren la humedad necesaria para su existencia biológica, por tanto, sufrirán de estrés hídrico de manera permanente hasta una muerte que es dado anticipar prematura. El empedrado, tal y como ha estado hasta ahora, permite la filtración del agua y la oxigenación de las raíces; todo eso perderán los árboles con el empedrado ahogado.

Al reflexionar sobre la idea de pasar de un empedrado tradicional a uno de piedra ahogada, bajo la calzada arbolada del cerro del Estribo Grande, es válido preguntarse: ¿qué es más valioso, el empedrado o el arbolado? Es fácil componer o incluso reponer un empedrado tradicional completo, cada vez que se descompone; no así reponer un arbolado que se seca; al menos tendrían que pasar muchos años para que se puedan volver a disfrutar sus servicios ambientales y estéticos que nos ofrece el actual arbolado.

Los promotores del proyecto negarán que se puedan secar los árboles porque les corten las raíces de todo un lado, las que dan al centro de la calzada y se enlazan con las del árbol o árboles de enfrente; dirán que pueden vivir sin ellas, pues les quedarán las de la parte exterior. O dirán que no las cortarán, pero es evidente que lo tendrán que hacer por lo superficial que van en la primera ramificación de raíces: basta echarles un vistazo a las que han sido descubiertas por la erosión en la parte exterior del arbolado.

Prometo abundar al respecto en un texto posterior. Como despedida dejo al lector con la reflexión de lo que le sucedió hace unos años a una hermosísima araucaria con la remodelación de la plaza Vasco de Quiroga: ahí está el tronco seco como un puño en alto en muda protesta por el daño colateral que le tocó en “suerte” sufrir por un monumental descuido de alguien. Si eso pasó en el sitio más visible de la ciudad, nada menos que la plaza Vasco de Quiroga, qué no podrá suceder allá arriba, lejos de las miradas inoportunas e incómodas.