14 enero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Ella se llamaba Lupe…

Lupe era una señorita, quedada, cotorrita o como o le decían a las personas que por diversos motivos nunca contrajeron matrimonio, porque, bien cierto, por esos tiempos a quien no se casaba antes de los 20 años le aparecían los dichos enfadosos como: “Esa ya se quedó para vestir santos”, “ya se le fue el tren” y los sobrenombres infamantes de “quedada”, “solterona” “cotorra” y toda una gama de palabras para recordar a cada momento “que el malvado Cupido no hizo la tarea como Dios manda”.

 

Pues, bien, como les decía, Lupe nunca se casó y, según, tuvo motivos suficientes para no hacerlo, si no lo hizo es porque guardó una promesa a un novio que tuvo, según su decir, era un rico hacendado que murió y ella le prometió jamás casarse hasta que se juntaran y su nido de amor fuera la eternidad, esa historia contaba Lupe a quienes preguntaban sobre su soltería.

Ella era una señorita alta, con mucho porte y carácter, vestía ropa azul marino o negra, los colores preferidos para su vestuario eran invariablemente los oscuros.

Nuestro personaje tenía una retentiva extraordinaria, de tal suerte que se aprendió de memoria y “de cabo a rabo” el Silabario de San Miguel”; “El Catecismo” y otros, pero desgraciadamente no pudo nunca aprender a leer y a escribir, pero esa memoria privilegiada que tenía le bastaba escuchar una lectura para retener toda la información, después con toda propiedad tomar un libro y simular plácidamente que lo estaba “leyendo”; me comentaban los mayores que un día participó en un “coloquio y fue la primera que se aprendió los parlamentos y la dichosa pastorela fue todo un éxito”.

Participaba ella en casi todas las cofradías, pero en donde se dedicó en cuerpo y alma fue la congregación de “Las Hijas de María” y su gran devoción por el Seráfico Padre San Francisco de Asís la obligo a ser miembro muy distinguido de la Tercera Orden Seglar, porque tenía un hermoso timbre de voz; era de las cantoras insustituibles de ese recinto sagrado con sede en el templo que lleva el nombre del pobrecillo santo. Yo la escuchaba de lejos en su casa, entonar a manera de ensayo aquel hermoso coro que decía “Las huellas del caudillo enamorado/, sigamos con fervor,/ Vamos tras él/, tremolemos la insignia de la fe, /Su sendero es de luz/, fieles terciarios, a Francisco seguir/, honor y bendición al padre santo , honor y bendición al Serafín”./

Existía la pía costumbre en el viacrucis del Viernes Santo de sacar en andas al Nazareno, La Dolorosa y una parihuela especial donde se subían las damas del coro, misma que era levantada por varios hombres fornidos y que lo hacían a manera de penitencia, a pesar de la corpulencia y debido al esfuerzo se les hinchaban las venas de la yugular pero había relevos constantes que hacían más ligero el tránsito hacia el templo del Calvario, en tanto los que iban arriba entonaban los cánticos referidos con mucho fervor religioso, en una de esas, una de las cantoras notó que Lupita portaba el libro de cantos al revés, a lo que le dijo en voz baja: “Lupita, llevas el libro al revés” y ella que le responde con voz de trueno y mirada de furia: ¡Y qué! ¡Yo así sé!…y siguieron cantando como si nada, en tanto Lupita colocaba el libro en la posición correcta…

Lupe, ya dijimos, vestía muy bien, buenas parte de sus exiguos ingresos los invertía en la compra de buena ropa, en sus elegantes abrigos largos, sus vestidos, sus faldas, sus medias y zapatos de tacón, sus sevillanas y chales negros “que la ropita cubra la miseria” solía decir, es que ella trabajaba en casas de sus amigas en las labores domésticas y ayudaba a su hermana a lavar y planchar ropa ajena, decían que durante varios años trabajó en la casa del General Lázaro Cárdenas, en la quinta Eréndira, haciendo el aseo y que poco antes de que muriera Don Lázaro, Lupita renunció al trabajo. El General le dijo: ” Esta bien, Lupita, pero, dime, ¿en qué te puedo ayudar?, ¿qué puedo yo hacer por ti?”, ella contestó con mucho respeto: “Gracias, General, pero el solo hecho de haber servido a usted y a su respetable familia paga todo…”

Lupe desarrolló su vida entre trabajo, rezos, cánticos religiosos y en varias ocasiones estrecheces económicas y temporadas en Pátzcuaro y en el Distrito Federal donde tenía otra hermana y acudía a buscar trabajo para sobrevivir, siempre con la fe en Dios y en su santo patrono, San Francisco de Asís; llegó al otoño de su vida, la soledad le pesó demasiado, luego le sobrevino esa maldita enfermedad que en la actualidad se conoce como Alzheimer y varios familiares creyeron que había perdido la razón porque era muy común verla muy de madrugada, aun de noche, caminando rumbo al templo de San Francisco… rezando siempre, entonando las florecillas en honor del pobrecillo de Asís…

Un día murió…en cara se dibujaba una fría mueca de felicidad,… tal vez lo de su enamorado era cierto… ese día se juntaron para ir a formar su nidito de amor en la eternidad… así concluyó su paso por este valle de lágrimas de la mujer de negro, la cantora, la artista, la luchona de quien de su forma de ser abrevé conocimientos… de mi tía la regañona…

chanoprd@hotmail.com