Eduardo llegó a nuestra escuela como un alumno regular solo por ocho meses para no perder el ciclo escolar y se integró a nuestro grupo; él era un muchacho de pelo rizado, estatura regular, ojos café claro en diagonal, nariz recta y labios delgados, con una gran sensibilidad para versificar y hacer poemas que llamaban la atención.
Como decíamos, estaría con nosotros solo unos meses, ya que su papa vino a hacer unos trabajos al CREFAL, lugar mismo en que le dieron alojamiento junto a los becarios que venían de diferentes países de Latinoamérica y el Caribe, algunos venían con su esposa e hijos y con ellos convivió Lalo; también con nosotros, pues todos íbamos a nuestra querida “Vasco de Quiroga” en su añorado edificio que ahora se conoce como El Ex Colegio Jesuita.
Una ciudad muy cultural /,de gentes buenas, sinceras,/… arquitectura colonial,/ una joya, sí, deveras/ Cuna de una Insurgente,/ proyecto de un Santo Varón/ son orgullo que la gente…/ bien guarda en su corazón…./
Son unos versos que apenas recuerdo… los componía porque él decía que después el Distrito Federal, su tierra, era nuestra bella ciudad de Pátzcuaro… era verdad porque no se cansaba de recorrer lugares como El Sagrario, La Compañía, La Basílica y de allí bajar hasta la Pila del Torito, para luego caminar hasta nuestra, la siempre recordada, Pila de los Pescados.
Pues como no hay plazo que no se llegue, ni fecha que no se cumpla… llegó el día que Eduardo tuvo que retornar al Distrito Federal… aún recuerdo las caritas tristes de los compañeros que, a pesar que convivieron poco tiempo con él, forjaron gran amistad; Lalo tenía ese don de hacer amigos… Lentamente el vehículo azul del CREFAL se fue alejando, llevándose con él a nuestro amiguito “El Poeta”, como algunos cariñosamente le decían…
La rueda del tiempo continuó su marcha inexorablemente… como un tren que, serpenteando los abruptos y sinuosos caminos del tiempo… va abriéndose paso entre las estaciones de la vida…
Pasaron muchos años, corría el año de 2006, el mes de julio para ser exactos, estábamos en un plantón, después del proceso electoral federal, entonces vi pasar una persona que llamó mi atención y tal parece que igual le ocurrió; sin embargo, siguió caminando, de vez en cuando volteaba, entonces le dije al “Pane”: ¡alcánzalo -¡ pregúntale si es Lalo-!…. Efectivamente, sí era él, se regresaron y me dijo con mucha seguridad: ¡Qué pasó mi Lucas!, -¿eres o te pareces?, -¡El mismo que calza y viste tallas extras y las paga en abonos, mi Lalo! –Le contesté- ¿Qué has hecho de tu vida?… –Mira,- me dijo, ¿Por qué no vamos a tomarnos un café a la plaza? Me despedí de mis compañeros plantonistas y enfilamos rumbo a nuestra legendaria, colonial y magnífica plaza Grande.
Me comentó que había estudiado una ingeniería en el Politécnico, después la Maestría; que tenía un trabajo generosamente remunerado; que sus papas vivían actualmente en Europa…pero, cuando me platicó de su vida sentimental, no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, su mirada se tornara triste como si interiormente guardara un gran sufrimiento aquella alma sensible; pude darme cuenta que a pesar de la fortaleza física… padecía del mal de amores….
Dijo que se había casado con una chica mucho menor que él, tuvieron dos hermosos retoños, que su mujer era originaria de Uruapan y que, según, la había conquistado con sus poesías y versos, que vivieron muy felices hasta que un día fueron a Uruapan y de paso por esta ciudad fueron a tomar una nieve de pasta al portal; allí, su esposa saludó a una persona del sexo masculino con el cual él no fue presentado, después dijo, era un antiguo conocido compañero de la escuela, a partir de allí su esposa cambió su trato con él hasta que unos meses después abandonó el hogar… sus hijos estudian en un internado de una norteña ciudad…
Le pregunté si había venido a buscarla y, molesto, exclamó: ¡Nunca, nunca más! Ella decidió ponerle fin a lo nuestro y… yo… ¡jamás se lo perdonaría!… se recargó de brazos sobre la mesa, tomó de un trago su café… incorporándose después lentamente… dirigió su mirada al infinito…Me despedí para no ser causa que mis preguntas removieran más heridas… con una voz débil que más parecía un sollozo –dijo-: ¡ya la olvidé y jamás iré a buscarla!!!
…Dos días después aparecieron muchos cartelitos de papel con letra hecha a mano, fijados con cinta adhesiva en paredes y ventanas que rezaban desesperados llamados a la reconciliación, diseminados en varias calles, uno de tantos llamo mi atención:
” A ti que prometí amor eterno,…/ tu abandono me hizo sentir el frío…/ y hoy ese desamor cual cruel invierno/ dice: “tu pasión me colmó de hastío”./ Y este amor tan más profundo y tierno/¡se desboca cuesta abajo hacia el vacío!…/ ¡ cayendo a lo más profundo del infierno!”…/ ¡¡¡Vuelve mi Amor!!!…
Varias gentes se acercaban a leer en los papelitos y se preguntaban: ¿quién será que tanto amor derrama?
Y contestaba para mis adentros… ¡Yo sí sé!
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