22 diciembre, 2024
ROTATIVO DIGITAL

El poder y la responsabilidad…

Lic. Alfredo Castañeda Flores (Analista)

 

Un encumbrado asigna poder a otros cuando les aporta una clara comprensión de las responsabilidades de la tarea. Las responsabilidades de la tarea definen la labor que la persona debe realizar para llegar al éxito. Un poderoso ejerce más poder para realizar sus propios objetivos cuando la gente que trabaja para él sabe lo que debe hacer a fin de tener éxito.

 

El primer paso, y quizás el más importante que se puede dar para asignar poder a la gente, es explicarle lo que debe hacer. Obtendrá éxito si plantean claramente a la gente lo que se espera de ella.

 

¿Parece sencillo? Por supuesto, se afirma que la gente a cargo sabe cuáles son sus tareas. Lo sabía antes de que lo emplease.

 

Si reflexionas acerca de la carrera que tú mismo emprendiste, amable lector, tal vez adviertas la necesidad de meditar con un poco más de cuidado sobre esta cuestión. ¿Cuántas veces te encontraste en aprietos porque tu concepto de lo que debías hacer era diferente del concepto que tu jefe tenía respecto del mismo asunto? La actuación impecable que tu tenías de nada servía, por la sencilla razón de que no era la actitud que el jefe estaba buscando. O tal vez fuiste censurado porque no atinaste a hacer algo y no lo hiciste por el simple motivo de que no sabías desde el principio que esa tarea correspondía a tu responsabilidad.

 

Cuando no se tiene un concepto claro de las responsabilidades, es frecuente que haya confusión. Se pierde tiempo y se malgasta energía en la tarea de adivinar lo que desea el jefe, y te preguntas si estás actuando como corresponde. Si no hay una definición clara de la responsabilidad, las personas son como naves sin brújula, perdidas en el mar.

 

Los defensores del estilo administrativo de laissez faire pueden argüir que la definición clara de las responsabilidades inhibe la capacidad creadora y sofoca la iniciativa. Con esta actitud, la de proporcionar a la gente escasa orientación, o ninguna en absoluto, creen que están promoviendo un espíritu de iniciativa. Aunque est5e estilo administrativo puede ser eficaz en ciertas situaciones, la mayoría de la gente necesita que se le fijen límites, y se le ofrezca una descripción muy clara de la tarea. De lo contrario, colmarán los huecos inventándose su propia tarea o modificándola para acomodarla a sus propósitos particulares.

 

La escasez de estructura impide que la gente utilice eficazmente su poder. Gracias a esta definición clara de sus responsabilidades, las personas pueden concentrar todas sus energías en la ejecución de la tarea, en lugar de preguntarse en qué consiste esta, o en vez de trabajar en actividades inapropiadas. Cuanto más concentran sus esfuerzos, disponen de mayor poder para alcanzar el éxito.

 

No es suficiente que la gente sepa lo que debe hacer; también es necesario que sepan por qué lo hacen. Todos deben estar en condiciones de percibir la correlación entre las responsabilidades de su cargo y las metas y los objetivos de su área y de la empresa. Si no se cumplen estas condiciones, las responsabilidades que se les exige afrontar son nada más que una lista de actividades sin sentido.

 

A pesar de que hoy se habla mucho de la decadencia der la ética del trabajo, la mayoría de la gente desea ser parte de algo más importante que ella misma. La generalidad de las personas desea realizar un aporte, quieren crear algo diferente. Por supuesto, este deseo tal vez se manifieste de manera muy evidente. Como han padecido durante años a manos de jefes incompetentes, muchas personas con el tiempo ya no experimentan ese deseo, o por lo menos así lo demuestran. El jefe sensato sabe que el deseo persiste; sólo que está adormecido. Su tarea es reavivarlo.

 

Una de las tragedias de nuestro complejo ámbito laboral es que muchas personas no tienen la sensación de que están realizando un aporte. Buena cantidad de tareas aparecen divididas en pequeños fragmentos, y se asigna cada fragmento a un trabajador como labor exclusiva.

 

El resultado es que muchas personas tienen imprecisa idea, o no tienen ninguna en absoluto, acerca de lo que están contribuyendo al producto final y al orden social en su conjunto. No puede extrañar que muchas personas trabajen casi exclusivamente por dinero, y sin embargo se sientan desdichadas no importa cuál sea el monto de su retribución.

 

Se necesita algo más que el cheque del sueldo para lograr que una persona experimente un sentimiento de poder y desarrolle su potencial. Esa persona debe estar en condiciones de percibir de qué modo su labor, grande o pequeña, contribuye a los objetivos del área, la empresa, o la sociedad. Una persona debe tener conciencia del propósito perseguido, si se quiere que experimente un sentimiento de poder. ¡Ánimo!