Lic. Alfredo Castañeda Flores ANALISTA
20 OCT. 2023.-Vivimos en un mundo de mentiras, de hipocresía y manipulación. Desde niños, hemos sido víctimas de tantos individuos sin valores que nos rodean y cuando se tiene la mente débil, se van aprendiendo y repitiendo esas conductas negativas que afectan al resto de la sociedad con la que convivimos.
Sin embargo, el peor de esas subespecies que habitan los rincones de cualquier país del mundo, son los mediocres.
El que es mediano o regular, tirando a malo, en cuanto a su calidad, valor, interés, etcétera, que no tiene un talento especial o no tiene suficiente capacidad para la actividad que realiza, lo es. Desafortunadamente, esos entes abundan en cualquier estrato social, haciendo tanto daño a los demás, incluso a los que son de similares características.
Un mediocre es aquel sujeto que ha visto su desarrollo desde niño, de forma distinta a los que destacan, sobresalen, en lo intelectual, en lo vocal (cantan, declaman, oran), en otras artes (bailan, presentan), en los deportes, en cualquiera de las innumerables ramas que existen, estos sujetos, son los que se van quedando atrás, los que no figuran, los que nadie observa, son retraídos, inseguros, miedosos, se esconden entre el resto de estudiantes.
Y así van creciendo, sin mayores aspiraciones, sin deseos de mejorar, porque su capacidad se los impide. Pero llenos de envidia, de coraje, algunos, incluso odio, hacia los demás. Cualquier momento lo utilizan para lanzar su veneno hacia aquellos que los superan en muchos aspectos.
Crecieron llenos de complejos, traumas y defectos, por lo mismo, por que nunca se atrevieron a ir más allá de lo que hicieron. No supieron medir con plenitud sus alcances, porque el miedo los paralizaba, la ignorancia los detenía a ir más allá, por lo que al ir creciendo, van notando que otros hacen cosas que otros admiran, que otros premian, se enteran que otros obtienen mejores resultados económicos, su frustración crece y, por ende, la envidia, el coraje y tantos antivalores, se van apoderando de su persona, propiciando que en cualquier lugar donde se encuentren, vayan esparciendo eso que los corroe por dentro, respecto a los opuestos a su personalidad.
Un mediocre quiere llamar la atención a como dé lugar, no importa si cae bien o cae mal, si agrede u ofende a los demás con sus comentarios malsanos. No mide el alcance de sus palabras, y no le importa culpar a otros de sus desafortunados actos. Es falso, ruin, lleva la hipocresía tatuada en su personalidad. Todo lo que ha vivido tiene defectos, nada favorable obtiene de las experiencias pasadas. Critica todo, habla mal de todo, nada ni nadie merece su atención, se quiere hacer pasar por un sujeto digno, que es correcto, que su espiritualidad es a prueba de todo. Cree que la religión, sobre todo, la católica, es sinónimo de bondad. Quiere engañar a los demás con sus actos religiosos. Pero como todo, solo es una fachada para engañar, además de que la gente superior, sabe que ese tipo de gente, no es digno de confianza, no se debe confiar en ellos. Porque regularmente, esos sujetos, son lo contrario a lo que intentan aparentar. Viven de apariencias.
Los mediocres viven en un mundo de negativismo autodestructivo y se han propuesto consciente o inconscientemente, contaminar la vida de los demás. Actúan en la vida tomando decisiones con el propósito (normalmente inconsciente) de agradar al resto, por temor a perder el afecto de las personas que les rodean. Actúan en la vida sin un foco mental claro, viviendo con la ilusión de que lo importante es sólo el ahora y por lo tanto, se comportan de manera dispersa en sus asuntos relevantes.
Recurren permanentemente a las excusas para explicar los “fracasos”, faltas o inasistencias, sin hacerse cargo de la responsabilidad por los resultados que cada uno genera en la vida. Tienen el hábito de “escanear” lo negativo de situaciones y personas, generando ceguera frente a lo positivo de la vida y de la gente con la cual interactúan. Se quejan literalmente por todo. Sientes que la vida les juega permanentemente malas pasadas y que tienen una especie de “halo de mala suerte”. Victimismo sutil. No se involucran en lo que hacen ni en las interacciones que tienen. En sus trabajos hacen lo justo y necesario, no se esfuerzan ni un milímetro adicional por hacerlo con entusiasmo y mejor. Con las personas, no generan escucha ni conexión emocional.
Sienten que el mundo está en deuda con ellos, que la vida es injusta y por lo tanto, están permanentemente esperando la ayuda de los demás para resolver sus problemas. Sienten que la vida no les otorga oportunidades, que hay gente más talentosa que ellos y creen que éstos han sido premiados de manera especial sin merecerlo, lo que en ellos genera un gran resentimiento. Sienten envidia por el éxito de los demás. Cuando alguien les cuenta de sus proyectos o ideas, esconden un secreto deseo que esas ideas fracasen. No soportan el éxito ajeno y sufren por eso.
Aunque la mediocridad no es un término en sí peyorativo, pues hace alusión al promedio, a la mayoría de las personas, éstas no quieren ser consideradas de tal modo por su connotación negativa. Y es que este término da cuenta de alguien que no se esfuerza lo suficiente para ser sobresaliente y se conforma con el status quo. Las personas que se encuentran en el promedio de sus grupos de pertenencia, suelen mostrar algunas características comunes, arriba citadas.
Por lo general rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar con el que piensa distinto. Es fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en a descalificación del otro. Carece de coraje para expresar o debatir públicamente sus ideas, propósitos y proyectos. Busca parecer correcto, aunque solo sea en palabras, porque sus acciones demuestran lo contrario.
La mayor parte del tiempo, critica, pero no se atreve, juzga, pero no es capaz, aspira, pero solo envidia, no acciona, esto es lo que sucede con muchas personas que solo se preocupan de errores de los demás y no de sus verdaderas pasiones. Generalmente, un mediocre sufre de varias enfermedades, por lo mismo, por sus conductas negativas hacia los demás que los va deteriorando en su salud individual. A ese tipo de personas, es mejor, irlos dejando solo, que se envenenen con su propio rencor, con su propio veneno, entre más te alejes de ellos es mejor. No vale la pena conservar “amistades” así, porque a largo plazo, el enfermo puedes resultar ser tú y no vale la pena llegar a eso, si en tus manos está evitarlos. ¡Ánimo!