Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
Si necesitas, amable lector, recurrir a la ayuda de un aliado, no te molestes en recordarle el apoyo que le hayas dado en el pasado, o tus buenas acciones. Lo pasado se ignora o se olvida. Si, en cambio, al formular tu pedido de colaboración muestras elementos que beneficiarán a la otra persona y haces gran hincapié en ellos, tu contrincante responderá con entusiasmo a tu solicitud, al detectar el beneficio que podría obtener.
Si buscas poder, constantemente te verás en situaciones que te exigirán pedir ayuda a individuos más poderosos. Pedir ayuda es un arte que depende de la habilidad que poseas para comprender a la persona con la que estás tratando y confundir tus propias necesidades con las del otro.
A la mayoría de las personas esto les resulta muy difícil, porque se hallan por entero absorbidas por sus propios objetivos y deseos. Parten de la suposición de que la gente a la que le piden un favor tiene un interés altruista en ayudarlos. Hablan como si sus necesidades tuvieran importancia para los demás, mientras que lo más probable es que les resulten indiferentes. A veces apelan a temas más generales, como las grandes causas, o a emociones como el amor y la gratitud. Se afanan por presentar un panorama lo más amplio posible, cuando las realidades simples y cotidianas tendrían mucho más fuerza. Lo que en general no se comprende es que hasta la persona más poderosa está encerrada en el círculo de sus propias necesidades, de modo que, si no se apela a sus egocéntricos intereses personales, la otra parte sólo considerará que estás desesperado o, en el mejor de los casos, que le estás haciendo perder el tiempo.
El interés propio es la palanca mágica que mueve a la gente. Una vez que hayas logrado hacerles ver de qué manera podrás satisfacer las necesidades o beneficiar la causa del otro, la resistencia que se oponía a tu pedido de ayuda desaparecerá como por arte de magia. A cada paso que des en tu camino hacia la adquisición del poder, debes aprender a meterte en la mente del otro, ver sus necesidades y sus intereses, y deshacerte de la pantalla de sentimientos propios que te impiden ver la verdad. Una vez que domines ese arte, tus posibilidades no tendrán límites.
Quizás algunas personas consideren desagradable y poco noble que alguien apele a sus intereses propios, y prefirieran que se les brindara la posibilidad de ejercer la caridad, la piedad y la justicia, que es lo que las hace sentirse superiores a ti: al pedirles ayuda, subrayas la posición y el poder de ese tipo de individuo. Son lo bastante fuertes como para no necesitar nada de ti, salvo la oportunidad de sentirse superiores. Ese es el vino que los embriaga. Se mueren por financiar tu proyecto y relacionarte con los poderosos… siempre y cuando, por supuesto, todo se realice en público y por una buena causa (en general, cuanto más público haya, mejor). Por lo tanto, no todos pueden ser abordados con argumentos que apelen a su cínico egoísmo. Hay quienes retroceden ante ese tipo de argumentos, porque no quieren parecer motivados por cosas de esa índole. Necesitan oportunidades para demostrar en forma pública su buen corazón.
No seas tímido. Concédeles la oportunidad. Al pedirles ayuda no los estafes ni te aproveches de ellos: en realidad dar (y que los vean dando) les causa gran placer. Deberás aprender a detectar las diferencias entre los poderosos de una y otra clase, y a determinar qué es lo que los motiva. Cuando emanan codicia, no apeles a la caridad. Cuando quieren parecer nobles y caritativos no apeles a la codicia.
El camino mejor y más corto para hacer fortuna es hacer comprender a los demás, con toda claridad, que si promueven tus intereses beneficiarán los de ellos.
Cuando hay que elegir entre un discurso sobre el pasado y un discurso sobre el futuro, la persona pragmática (práctica) siempre optará por el futuro y olvidará el pasado. A una persona pragmática siempre hay que hablarle de modo pragmático. Al final de cuentas, la mayoría de la gente es pragmática, pues muy rara vez actúa en contra de sus propios intereses. O acaso: ¿tú lo haces?