Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
El espejo refleja la realidad, pero también es el arma perfecta para el engaño: cuando reflejas a tus enemigos, haciendo exactamente lo que hacen ellos, tus rivales no lograrán deducir tu estrategia. El Efecto Espejo los burla y humilla, lo cual los lleva a reaccionar en forma desmedida. Al poner un espejo frente a su sique, los seduces con la ilusión de que compartes sus valores. Al reflejar sus acciones en un espejo, les enseñas una lección. Son muy pocos los que pueden resistirse al poder del Efecto Espejo.
Los espejos tienen el poder de inquietarnos. Cuando contemplamos nuestro reflejo en el espejo, a menudo vemos lo que queremos ver, es decir, la imagen de nosotros mismos con la que más cómodos nos sentimos. Tenemos la tendencia a no mirar con demasiado detalle, e ignorar las arrugas y los defectos. Pero si miramos con atención la imagen reflejada, a veces sentimos que nos estamos viendo como nos ven los otros, una persona entre todas las demás, un objeto más que un sujeto. Esta sensación nos estremece: nos vemos, pero desde afuera, despojados de los sentimientos, del espíritu, del alma que llena nuestra conciencia. Nos vemos convertidos en una cosa.
Al usar el Efecto Espejo, simbólicamente recreamos esa fuerza perturbadora, reflejamos las acciones de los demás, imitamos sus movimientos para descolocarlos e irritarlos. Al sentirse burlados, clonados, convertidos en objetos, en una imagen sin alma, se enfurecen. O bien, haz lo mismo pero de manera ligeramente diferente, y se sentirán desarmados: reflejaste a la perfección los deseos y ansiedades que ocultan. Éste es el poder narcisista de los espejos. En cualquiera de los dos casos, el Efecto Espejo descoloca a la víctima, enfureciéndola o fascinándola, y en ese instante tienes el poder de manipularla o seducirla. Este efecto encierra un gran poder, porque actúa sobre las emociones más primitivas.
En el ámbito del poder hay cuatro Efectos Espejo principales:
El efecto neutralizador. Haz lo que hacen tus enemigos, imita las acciones de ellos lo mejor posible, y no podrán detectar sus verdaderas intenciones, porque están cegados por el espejo. La estrategia habitual de tus enemigos para manejarte se basa en las reacciones que te caracterizan; neutraliza esas reacciones mimetizándote con tus enemigos. Esta táctica surte un efecto burlador e irritante. La mayorías recordamos esa sensación, que experimentábamos en la infancia cuando alguien nos hacía burla repitiendo textualmente todo cuanto decíamos: al cabo de pocos minutos, queríamos romperle la cara. Utilizando esta mima técnica, aunque en forma más sutil, es posible descolocar al adversario; ocultando su propia estrategia detrás de un espejo, puedes tender trampas invisibles o impulsar a los contrincantes hacia la trampa que ellos había planeado para ti.
La versión inversa es el Efecto Sombra: imita cada movimiento del adversario sin que éste te vea. Utilízala para reunir información que te permitirá neutralizar más adelante la estrategia de tu contrincante, obstruyendo y desbaratando cada uno de sus movimientos. Es eficaz porque seguir los movimientos del otro permite comprender con profundidad sus hábitos y rutinas. Ésta es la técnica básica utilizada por detectives, espías y algunos políticos.
El efecto Narciso. Juega con el narcisismo universal: tú miras hasta el fondo del alma de otra persona, intuye sus más íntimos deseos, sus valores, sus gustos, su espíritu, y refleja todo esto, convirtiéndose en una especie de imagen reflejada del otro. Tu habilidad para reflejar la sique del otro te otorga gran poder sobre esa persona, y hasta puede encender una chispa de amor.
Esto no es más que la habilidad de mimetizarse con otra persona, no física sino sicológicamente, y constituye una técnica muy poderosa porque juega con el insatisfecho amor hacia sí mismo del niño, que todos sentimos. En general los demás nos bombardean con las experiencias, y los gustos de ellos. Rara vez se esfuerzan por ver las cosas a través de nuestros ojos. Será irritante, pero también crea una gran oportunidad. Si demuestras que entiendes a otra persona, al reflejar sus más íntimos sentimientos, esa persona quedará fascinada y lograrás desarmarla, sobre todo porque esto es algo que sucede con muy poca frecuencia.
El efecto moral. El poder del argumento verbal es en extremo limitado, y a menudo logra lo opuesto de lo que pretendemos. Aquí reflejas lo que otros te hacen, de forma tal que se den cuenta con suma claridad de que estás haciendo exactamente lo te hicieron ellos. Les haces sentir que se comportaron de manera desagradable o hiriente, en lugar de quejarse o lamentarse, lo cual solo los pone a la defensiva. Y al sentir que las consecuencias de sus propias acciones les son devueltas por un espejo, los otros comprenden en toda su magnitud de qué manera lastimaron o castigaron con su comportamiento asocial. Objetiviza las cualidades de las que quieres que el otro se avergüence, creando un espejo en el cual el rival puede ver sus necedades y aprender una lección. Este es el efecto del maestro, haya o no defecto en la forma en que otros lo han tratado, para ti siempre podrá resultar provechoso reflejar ese comportamiento de forma tal que los haga sentir culpables.
El efecto alucinatorio. Los espejos son tremendamente engañosos, porque dan la sensación de que a través de ellos se ve el mundo real. Pero en realidad uno sólo mira un trozo de vidrio que, como bien sabemos, no puede reflejar el mundo en su exacta dimensión: en un espejo todo se invierte. Cuando Alicia pasa a través del espejo en el libro de Lewis Carroll, entra en un mundo del revés y no solo en el aspecto visual.
Consiste en crear una copia perfecta de un objeto, un lugar o una persona. Esa copia actúa como una especie de maniquí: la gente lo considera auténtico porque tiene la apariencia física de lo auténtico. Ésta es fundamentalmente la técnica de los grandes estafadores que imitan el mundo real para embaucar. También tiene aplicación en cualquier situación que exija camuflaje. Es el espejo del Burlador.
El reflejo de la realidad encierra un inmenso poder de engaño. El uniforme adecuado, el acento correcto, los decorados apropiados hacen que el fraude resulte difícil de detectar, porque se entrelaza con la simulación de la realidad. La gente tiene un inmenso deseo y una profundas necesidad de creer, y su primer impulso es confiar en una fachada bien armada y confundirla con la realidad. Después de todo, no podemos ir por la vida dudando de la autenticidad de todo cuando vemos sería demasiado agotador. Por lo general aceptamos como ciertas las apariencias, y tú, amable lector, puedes hacer buen uso de esa credulidad.
En este juego particular, es el primer momento el que más cuenta. Si las sospechas de tu víctima no se despiertan ante la primera mirada a la imagen del espejo, ya no aflorarán. Yuna vez que el otro entra en el cuarto de los espejos, le resultará imposible distinguir entre lo real y lo ficticio, y será muy fácil engañarla. Recuerda: estudia las fachadas de este mundo y aprende a reflejarlas en tus hábitos, modales, vestimenta. Como una planta carnívora, para los incautos insectos tú no serás distinto de todas las demás plantas del campo.
Finalmente, aprende a cuidarte de las situaciones que son sólo reflejos. ¡Ponte listo!