19 abril, 2025
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El costo político de la reforma energética

El senador Emilio Gamboa Patrón, coordinador de los senadores priistas, admite que la reforma energética conlleva un costo político, pero que el presidente Enrique Peña Nieto está dispuesto a asumirlo; costo político que representaría para él la pérdida de popularidad. Por ello en otras ocasiones se ha hablado de la valentía del presidente por estas radicales reformas estructurales.

Claro que se necesita ser valiente para encabezar a una pequeña horda de ambiciosos que están haciendo de la Constitución y las leyes un traje a la medida de las ambiciones de los consorcios petroleros internacionales, con los cuales han cruzado sus intereses políticos y económicos. Valentía en escandalosa minoría frente a más de 100 millones de mexicanos que en su mayoría se opone a la privatización de los hidrocarburos, de Pemex en concreto, y de la electricidad.

Me viene a la mente el comentario de un alto funcionario del gobierno de los Estados Unidos, que en su momento ante las jugosas concesiones que habían hecho los negociadores mexicanos (salinistas) del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), llegó a reconocer que en algunos aspectos éstos habían concedido más de lo que los negociadores estadunidenses había exigido.

Claro, obsequiosos como somos con los extranjeros, dada la natural tendencia de nuestra clase política gobernante a mostrar el cobre, es decir, el espíritu colonizado a prueba de la peor ignominia.

Hay consenso en que las leyes secundarias de la reforma energética se redactaron en cualquier parte, menos en el Congreso, que es el responsable en nuestro país de legislar a través de ambas cámaras, las de Diputados y Senadores.

Pensando bien, estaremos de acuerdo en que se redactaron en Los Pinos, a la vez que en algunas oficinas de la élite empresarial nacional; pensando mal, en vista de que todo parece favorable a los intereses de los inversionistas petroleros, alguien malpensado incluso podría opinar que se redactaron en oficinas de algunas de las transnacionales petroleras.

Se me ocurre pensar que si las leyes secundarias se hubieran redactado en ámbitos de compañías petroleras del extranjero, como sugiere la hondura de la mordida al pastel petrolero nacional, que presentan los dictámenes de ley, se habrían medido más que nuestros dadivosos “legisladores” mexicanos; no habrían sentido necesidad de ser y parecer tan radicales, como sí parecen obstinados en ser y parecerlo nuestros legisladores neoliberales para quedar bien y merecer que los contraten como consejeros por su capacidad para manejar información privilegiada, dada su condición de altos “representantes populares”, a la vez que personajes ambiciosos sin escrúpulos que hacen de la política un modus vivendi traicionero para México.

El editorial de La Jornada (18/07/2014), Reforma energética y negocios privados, pone el dedo en la llaga, en referencia a la nota de primera plana del mismo diario: “Ex funcionarios atrás de negocios con energéticos”, de Israel Rodríguez:

“Al menos seis compañías vinculadas a ex funcionarios del gobierno federal, quienes tuvieron en su momento acceso a información privilegiada, están al acecho de las nuevas oportunidades de negocios en el sector hidrocarburos, tras la instrumentación de la reforma energética, cuya discusión de leyes secundarias se realiza actualmente en el Senado…”

Presidentes de la República, secretarios de Hacienda, secretarios de Energía, directores de Petróleos Mexicanos (Pemex), sindicato petrolero, todos tuvieron en sus manos los destinos de nuestra gloriosa industria petrolera para que pudieran convertirla en una auténtica palanca de desarrollo.

¿Y qué hicieron con ella?, una industria a la que todos parecieron empeñados en saquear, en empequeñecer, en sabotear, en robar, en corromper, en hacerla pasar como un negocio sin futuro en manos mexicanas, etcétera; una industria asediada por las antiguas compañías petroleras, a las cuales los altos funcionarios del gobierno mexicano, de sus distintas administraciones, compartían información privilegiada y les otorgaban ilegalmente jugosos contratos multimillonarios en dólares, y para las cuales a través de los años fueron abonando el terreno para llegar a la cumbre más soñada: abrir legalmente las puertas a la inversión privada, nacional y extranjera, mientras los mexicanos parecemos dormidos, aletargados en una inconsciencia irresponsable.

Cuando despertemos, el Estado mexicano habrá perdido la rectoría en materia energética; la renta petrolera estará sensiblemente disminuida y ya no alcanzará para garantizarnos una política social siquiera básica; no habrá quién regule la ambición de petroleras y petroleros; Pemex y Comisión Federal de Electricidad lejos de mantenerse como empresas de calidad mundial, paulatinamente se irán convirtiendo en empresas carentes de importancia frente a la competencia extranjera.

Privará una desenfrenada extracción de crudo y una política arrolladora de despojo de tierras de campesinos, indígenas y pequeños propietarios, en aras de servir sin condiciones a la inversión privada, nacional y extranjera.

Vaya que se necesita ser valiente para, con un puñado de políticos neoliberales, enmendarle la plana completa en materia de soberanía e independencia económica a más de 100 millones de mexicanos…

 

* Analista político