Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
El cortesano perfecto, adulador e intrigante, prospera y alcanza su plenitud en un mundo en el cual todo gira en torno del poder y la habilidad política. Domina a la perfección el arte de la oblicuidad. Adula, se somete a sus superiores y reafirma su poder sobre los demás de la forma más encantadora y graciosamente indirecta y falsa. Aprende a aplicar las leyes del cortesano, y tu ascenso dentro de la corte no conocerá límites.
Nunca es prudente hablar mucho de ti mismo o llamar demasiado la atención sobre tus acciones. Cuanto más hables sobre lo que haces, más sospechas despertarás. También generarás suficiente envidia entre tus pares como para inducirlos a la traición o a clavarte un puñal por la espalda. Ten, por lo tanto, mucho cuidado de pregonar tus logros a los cuatro vientos, y habla siempre menos sobre tu persona que sobre los demás. Es preferible pecar de modesto.
No demuestres nunca que estás trabajando mucho. Tu talento debe dar la impresión de fluir de manera natural, con una facilidad que lleve a los demás a tomarte como un genio, no por un adicto al trabajo. Incluso cuando algo te exija mucho esfuerzo, hazlo parecer sencillo; a nadie le gusta ver sangre y sudor, que es otra forma de ostentación. Es mejor que se asombren al ver la facilidad con que obtienes tus logros, y no que se pregunten por qué te costarán tanto.
Podrá parecer que tus superiores nunca se cansan de que los elogien, pero el exceso de algo –incluso de algo bueno- disminuye su valor. Además, tú despertarás sospechas entre tus pares. Aprende a halagar de forma indirecta: por ejemplo, desmerece tus propios aportes, para que la gestión de tu jefe parezca más importante y eficiente.
No puedes exhibirte de forma demasiado descarada, y sin embargo deberás esforzarte por hacerte notar. Esta tarea requiere mucho arte. A veces, al principio es cuestión de hacerse ver, en el sentido literal. Presta atención a tu aspecto físico y luego encuentra la forma de crear un estilo y una imagen distintivos… pero sutilmente distintivos.
La seudocreencia en la igualdad –la idea de que, al hablar y actuar de la misma manera con todos, sin distinción de rango, te conviertes en un ejemplo de educación—es un error terrible. Quienes se ubican por debajo de ti interpretarán tal actitud como una forma de condescendencia (y así es), y aquellos que se hallan por encima de ti e sentirán ofendidos, aunque quizá no lo admitan. Deberás cambiar tu estilo y forma de hablar de acuerdo con cada individuo con el que trates. Esto no es mentir, sino actuar, y la actuación es un arte, no un don de Dios. Aprende ese arte. Esto también vale para la gran diversidad de culturas que se encuentran en la corte moderna: nunca des por sentado que tus criterios de conducta y tus juicios tienen validez universal. La incapacidad de no adaptarse a otra cultura no sólo es el colmo de la barbarie, sino que te ubica en una posición desventajosa.
Deberás hacer todo lo posible, y hasta mentir y hacer trampa, de ser necesario, para asegurarte de que la suerte que le cabe al portador de malas noticias recaiga en otros, nunca en ti. Lleva sólo buenas nuevas, y tu amo se sentirá feliz cuando te vea acercarte.
El jefe no quiere tener un subordinado amigo, sino un subordinado a secas. Nunca lo encares con tono informal o amistoso como si ambos fueran amigos: esto es algo reservado con exclusividad a él. Si él decide tratarte de ese modo, adopta una actitud de cautelosa camaradería. De lo contrario, más te vale pecar de lo opuesto, y dejar en claro la distancia que hay entre los dos.
Si bien esto parece obvio, suele haber momentos en que cierta forma de crítica es necesaria, y en qué no decir nada o no dar un consejo también haría peligrar tu posición. Sin embargo deberás aprender a impartir tu crítica o consejo de la forma más indirecta y cortes posible. Piénsalo dos o tres veces, hasta asegurarte de que tus palabras serán lo bastante prudentes. Es preferible ser demasiado sutil que pecar de lo contrario.
Nada irrita más al superior que tener que rechazar el pedido de un subordinado, pues ello genera culpa y resentimiento. Procura pedir favores lo menos posible y que sepas cuando detenerte. En lugar de convertirte en un suplicante, siempre es mejor ganarse los favores, de modo tal que el jefe los otorgue por voluntad propia. Y lo más importante de todo: no pidas favores para otros, y menos aún para un amigo.
Al igual que un actor en una gran obra teatral, deberás aprender a llorar y a reír a voluntad y en el momento indicado. Deberás ser capaz tanto de disimular tu ira y frustración como fingir satisfacción y consenso. Deberás ser el amo de tu propio rostro. Denomínalo mentir, si quiere, pero si prefieres no involucrarte en este juego y ser siempre sincero y frontal, no te quejes si otros te califican de odioso y arrogante.
Esto es fundamental. Una característica muy obvia de la naturaleza humana es huir de todo lo desagradable y ofensivo, mientras que el encanto y la promesa de disfrutar de algún tipo de placer nos atraen como la luz a las mariposas nocturnas. Conviértete en esa luz, y ascenderás hasta la cumbre. Dado que la vida contiene tantas cosas desagradables y los placeres son bastante escasos, te convertirás en algo tan indispensable como el pan de cada día. Esto podrá parecer obvio, pero a menudo lo obvio es ignorado o mal apreciado.
Como podrás observar, amable lector, esto y más tiene que ver con la actitud de los políticos o poderosos, frente a los demás, y el por qué solo los que carecen de dignidad alcanzan niveles en la escalera del poder, no cualquiera está dispuesto a ser el arlequín o Patiño de otros. Tú decides.