Lic. Alfredo Castañeda Flores Analista
9 abril 2021.-Nadie entiende el mundo en su totalidad. Para el cerebro humano es una tarea demasiado complicada. Aun cuando seas una persona muy culta, sólo entenderás una minúscula parte. Pero eso ya es bastante, pues es la pista de despegue para tu vuelo de altura: tu éxito en la vida. Si falta esta pista, jamás habrá un despegue.
El inversionista Warren Buffett utiliza el maravilloso concepto círculo de competencia. Lo que se encuentra dentro de este círculo lo dominas a la perfección. Lo que se halla fuera de él no lo entiendes o solo hasta cierto punto. El lema de Buffett es: “Conozca su círculo de competencia, y quédese en él. No importa demasiado qué tan grande es. Lo que sí es muy importante es saber exactamente dónde está trazada la línea”. Charlie Munger, el socio de Buffett, agrega: “Usted debe averiguar cuáles son sus talentos. Si prueba fortuna más allá de su círculo de competencia, tendrá una carrera miserable. Casi se lo puedo garantizar”. Tom Watson, el fundador de IBM, es la prueba viviente de esa hipótesis. Decía de sí mismo: “No soy un genio, soy parcialmente inteligente, pero me mantengo, de forma consecuente, cerca de estas partes”.
Organiza tu vida laboral estrictamente en torno a esta idea. El enfoque radical en el propio círculo de competencia no solo te dará frutos monetarios, sino también –e igual de importantes—frutos emocionales, a saber, la invaluable sensación de ser un maestro en algo. Además, ahorrarás tiempo, porque no tendrás que decidir cada vez si aceptas o rechazas una oferta. Mediante un círculo de competencia con una circunferencia claramente delimitada, podrás resistirte a peticiones inoportunas pero irresistibles.
Lo importante es que jamás sobrepases los límites de tu círculo de competencia. Hace muchos años, un riquísimo empresario le ofreció determinada cantidad a un amigo escritor para que le escribiera su biografía, fue una oferta muy tentadora. El escritor la rechazó. Las biografías se encuentran fuera de su círculo de competencia. Para poder escribir, me dijo, una de primera, se necesitan una serie interminable de entrevistas e investigaciones meticulosas. Se requieren habilidades diferentes a las necesarias para escribir una novela o un libro de divulgación, y yo carezco de ellas, me dijo. Me hubiera perdido en los detalles, me hubiera frustrado, y lo más significativo es que, en el mejor de los casos, hubiera escrito un libro mediocre. Aprendí una gran lección.
En su libro nada mediocre Risk Intelligence, Dylan Evans retrata a un jugador profesional de backgammon llamado J. P. “J. P. cometía algunos errores a propósito para observar de qué manera su adversario sacaría provecho de la situación. Si el otro demostraba habilidad, J. P. se retiraba del partido. De ese modo, no arriesgaba dinero en vano. En otras palabras, J. P. comprendía lo que muchos otros jugadores no: sabía cuándo no jugar”. Podía distinguir a los adversarios que lo podían sacar de su círculo de competencia, y los evitaba.
Aparte de la tentación de salirse del círculo de competencia, existe una segunda seducción igual de fuerte: ampliar el círculo de competencia. Esta seducción es especialmente grande si eres exitoso dentro del círculo que ya dominas y te sientes como pez en el agua. Aun así, no lo hagas. Tus capacidades no se transmiten de un campo a otro. Un gran jugador de ajedrez no necesariamente es un buen estratega en la vida comercial. Un cardiocirujano no es automáticamente un buen director de hospital. Un especulador inmobiliario no necesariamente es un buen presidente de la República.
¿Cómo se crea un círculo de competencia? No basta consultar Wikipedia, ni siquiera es suficiente con una carrera universitaria tradicional. Lo que se necesita es tiempo, mucho tiempo. “Debes dar por sentado que cualquier cosa valiosa toma mucho tiempo”, dice una regla a la que se atiene, exitosamente la diseñadora estadounidense Debbie Millman.
Otra cosa que se requiere: obsesión. La obstinación es una suerte de adicción. Por eso generalmente se habla de ella de manera despectiva. Leemos acerca de los jóvenes que adictos a los videojuegos, a las series de televisión o al aeromodelismo. Es hora de considerar la obsesión como algo positivo. Impulsa a los hombres a invertir miles y miles de horas en un asunto. Cuando era joven Bill Gates tenía una obsesión: la programación. Steve Jobs, la caligrafía y el diseño. A los 12 años, Warren Buffett compró sus primeras acciones con el dinero que le daban sus papás los domingos; desde entonces está obsesionado con las inversiones. Nadie diría hoy que Gates, Jobs o Buffett desperdiciaron sus años de juventud. Al contrario: debido a que estaban tan obsesionados invirtieron miles de horas necesarias para volverse expertos en su área. La obstinación es un motor, no una falla del motor.
Lo opuesto a la obsesión, por cierto, no es la antipatía, sino el interés, una manera amable de decir: “realmente no me interesa”.
¿Por qué la idea del círculo de competencia es tan poderosa? ¿Cuál es su secreto? Muy fácil: un maestro en programación no es el doble de bueno que un buen programador, tampoco es tres veces o diez veces mejor. Un maestro resuelve el mismo problema en una milésima parte del tiempo que el que necesitaría un buen programador. Lo mismo ocurre en el caso de los abogados, los cirujanos, los diseñadores, científicos, vendedores. Adentro o afuera del círculo de competencia estamos hablando del factor mil.
Cabe agregar que la idea de que la vida se puede planear es una ilusión. En todos lados el azar causa estragos, a veces parece un huracán. Solo hay un lugar en el que la brisa es más suave, y ese lugar es tu círculo de competencia. No encontrarás el mar quieto como un espejo, pero por lo menos el oleaje te permitirá navegar de modo seguro. En palabras más sencillas: dentro de tu círculo de competencia estás, hasta cierto punto, a salvo de las ilusiones y de los errores mentales. Incluso puedes arriesgarte a romper con las convenciones, pues tienes una visión suficientemente amplia y puedes calcular el impacto que tendrán tus acciones.
Conclusión: deja de molestarte por tus defectos, amable lector. Deja tus clases de salsa si tienes dos pies izquierdos. Deja de soñar con una carrera artística si tu hijo no puede distinguir si dibujaste una vaca o un caballo. Quítate la idea de la cabeza de tener tu propio restaurante si ya la visita de tu tía te agobia. Es un hecho que es completamente irrelevante en cuántos campos eres un mediocre y en cuántos tus habilidades están por debajo del promedio. Lo importante es que por lo menos sepas hacer extremadamente bien una cosa; de preferencia, a nivel mundial. Si es tu caso, cuentas con buenas posibilidades de vivir una buena vida. Dominar por completo una sola cosa compensa mil debilidades. Cada hora que inviertes dentro de tu círculo de competencia vale más que mil horas invertidas fuera de él. ¡Atento!