1 abril, 2025
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Economía circular: una estrategia para la sostenibilidad

Alejandro Martínez Castañeda     ANALISTA

27 MARZO 2025.-La economía circular es un paradigma económico que busca romper con el modelo lineal tradicional de “extraer, producir, consumir y desechar”, proponiendo en su lugar un sistema donde los recursos se utilicen de manera eficiente, se reutilicen y se regeneren continuamente. Inspirada en los ciclos naturales, donde nada se desperdicia, este enfoque tiene como objetivo minimizar el impacto ambiental, reducir la dependencia de recursos finitos y fomentar un desarrollo sostenible, de acuerdo con expertos en la materia.

 

Dicho modelo se sustenta en tres principios fundamentales:

 

1.-Eliminar residuos y contaminación desde el diseño: En lugar de gestionar los desechos al final del ciclo, se busca evitar su generación desde la concepción de los productos. Esto implica diseñar bienes duraderos, reparables y reciclables.

 

2.-Mantener productos y materiales en uso: A través de la reutilización, el reciclaje y la refabricación, se extiende la vida útil de los recursos, evitando que terminen en vertederos o incineradoras.

 

3.-Regenerar sistemas naturales: La economía circular promueve prácticas que restauren los ecosistemas, como la agricultura regenerativa o el uso de energías renovables, devolviendo a la naturaleza más de lo que se toma.

Tales principios contrastan con la economía lineal, que depende de la extracción constante de materias primas y genera grandes cantidades de desperdicio. En contrapartida, la economía circular cierra los ciclos, transformando los residuos en recursos y creando un sistema más resiliente.

 

Esta estrategia económica se aplica en diversos sectores. Por ejemplo, en la industria textil, algunas marcas han comenzado a recolectar ropa usada para reciclar las fibras y producir nuevas prendas. En la tecnología, empresas como Fairphone diseñan teléfonos modulares que los usuarios pueden reparar o actualizar, evitando la obsolescencia programada. En la construcción, materiales como el concreto reciclado o la madera reutilizada están ganando terreno.

 

A nivel comunitario, iniciativas como los bancos de reparación o las plataformas de intercambio (como las de economía colaborativa) fomentan el uso compartido y la reutilización. Además, la bioeconomía circular aprovecha residuos orgánicos —como restos de alimentos— para producir compost, biogás o fertilizantes, integrando la actividad humana con los ciclos naturales.

 

No obstante, su implementación enfrenta diversos obstáculos, a saber: Requiere una transformación profunda en los procesos industriales, lo que implica inversiones iniciales significativas. Además, depende de la colaboración entre gobiernos, empresas y consumidores, algo difícil en un mundo acostumbrado a la producción masiva y el consumo desechable. Las regulaciones actuales, a menudo diseñadas para la economía lineal, también pueden ser una barrera, al igual que la falta de conciencia o incentivos para cambiar hábitos de consumo.

 

Algunos especialistas coinciden en que la transición hacia una economía circular es urgente en un planeta con recursos limitados y una población en crecimiento. Gobiernos como el de la Unión Europea han adoptado planes ambiciosos, como el Pacto Verde, que promueven este modelo mediante políticas de reciclaje, incentivos a la innovación y prohibiciones de plásticos de un solo uso. A nivel individual, acciones como comprar productos de segunda mano, reparar en lugar de reemplazar o apoyar marcas sostenibles también contribuyen al cambio.

 

En definitiva, la economía circular no es solo una estrategia económica, sino una filosofía que reimagina nuestra relación con el entorno. Al cerrar los ciclos de producción y consumo, ofrece una vía para enfrentar los desafíos del siglo XXI, desde el cambio climático hasta la escasez de recursos. Adoptarla plenamente requerirá esfuerzo colectivo, pero sus promesas —un mundo más limpio, equitativo y resiliente— hacen que valga la pena intentarlo.