17 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Diputados federales en México…

En México, la autoridad y no la verdad ni la justicia, como decía Hobbes, hace las leyes y gobierna nuestra democracia. Los más fuertes, no los más justos ni los más inteligentes, son quienes se imponen y establecen la ley, y a veces como sucede en nuestro país, quienes lo hacen son los más abyectos (despreciable, vil en extremo) e imbéciles. Quienes van ganando, en todo caso, son simuladores y especuladores de la vida nacional política. Siempre se encuentran coincidencias entre los grandes simuladores y farsantes.

Luis Echeverría sentenció: la dimensión de los hombres públicos sólo la da el ejercicio del poder, y se intuye a partir de sus estrategias de campaña.

Cuando el gobernante no cesa de cantar sus excelencias a su gobierno a través de una campaña de mensajes breves donde subraya sus logros, casi siempre con inexactitudes o exageraciones. Se trata de propaganda personalizada, semejante a la de los gobiernos autoritarios en que el gobernante es la única fuente del bien público.

En la mejor tradición priista supervisa avances de obras y en todas partes aprovecha la cauda de informadores que lo siguen para hacer discursos, siempre orientados a exponer los defectos reales o imaginarios de las propuestas políticas de sus adversarios. Los gobernantes tienen propensión a aliarse con poderosos empresarios dotándoles de garantías personales y poniendo los órganos de la justicia a su servicio –incluyendo los equilibrios periodísticos mediando mercenarios del gremio-, gozan de fuero constitucional, una figura que, por supuesto, tuvo un origen distinto al planteado de nuestros días: sirvió sí, para garantizar la invulnerabilidad de pensamiento, traducida en la libre expresión, de legisladores y ejecutivos en funciones; y de ninguna manera para proteger el comportamiento amafiado de los mismos.

El sectarismo, exaltado por los usos facciosos del poder, ha dado al traste con el espíritu del Constituyente, como en otros tantos casos. Y ello obliga, desde luego, a modificar conceptos y modernizar el ejercicio político como ya sugirió, con indiscutible habilidad Calderón Hinojosa. El ostracismo es la exclusión voluntaria o forzosa de los oficios públicos, a la cual suelen dar ocasión los trastornos políticos. Destierro político.

Los políticos tienen en mente simplemente y nada más, recuperar feudos, aun contrariando la inteligencia colectiva, sin el mínimo apego a la voluntad general y sin el menor rubor político. Se trata, claro, de distribuir prebendas y rearmar la cadena de las complicidades sin más expectativas que el ejercicio autoritario del poder. La misma perspectiva, sin siquiera maquillaje, del ominoso lapso de la hegemonía priista (hoy de regreso), omnipotente, sin disimulo. Con ello muestran que una cosa es la viciada lealtad personal, edificante sólo por los afectos que se estrechan incluso si son malsanos y otra la responsabilidad política, insoslayable, que sirve para mostrar la dimensión real de los hombres públicos dispuestos a anteponerlo todo en aras del deber o exhibir a los farsantes quienes creen en el poder sólo para servirse del mismo sin el menor propósito de rendir cuentas a la colectividad.

Quien no sea capaz de analizar el contexto, planteándose antecedentes y proyectos como hilos conductores de cada postulante, acabará votando, si lo hace, con la superficialidad perniciosa de los ahítos incapaces de descubrir las trampas inductivas. Me temo que en esta condición están buena parte de los sufragantes potenciales a quienes la campaña por la renovación de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, de la LXIII Legislatura, les parece divertida por el cruzamiento de descalificaciones, las intemperancias y la jocosidad de las sentencias lapidarias. Es decir, sin nada en el fondo.

Queda claro que los virajes son obras de las circunstancias no de la madurez de la ciudadanía. Más de la demagogia que de la democracia, antítesis de la primera. Tales vaivenes tampoco representan un buen augurio porque, en todo caso, los elementos de ingobernabilidad, de la mano con una triangulada composición camaral, están imponiéndose a todo intento de proyectar un destino menos contaminado por los sectarismos recalcitrantes.

Se requiere revisar el perfil de los candidatos al Congreso de la Unión, que tengan rentabilidad electoral, que sean competitivos y que metan muchos votos para ganar la elección, que tengan méritos partidistas, reconocimiento y buena tarea dentro del partido y que aporten a que la campaña siga creciendo y además que posean experiencia legislativa, no antecedentes penales, que no estén sujetos a escándalos y que puedan tener una gran claridad en su perfil.

El tradicional dedazo apareció como encuesta, como lo hacían en el pasado priista los presidentes de la república. La democracia a la mexicana está de regreso y aunque hay 10 posibles opciones, la realidad es que ninguna representa lo que necesita la población, no votar es malo, pero, votar por cumplir un deber ciudadano, sin analizar los perfiles, es algo aún peor. En estas semanas que restan de campañas: ¿cambiarán las circunstancias?