El famoso botánico mexicano-polaco, Jerzy Rzdowski, sentó sus reales en Pátzcuaro en 1985 al instalar el Centro Regional del Bajío, filial del Instituto de Ecología, A.C., con sede en Jalapa, Veracruz. Ha sido de tal calado la aportación científica de Rzdowski, que el destacado biólogo Gonzalo Alffter dijo de él: “México acogió, en 1946, a un gran ciudadano, y su legado será uno de los más generosos que pudo haber recibido un país”. Según este científico, México le debe un reconocimiento nacional al profesor Jerzy Rzdowski.
Sin embargo, ha podido más la ignorancia, la miopía, la indiferencia, la política en su peor acepción, para no ver la calidad de ciudadano, de mexicano, de científico, que tenemos entre nosotros para otorgarle el reconocimiento que ha instituido el Ayuntamiento de Pátzcuaro, la Presea Vasco de Quiroga (PVQ).En septiembre del 2013, el Centro de Estudios Sociales y Ecológicos, CESE, propuso la candidatura del doctor Rzdowski para recibir la presea Vasco de Quiroga. Algún compromiso político llevó a entregar el reconocimiento vascoquiroguiano al cardenal Alberto Suárez Inda. Pudo más la religión que la ciencia.
Cuatro años después, en 2017, el CESE volvió a las andadas: repitió la propuesta del doctor Rzdowski, en la búsqueda de que Pátzcuaro le haga justicia a este ilustre hombre de ciencia que ha recibido reconocimientos de todo tipo dentro y fuera del país, para que no se diga, para que no se cuente, que en esta ciudad, que en este municipio, no hay capacidad para ver de cerca, fruto de una miopía que no nos enorgullece.
Empero, por lo que respecta a la versión 2017 de la Presa Vasco de Quiroga, todo hace suponer que se le entregará a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a propuesta de un supuesto Comité Nicolaíta Patzcuarense, nombre que suena a haberse constituido sobre las rodillas para cubrir un trámite.
Tengo entendido que la PVQ fue instituida para reconocer virtudes y valores ciudadanos, no de instituciones. O en todo caso, la excepción a la regla se justificaría sólo en dos situaciones: una, cuando hubiera tal pobreza, tal miseria de ciudadanos con virtudes y valores, que obligara a recurrir a instituciones valiosas para no dejar desierta la edición anual de la presea; y dos, que la actuación y aportaciones de X institución fueran de tal nivel destacadas, que no dejaran lugar para regatearle el máximo reconocimiento, aun si la norma lo impidiera.
Siento decir que no es uno ni otro el caso: no hay lugar a recurrir a instituciones por falta de quórum ciudadano cargado de virtudes: por lo menos ahí está el doctor Rzdowski (con sus 16 páginas de curriculum con sus destacadas aportaciones a la botánica nacional) para desmentir esa suposición; y no se ve en el horizonte una institución con tal grado de florecimiento en favor de tal o cual materia, de tal o cual sujeto colectivo; al menos no es el caso de la UMSNH en relación con Pátzcuaro, como sujeto colectivo (aclaro, no hablo de la Universidad Michoacana en general, sino sólo de esa relación).
Fuera de reconocer que aquí tuvo su cuna y recordarlo anualmente los 14 de marzo en el homenaje a Vasco de Quiroga, teniendo participación en el discurso oficial, con un elegante contingente de universitarios, acompañado de su marcial banda de guerra, la Universidad Michoacana a lo largo de los años no ha querido comprometerse a más con Pátzcuaro.
En lo que a mí personalmente me consta, la UMSNH tuvo su oportunidad en 1990, cuando el rector Daniel Trujillo Mesina, a solicitud del presidente municipal Luis Rey Cortés de una carrera o una extensión universitaria para Pátzcuaro, le anunció oficialmente en diciembre de ese año que se había autorizado ya una extensión universitaria (sin especificar de qué tipo), al igual que se habían autorizado extensiones para Zamora y Apatzingán. Tengo entendido que en estos dos últimos municipios sí hubo extensiones de la UM, pero no en Pátzcuaro. Por alguna razón el anuncio no se concretó aquí.
Lo que recién aprobó la UM fue trasladar a Pátzcuaro su Centro de Estudios de la Cultura P’urhépecha, al que le cambió el nombre como Centro Nicolaíta de Estudios de los Pueblos Originarios (01/07/2017). Esto es lo único tangible que tenemos de la UM en esta ciudad y municipio, sin que se conozca todavía la envergadura de la institución con tal o cual presupuesto, con tal o cual programa de trabajo, que permita vislumbrar a la gran institución que en el futuro podrá ser este centro nicolaíta; sobre todo con la ampliación del espectro de estudio: los pueblos originarios; es decir, aparte de los purépechas, los nahuas, los otomís, los mazahuas.
Si a como diera lugar se tuviera que salir de la norma de la PVQ para reconocer a una institución, yo no lo pensaría dos veces para proponer a una institución tesonera como pocas, como lo es el Grupo Kw’aniskuyarhani de Estudiosos del Pueblo Purépecha, que acaba de cumplir en julio pasado 20 años de funcionar ininterrumpidamente sin recursos propios, pero con una vitalidad siempre creciente. Constituido el Grupo en julio de 1997, teniendo por sede el Antiguo Colegio Jesuita, no ha dejado de ser el foro privilegiado que reúne cada dos meses, seis veces por año, a lo más granado de los estudiosos de las disciplinas que se ocupan de la cultura de los pueblos originarios de Michoacán; en efecto, concebido desde su nombre para la cultura purépecha, en los hechos este Grupo de Estudiosos ya se ha venido ocupando de las demás culturas originarias de Michoacán. Sí, puede llegar a ser muy importante este Centro Nicolaita de Estudios de los Pueblos Originarios, pero apenas tiene dos meses y medio de nacido, tiempo sobradamente insuficiente para “premiar” a la institución que lo concibió.