5 febrero, 2025
ROTATIVO DIGITAL

Carlos, un Recuerdo para Vos…

La noche era oscura y negros nubarrones surcaban el cielo en esa intensa noche que marcaría para siempre la vida de Carlos; relámpagos lejanos iluminaban tenuemente el ambiente y por las desvencijadas puertas de lúgubre cuartucho se deslizaban tenues destellos que iluminaban los dormidos rostros de los jóvenes cansados por la emociones del día.

Reponían algo de energía, allí estaba Carlos, parecía un muñeco de trapo tirado a la basura, pues era tan bajito de estatura que parecía un niño, pero ya viéndole la cara representaba a un hombre macizo fraguado en la miseria y el olvido paterno a sus poco menos de 18 años.

En menos de lo que canta un gallo, el astro güero asomó sus rayos allá por el cerro de Condémbaro, los mozalbetes seguían durmiendo como si tuvieran muy tranquila su conciencia, hasta que una voz pastosa los hizo volver en sí: ¡Buenosh diash, hay quesitos!, ¡era un viejo mariguano que también utilizaba la casa para ocultar sus fechorías, a lo que de inmediato lo corrieron con pedradas, palabras altisonantes y señales obscenas, pero eso sirvió para que reaccionaran y dimensionaran la magnitud de su accionar de la noche anterior.

Iniciaron con el reparto del botín, a cual más de todos se sentía con merecimientos para obtener la mejor tajada, inició una tremenda discusión al calor de improperios, ofensas directas ¡llevando la discusión hasta extremos peligrosos! De pronto brillaron las navajas y apretaron los puños, se armó un griterío que no faltó y quien se asomara.

Metidos en su discusión ni cuenta se dieron, después de cierto tiempo y al grito de: ¡manos arriba! Y ¡que nadie se mueva!; ¡era la policía!…que en ese momento tomó por asalto la desvencijada vivienda tomando el control de la situación, ¡ y ya nada pudieron hacer por escapar!

Corrió como reguero de pólvora el hecho, a grado tal que toda la calle se llenó rápidamente de gente muy atenta al desenlace; cuando los policías fueron sacando uno a uno, aquello era ya un mar de curiosos, entre ellos los padres de dos de los muchachos que imploraban que no se los llevaran…

Por Carlos nadie imploró perdón, nadie dijo una palabra, pero, ¿quién puede abogar por alguien que ha sido despreciado hasta por su familia? O en el mejor de los casos, ignorado.

Entre golpes fue subido a la plataforma de una destartalada camioneta que servía de patrulla a la policía rumbo a la plaza grande que donde estaba la cárcel.

Al no ver una sola palabra amable que argumentara su defensa, comprendió en toda su magnitud la soledad que en este mundo se encontraba, ¡ lloró!, no por los golpes que los policías le habían propinado… por su soledad; ¡evocó a su hermanita y a su madre!… ¿dónde están?…su voz se convirtió en eco lastimero,… su mirada se perdió en la oscuridad de la sucia mazmorra de aquel Centro Penitenciario de Morelia… instintivamente se puso a deletrear los grafitis en los muros, tan comunes en las cárceles de aquellos tiempos, uno llamó su atención:

“En esta cárcel maldita, donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza.”

Después de purgar una larga condena, salió Carlos nuevamente al mundo exterior, a enfrentarse con la sociedad, esa que lo condenó y marcó su vida y que le negó el sagrado derecho de gozar una infancia normal, pero allí estaba, en su camino se atravesaban varios pensamientos y como se puede notar, ¡nadie fue a recibirlo!, nadie se dio cuenta de su excarcelación, con unas monedas en su raido bolsillo encaminó sus pasos hasta llegar a la Estación de los trenes, comprar un boleto para regresar, a pesar de todo, a su querido “Pascuarito”.

Llegando a Pátzcuaro se fue caminando de La Estación directamente a La Basílica, a postrarse a los pies de la “Guarecita” de la Salud y darle gracias por conservarle la vida, pedirle solo dos favores… más tarde fue a visitar a los familiares de su papá y a su tío pedirle trabajo, y de pronto se vio a un Carlos totalmente cambiado, obediente, sin rezongar, cumplido y lo poco que ganaba una parte le daba a una tía que le daba de comer, la otra celosamente la guardaba, Carlos, como el Hermano lobo de la fabula franciscana se había vuelto bueno de repente! Decían.

Pero un día un vecino se quejó que alguien le había robado un dinero, como el único ratero era Carlos, ¡todos le echaron la culpa! y su tío nuevamente le propina tremenda paliza… pocos días después el vecino informa que había encontrado su dinero ya que lo había dejado debajo de su petate, pero no recordaba… Carlos aguanta estoicamente todo esto varios días y sigue su trabajo normal, como si nada hubiera pasado…

Un buen día la esposa del tío sale llorando de su casa y por la calle gritando que les habían robado, llega hasta el trabajo del marido, este no puede contener su enojo y exclama: ¡¡¡por eso ese maldito no vino a trabajar!!! Y al hacer el recuento de lo sustraído, exclamó con pesar ¡ah, maldito tuzado, ya me la volviste a hacer! Y Carlos desapareció por una larga temporada de 14 años, regresó, pero no le fue tan bien, así que decidió poner tierra de por medio. Se fue nuevamente, no ha vuelto, seguro es que a pesar de todo lleva en un lugar muy especial de su corazón, las calles, la gente y los pocos momentos de felicidad que recogió de los rincones de este pueblo hermoso… un recuerdo para vos, Carlos. (Segunda y última parte).

chanoprd@hotmail.com